Pero hay otras que son más trascendentes, porque contienen en sí mismas definir lo que ha de ser nuestra vida en los próximos años, cualquiera sea la cantidad de ellos.
Algo que nos hace variar el rumbo, como dejar un país para irse a vivir a otro.
Como introducirse en un lugar con un lenguaje y una cultura diferentes, y procurar ser allí uno más, integrándose a la nueva sociedad.
Como hacer nuevas amistades, y dejar atrás --no por olvido sino geográficamente-- a aquellas que han sido hasta un momento, nuestro sostén y compañía fiel.
También dejar ciertos hábitos y costumbres, e integrar otros. En resumen, un cambio importante en nuestro estilo de vida.
Es también la decisión que podemos tomar si llegamos a la edad de jubilarnos, y planificar, o al menos pergeñar en nuestra imaginación, cómo será esa vida, qué haremos entonces cuando todos los días parezcan domingo, cuando el reloj pierda su papel tirano.
En estos días, he tenido que iniciar un proceso que implica una decisión importante para mi vida personal.
Es un cambio de ambiente, de relaciones con gente que conoceré de futuro, costumbres que tendré que asimilar y hacer mías, y sobre todo, nuevamente, integrarme a una sociedad que de momento, me es ajena.
Cuento con importantes ayudas para eso, que considero con certeza harán mi vida mejor, la enriquecerán, y le darán perspectivas que han estado estancadas aquí donde me encuentro.
Por otro lado, esta decisión me pone a distancia histórica de otra que hubiera deseado tomar, y que tuve que aceptar que me resultaba impracticable. Adviértase que no uso la palabra imposible, pues me desagrada y nunca la considero acertada cuando se trata de relaciones humanas, pues siempre pienso que querer es poder.
Son este tipo de decisiones como la que refiero parágrafos antes, aquellas en que nos va la vida misma. Lo que seré en un futuro próximo a partir de este año 2015, dependerá en una gran medida de la decisión que estoy tomando.
La asumo con alegría, con fe, con esperanza, con voluntad.
Tal vez, --o sin tal vez-- sea en mi particular peripecia humana, la mejor decisión que haya podido tomar en tiempos recientes. Tal vez...
Sólo experimentar cotidianamente sus consecuencias, podrá demostrarme si estuve acertado o equivocado.
Esto significa que en cada decisión trascendente, hay un riesgo, y que hay que tener el coraje de asumirlo y la disposición de correrlo.
Pero la quietud de lo conocido, el estancamiento en lo ya estable, el irracional temor a no arriesgar nada, es para el alma, la muerte.
Hay instancias en que hay que jugarse. Desprenderse de un montón de cosas y situaciones que nos atan, y decidir en total libertad, por uno mismo, para uno mismo. Yo llamo a eso el coraje de vivir. Pero es que es la vida misma, después de todo.
Es --parafraseando a Benedetti-- pensarse con sangre, y no amoldarse a lo que ya es, a lo que ya está, a aquello en que llevas años, y pasa el tiempo, y sigues allí como medio atontado, amoldado, funcionando por inercia,sin siquiera intentar una salida.
Así son las decisones trascendentes. En ellas nos va la vida, ¡pero vale la pena tomarlas!.