Monday, March 30, 2015

CRUCIFIXIÓN: LA TRAGEDIA DEL FANATISMO RELIGIOSO



“Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Evangelio según San Mateo, Cap.27, versículo 25)

Si algo proclamó Emmanuel (Jesús) durante su breve ministerio, fue el Amor del Ser en Sí (Dios) por toda la humanidad, pero a su vez el juicio severo contra los explotadores comerciales de la fe inocente del pueblo.

Por otro lado, promovió la fe mediante actos milagrosos que revelaban que en él actuaba un Poder especial, el Poder de la Divinidad.

Esto hizo que buena parte del pueblo –especialmente pobres, desvalidos, aquellos marginados de la sociedad, las mujeres—le siguieran, le buscaran, le escucharan y aprendieran de él.

Pero esto disgustó tremendamente a quienes manejaban la religión que se suponía el pueblo debía seguir. 

Fueron esas autoridades las que se sintieron desafiadas desde la raíz misma. No era lo que ellas practicaban y hacían vivir a otros la verdadera esencia de la fe. No era una Ley dura, que mandaba a matar por apedreamiento a quien supuesta o realmente la violara. Tal crueldad no era compatible con la voluntad del Ser en Sí, y la esencia del mismo que es Amor, perdón, reconciliación, y una vida de fe con gozo espiritual y paz en el corazón.

Entonces ocurrió el hecho culminante de toda la aversión que le tenían a Emmanuel, cuando éste entró al templo, y volcó las mesas de los cambistas y de todos los que vivían del negocio de la religión, o de la religión como negocio.

Entonces el Sanhedrín, el consejo de los sacerdotes, se reunió y conspiró para matar a Emmanuel. Pero…sabían que si lo hacían apedreándole, o intentaban hacerlo de esa manera, posiblemente tuviesen dificultades con buena parte del pueblo creyente, que se volvería en contra de ellos. 

Había que buscar quien lo hiciera. Quien les “sacara las castañas del fuego”, y no encontraron mejor personaje que Pilatos. Un hombre que quiso hasta el último minuto, evitar la muerte de Emmanuel (Jesús), pero se sintió presionado por la multitud regimentada y azuzada por los sacerdotes, que a gritos pedía la liberación de un preso por sedición, que era hijo de un rabino (bar =hijo; rabbas= de rabino, en arameo, el lenguaje de entonces). 

De paso vale señalar la hipocresía de estos sacerdotes que acuden a la autoridad romana –a la que repudiaban— pero ante la que declaran su adhesión pública al César, mientras por otro lado piden la liberación de un sedicioso que buscaba mediante la violencia quitarse de encima al gobierno colonizador de Roma, que les obligaba a pagar dolorosos impuestos.

La multitud azuzada por los sacerdotes, manipulada por éstos, pide que le crucifiquen a Emmanuel y liberen a Barrabás. 

Y Pilato queriéndose evitar todo problema con el César, accedió al grito de la muchedumbre. 

Así, entre el complot de unos para preservar sus propios intereses y la pusilanimidad de un gobernante colonizador, se decide la tortura y horrenda muerte de Emmanuel en la cruz. 

La soldadesca romana, entre escupitajos y burlas a Emmanuel, se encargó de cumplir la infame tarea de castigarle con látigo hasta dejarle exánime, luego colocarle en su cabeza una corona de espinas para herirle de ex profeso, y posteriormente hacerle cargar la pesada cruz hasta el Gólgota, donde sus manos y pies habrían de ser atravesados por clavos, antes de elevarlo para que allí pasando las horas, fuese agonizando hasta morir.

Este es un ejemplo cabal de lo que hace el fanatismo religioso. La aplicación de leyes cuya dureza es deshumanizante. Y la ejecución ciega de esas leyes al grado de la violación al principio fundamental que es el del Amor. 

Las formas religiosas que exigen acatamiento y obediencia sin razonamiento ni disquisición, son verdaderamente la negación de la quintaesencia misma del Dios Viviente, del que está dentro de cada uno de nosotros y del que formamos parte, consciente o inconscientemente.

Cuando el Amor y el Poder de Dios (el Ser en Sí) despierta conscientemente en nosotros, mediante el Espíritu Santo (Su Espíritu) no vivimos de acuerdo a leyes, sino al único y mayor mandamiento que es el Amor, el Amor al creador y sustentador de todo cuanto existe, y el amor al prójimo –el otro ser humano--  para tratarle como nosotros queremos ser tratados.

En la actualidad, vemos en los grupos llamados terroristas, el ejemplo más claro una vez más de lo que significa la distorsión del verdadero sentido de la fe, en el fanatismo religioso que les lleva a declarar herejes a todos quienes no se someten a su misma forma de entender a la Divinidad y Su voluntad. 

Entonces vienen las decapitaciones, las violaciones, las muertes masivas por incendios provocados, y todo el horror que se verifica en estos días.

Por sobre toda esa infamia moral, por sobre toda esa chatura total, se yergue hermosamente limpio, puro y de grandeza incomparable, la persona de Emmanuel. Jesús, el Maestro de Galilea, el rebelde de Galilea. 

Su Resurrección, su vivencia allí donde dos o tres se reúnan en su nombre, su vida allí donde su Amor es vivido y compartido, nos llega hasta hoy y sigue vigente.
La miseria moral de aquellos que conspiraron su muerte, el error garrafal de quienes gritaron “su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos”, todo es superado por el Amor. Emmanuel (Jesús) mismo, en la cruz oró y dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Y en ese Amor, Emmanuel (Jesús) reina.


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Saturday, March 28, 2015

HAZ FELIZ A ALGUIEN Y ENCONTRARÁS TU PROPIA FELICIDAD



La FELICIDAD a veces se exterioriza y otras veces no. 

No se decreta por un Día Internacional, como lo fue hace poco.

Porque quien está de duelo, o quien está enfermo, posiblemente no sienta felicidad en su particular situación. 

Pero hay una felicidad no ruidosa, que no necesita de sonrisas ni carcajadas. La felicidad de ser honrado y digno, la felicidad de ser honesto y sincero. La felicidad de no tener deudas. La felicidad de contar con amigos y con la familia. 

Esas felicidades silenciosas pero reales, hacen a la felicidad total.

Hay ciertamente países, entornos, ambientes que propenden en más o en menos a la felicidad de la gente.

Cuando el relacionamiento es osco, si no violento, cuando parece haber un resentimiento permanente en una sociedad cuyos signos de calamidad pueden resultar evidentes, cuando para muchos todo lo que se quiere y gusta parece derrumbarse, es difícil sentirse feliz por eso. No satisface para nada.

O cuando lo que se derrumba, lo que va mal, lo que no es como uno lo soñó es el hogar, o las relaciones sentimentales, también se carecen de elementos sustanciales y objetivos para ser feliz.

Hace unos días, veía la foto de una persona en una red social, y debajo de su foto un título: “Feliz”.  Me quedé mirando la foto, y me dije: ¡ojalá sea cierto, ojalá lo sea realmente! En el rostro no había una sonrisa de dicha, sino una expresión agradable pero austera. 

Luego me hacía otras preguntas: ¿será realmente feliz en todo, o lo será en parte?, ¿habrá logrado la armonía propia y con su entorno para sentirse así, o se esfuerza por ser feliz en medio de un ámbito que no le es del todo propicio cuanto desearía que lo fuese?

Uno por esa vía puede seguir conjeturando ad infinitum.

Sólo la persona que escribió bajo su foto, “Feliz”, puede responderse a esas preguntas.

Pero la proclamación de ser feliz es importante sin duda. Habla de que ha logrado un sentimiento de seguridad propia, de estabilidad emocional, de confianza de sí misma y de los que le rodean. 

Quiero pensar que sea así. Imagino. 

Como sea, aunque la felicidad total sea una meta inalcanzable, porque hay muchas personas que se esfuerzn por arruinarla, sin embargo, si tenemos esa felicidad personal, auténtica y silenciosa a la que me refiero más arriba, ya es bastante.

Mi sincero deseo es que esa felicidad les acompañe a cada uno de ustedes.

Y algo más: en dar felicidad a otros, encontramos nuestra propia y mayor felicidad. 

Hay personas a las que parece les cuesta entender esto. 

Tenemos que ser dadores de felicidad, porque ello se refleja y acrecienta en nosotros mismos.

Voy a un ejemplo de una situación que todos hemos vivido: le hacemos un regalo a un niño o a una niña, y vemos su alegría, su sonrisa, el abrazo y el beso que nos da en agradecimiento. ¿Acaso en ese momento no sentimos una felicidad inmensa?

Pues bien, esa misma felicidad  --de la mejor manera que hallemos—  debemos proporcionárnosla y compartirla entre nosotros adultos. Porque nos hace bien a todos. 

La felicidad es parte muy importante de la salud.

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Wednesday, March 25, 2015

¿POR QUÉ EL BUENO TIENE QUE SUFRIR?



La semana pasada estuve con una madre que no podía contener sus lágrimas y se preguntaba por qué….por qué siendo buena, le tocaba sufrir la pérdida de un hijo muy querido.

Y esto me planteó un tema que no por no haberlo tratado antes específicamente, significa que no he reparado en él en innúmeras ocasiones. 
¿Por qué el bueno tiene que sufrir?

Para contestar a esta pregunta, no voy a acudir a las clásicas respuestas que vienen de la religión, y que nos dicen por un lado, que no hay ninguno que sea bueno, que todos somos pecadores y por tanto, el sufrimiento nos vendría adjunto por nuestra fallida condición.

La otra respuesta también fácil y procedente de la religión, es: miren a Jesús, el Cristo. Él era sin pecado, y observen cuánto y cómo le tocó sufrir la tortura del castigo a latigazos y la muerte agonizante en la cruz. Eso como para que nadie sienta que su sufrimiento es siquiera comparable al de Jesús. Pero…hay una diferencia que suele callarse y que hay que inmediatamente señalar:  Jesús provocó su sufrimiento, lo buscó deliberadamente, él sabía que iba a sufrir todo lo que pasó y se lo anticipó más de una vez a sus discípulos. Así consta en la Biblia.

De modo que es muy diferente que nosotros nos juguemos por una causa, arriesguemos todo por ella, y nos toque morir de pronto infamantemente, que el hecho de que nos sobrevenga una desgracia y un sufrimiento para el cual no estamos preparados, no buscamos ni imaginamos, y que nos toma de golpe y nos abate terriblemente. 

La existencia es compleja. Vivimos en medio de una atmósfera cada vez más contaminada. Empeorada a granel desde que las grandes potencias, (Estados Unidos, la ex-Unión Soviética y Francia) realizaran explosiones atómicas en la atmósfera. Han dejado sumido al planeta por cientos de años bajo una radioactividad que genera cáncer y mutaciones genéticas. ¡Esto hay que decirlo fuerte y claro!  Que nadie se engañe.

Es en ese ambiente en el que se producen cuadros de enfermedad y muertes que a veces llevan largo tiempo en su desenlace. 

Es también la contaminación tóxica de ríos y arroyos, el consumo de aguas no potables, y la contaminación atmosférica por la quema de combustibles fósiles, principalmente carbón y los derivados del petróleo. Algo que no les gusta que se diga a las petroleras como Exxon-Mobil, Texaco, British Petroleum (BPS), etc. ¡Y esto también hay que decirlo fuerte y claro!.

A ello le agregamos en la ignorancia o en la estupidez humana, --porque otra forma de explicarlo no existe—  cuánto nos contaminamos nuestros propios organismos, cuando caemos en el tabaquismo y las drogas. Los narcos felices, y las tabacaleras también. Servimos a sus mejores intereses cada vez que encendemos un cigarrillo y absorbemos en nuestros pulmones no sólo alquitrán sino sustancias cancerígenas y otras, que determinarán que a futuro muramos de cáncer de pulmón o un enfisema pulmonar. 

Luego está la violencia, la violencia que nos lleva a meternos en altercados, a comprar un arma y creernos potentes en usarla, o a correr con nuestro vehículo, atropellar a un ser humano y dejarlo tendido en el camino, o chocar con otro u otros vehículos provocando un accidente de proporciones. 

Sí, todas estas cosas y muchas otras ocurren a diario, y de muchas de ellas podemos ser protagonistas.

No nos sorprenda que alguien muera cuando no se esperaba que ello ocurriera. Y no nos sorprenda que por más buenos, y llenos de buenas intenciones que seamos, no nos demos siquiera cuenta de la medida en que contribuimos a no mejorar, o aún a empeorar el ámbito de vida (la biósfera) que nos sostiene.

También la desgracia nos puede alcanzar cuando por declinación de la calidad de educación formal, académica, de un país, salen profesionales mal preparados, que ejercen luego su profesión con enormes déficits. Y esto es grave cuando se trata de la medicina.

No es posible que al alguien que se queja de intenso dolor en los pulmones, le traten con una sopa de antibióticos pensando que se trata de neumonía, y a ninguno se le ocurra hacer una ecografía para descubrir que lo que el paciente tiene es un tumor.

Tampoco claro es aceptable que quien empieza a tener toses frecuentes y cada vez más persistentes, se pase dos años sin acudir a un médico para que le revisen pensando que eso le va a pasar. Y cuando va y siente dolores, finalmente se descubre que el paciente tiene un cáncer y que el mismo ya ha hecho metástasis.

Esto, desgraciadamente, fue lo que le ocurrió al  hijo de la señora que lloraba su pérdida. 

Es triste, muy triste, pero las cosas no ocurren porque sí.  A veces no podemos o nos cuesta darnos cuenta del por qué. Otras veces, francamente, no hay explicación válida a nuestro alcance.

Pero seamos conscientes de cuantos riesgos, peligros, y fatalidades nos pueden acaecer, simplemente por el hecho de habitar este planeta.

De cualquier manera, sepamos esto también: lo que llamamos muerte, no tiene la última palabra.


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Monday, March 23, 2015

LA DICHA DE LA AMISTAD Y LA COMUNICACION

Déjenme compartirles que me siento muy feliz, porque en medio de mis vacaciones, siento la dicha de la amistad y la comunicación.

Desde lejos me escriben amigas y amigos, en Estados Unidos, en México, me envían saludos, me consultan cosas, me desean unas buenas vacaciones, ¡que coma asado y disfrute de helados! 

Pero acá en Montevideo, suenan las llamadas telefónicas, esta semana tengo dos encuentros sociales con amistades ya agendados.

La comunicación también es personal en el encuentro con una querida amiga que me ha visitado.

Y todo esto compone un panorama que me hace sentir muy bien. 

Porque es altamente positivo tener amigos/as, contar con ellos/as, y ellos/as con uno. Porque es lindo retornar al país que le vio nacer, y verificar cuántos me recuerdan, y quieren verme, y por supuesto, la presencia al firme de los grandes amigos/as que me esperan para agasajarme.

Pero también es más que reconfortante, verdaderamente alentador, ver que las personas que uno ha dejado lejos también se acuerdan de uno, y le tienen presente, se comunican, escriben.

En un planeta tan conflictuado, en un mundo peligroso y dificil, en medio de tantas cosas realmente tristes y lamentables que suceden a diario, estos destellos de verdadero cariño, afecto y encuentro humano, son factores compensadores maravillosos.

A todas y todos, ¡gracias, gracias, gracias!


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LA LECCIÓN DEL SILENCIO

Para alguien extrovertido como yo, para alguien que hace del diálogo y la comunicación por toda vía posible, una expresión de su mismo ser, el silencio, la incomunicación, la falta de diálogo, llega a ser un castigo severo.

Es como quien está en una celda incomunicado. No tiene radio ni televisión, menos un teléfono celular, y tampoco siquiera una laptop ni un papel y un lapiz.  El camino hacia la locura, la enajenación, la pérdida de sí mismo, es la más nítida opción. No en vano muchos en semejante situación extrema, terminan suicidándose.


La vida, la vida bien entendida y bien vivida, demanda comunicación, porque la comunicación es el elemento básico de nuestra culturización, es el vehiculo por el cual socializamos, ya que somos gregarios. 

Cortar la comunicación es pues un acto de agresión, y de esto no tengo duda alguna.

Hace pocos días, intentando reflotar una amistad injustamente interrumpida,  me dirigí a quienes fueron y he seguido sintiendo como mis amigos. Distanciados que estaban les escribí con la claridad y los sentimientos que forman parte de mi ser.

A vuelta de correo, y por primera vez luego de casi cinco años, se dignaron responderme, y entonces muy orondamente me dijeron que habían sido amigos de mi difunta esposa y que a partir de su deceso, no tenían interés en ser amigos míos.

En esa respuesta no he podido encontrar una mayor expresión de cinismo e  hipocresía. Porque una de dos: no fueron amigos míos nunca, y todo cuanto me dijeron, y sus abrazos, y expresiones de afecto, y largas charlas, y reiterados mails, todo fue una fantochada, una serie de situaciones vividas por "diplomacia" o ahora asumen una actitud absolutamente despegada de todo lo anterior, como si todo lo dicho y vivido no fuese nada o no sirviera de base para nada, y se presentan como quienes no tienen interés en mi amistad.

¿Será que se considerarán tan importantes o autosuficientes que pensarán que nada les puedo aportar a sus vidas?, ¿que mi ser mismo no vale nada?. 

Francamente esta circunstancia me deja absorto, totalmente boquiabierto, sin poder comprender semejante retorcida naturaleza humana. 

Lo único que siento tengo el derecho de exigir de cualquier persona es responsabilidad y coherencia. Y este es un ejemplo claro de "amigos por conveniencia", o "por coincidencia", pero nada más. 

¡De semejantes "amigos" me libre el Ser en Sí!

Saben bien ustedes mis amables lectores, cuánto valoro y aprecio la amistad. Y si algo pienso de la misma es que es honesta, leal, sincera.  Que los amigos se quieren de veras, se extrañan, se comunican, cuando pueden sienten la felicidad enorme de encontrarse si están geográficamente lejos, si hace tiempo que no se ven.  En fin. Creo que no estoy planteando nada fuera de lo que se da natural y normalmente entre amigos.

Por supuesto que no se puede obligar a nadie a ser amigo o amiga, pero cuando la amistad surge espontáneamente, y va echando raíces, y se va afianzando con el correr de los años, y uno la considera sólida y robusta, no puede haber motivo que la destruya, a menos que uno hubiese fallado en toda la línea en responder como amigo en algún aspecto.

Yo sé que no he fallado un ápice en nada. 

Y si a una persona amiga no le gusta algo que he dicho o he hecho, conmigo sabe que puede hablar claro, y me lo puede indicar, y vamos a dialogar a ver si nos entendemos. Siempre estoy abierto a reconocer un error,  una equivocación, porque valoro por sobre todo la amistad. Siempre dispuesto a pedir perdón si es del caso hacerlo. Siempre a enmendar un camino. Pero la amistad bien lo vale.

El silencio, la incomunicación, y --casi llegaría a decir-- el desprecio de estas dos personas, siginfican una lección para mi.

La lección triste, muy triste, desgarrante si se quiere, de no ser tan confiado con quienes se declaran de pronto amigos y se comportan como si lo fueren. Tal vez tengo que hacer algo que pocas veces he hecho, y menos deliberadamente: ponerles a prueba. Ver qué están dispuestos a hacer en beneficio mío, para mi bien. Si lo hacen, es señal que verdaderamente me aman y respetan, consideran, me quieren bien, y son amigos. Si en cambio  hacen oídos sordos, dejan pasar el tiempo, y no hacen nada, entonces la respuesta en los hechos es que de la categoría exquisita y excepcional de amigos, deben pasar simplemente a la de conocidos. 

Y si me pregunta alguien por alguno de esos conocidos, sabré decir de ellos lo que corresponda.

Porque la vida es como un boomerang, lo que va viene. Se recoge lo que se siembra, y ellos recogerán lo que han sembrado. Sin duda alguna.

Y que conste, el silencio me resulta insoportable, un castigo. Y la incomunicación no tiene cabida en mi forma de ser.

 enigma

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