De todas partes llueven los mejores augurios y deseos, que nos acompañen la paz, la seguridad, la salud, el trabajo, el éxito, la felicidad.
Si verdaderamente todos esos deseos son sinceros, se diría que desde los rincones más apartados del planeta, hay un consenso general: queremos, anhelamos, esperamos, una vida mejor, un planeta mejor.
¿Qué significa eso en términos concretos, cómo sería posible irlo logrando?
Primero que nada, no arrastrando los problemas y conflictos de 2011 a 2012.
O sea, se requiere “borrón y cuenta nueva”. Todo lo que haya sido negativo en 2011, tiene que no estar presente al comienzo de 2012. Disputas, desacuerdos, discusiones, malentendidos, desconfianza, celos, búsqueda de dominio o expansión territorial, desarrollo de armamento cada vez más sofisticado, destrucción sistemática del medio ambiente por la ambición sin medida ni conciencia de algunas corporaciones y empresas industriales, desidia y corrupción en los gobiernos, y tantas cosas más. La lacra del crímen organizado con todas sus facetas, todo eso, debe quedar automáticamente anulado, dejado atrás.
Estoy convocando a dar un paso gigantesco en beneficio de la humanidad una, en el planeta uno. Porque no tenemos una humanidad alternativa, y no tenemos un planeta alternativo.
Por el momento, y por largo tiempo más, tal vez un siglo más –aunque mi deseo más íntimo es que fuese mucho antes—no habremos terraformado y poblado otro planeta (Marte, para el caso) a fin de transformarlo en un destino alternativo.
Atados sin otra opción, como lo estamos, a este planeta por ahora único, en cuya superficie habitamos, sólo la actitud heroica de hacerlo a nuestra medida y necesidad como seres humanos, nos proporcionará la verdadera felicidad, el verdadero éxito, la auténtica paz.
Lo que planteo –quimérico cual parezca- es en el fondo, absolutamente indispensable, necesario y totalmente racional. Lo anormal, lo salido de su cauce, lo irrisorio y sin sentido, es el tipo de humanidad que hemos desarrollado, el tipo de relaciones psicóticas que tenemos entre los seres humanos, y hasta entre los países y regiones del mundo, y el destrozar y destruir sistemáticamente los recursos planetarios gracias a los cuales podemos vivir y subsistir, en aras de las ganancias mal habidas y gigantescas, de unos pocos, a costa de la humanidad en su vasta mayoría.
Hora es de revertir todo este verdadero desastre sin control ni sentido, para propender a crear un planeta a la medida de lo que necesitamos como seres humanos.
Hora es de terminar con la hambruna, la pobreza y la miseria en el mundo.
Hora es de que cada ser humano pueda vivir dignamente, y tenga pleno acceso a la educación, la vivienda, el alimento y la salud, sin que se mercantilicen, pues son necesidades básicas, derechos humanos fundamentales.
Hora es de que se construyan viviendas, se cultive, y de produzca, todo armónica y ecológicamente. Lo mismo con la producción de la energía.
En fin, se trata de recrear un planeta que esté hecho por el hombre y para el hombre, a su necesidad y dimensión.
Poner en esto todo el empeño personal, implica jugarse por estos valores auténticos, y poner el corazón con toda su fuerza.
El razonamiento calculador, frío, aparentemente lógico porque parte de lo conocido, del error de lesa humanidad con el cual seguimos arrastrando los problemas del planeta uno, nos dice que todo esto es un imposible. Que jamás se puede llevar a cabo.
Y sin embargo, sabemos de grupos concretos que en distintos países tratan de desarrollar ese ideal de un estilo de vida totalmente alternativo y distinto. Donde las cosas son hechas a la medida y necesidad del ser humano, y no al revés, cuando el ser humano termina sometido a estructuras preconcebidas y a practicas que le deshumanizan hasta volverlo esclavo manipulable, al que se le hace creer que es libre, que tiene opciones, y que tiene la capacidad de elegir.
Pero el corazón tiene razones que la razón no entiende. Y por eso, todo es posible en el plano humano, si ponemos de por medio nuestro corazón, si apelamos al corazón de los otros. En forma persuasiva, sin confrontación, sin conflictividad, sin violencia, sin búsqueda de ganar unos por sobre otros, sino de que ganemos todos.
Esto requiere mucho más que discursos, que razonamientos bien desarrollados, que argumentos persuasivos. Porque hay cosas que las palabras no alcanzan ni son suficientes para decirlas. Hay cosas que se sienten en lo profundo, y que sólo pueden manifestarse como una expresión de amor.
De un amor superior, que no tiene un ápice de egoísmo. Un amor dadivoso, desprendido, un amor sacrificial que se da todo por el prójimo. El amor que Jesús trajo con su propio ejemplo y persona al mundo. El amor que es capaz de establecer el orden alternativo en la Tierra, o sea, un orden diferente para un mundo diferente.
De eso se trata.
Y eso comienza por ti y por mi.
Pongámoslo en práctica al inicio del Nuevo Año, y veremos surgir aquí y allá sus frutos.
De lo contrario, seguiremos arrastrando para nuestra mayor vergüenza y bochorno, los horrores y problemas que hoy hacen del mundo algo desesperante y desesperanzador.
enigma