Cuando vi que dos
liceos de una pequeña ciudad de Uruguay –en América del Sur—no tenían un
telescopio para enseñar Astronomía y que un grupo de astrónomos aficionados –la
Sociedad Amigos de la Astronomía de Dolores—carecía de uno de esos
instrumentos, decidí por mi cuenta donar uno pero, lo más importante es que
sentí el llamado de amor y solidaridad que ganó mi corazón.
En ese entonces yo tenía
un precedente cuando decidí que un telescopio sería un obsequio apropiado para
la Asociación de Aficionados a la Astronomía que se reúne en el Planetario de
Montevideo, la ciudad capital.
Eso, teniendo en
cuenta la importante labor de enseñar cómo observar el cielo y entrenar a
jóvenes en lo básico de la Astronomía y cuán útil sería proveerles de otro
instrumento de este tipo.
Ahora en Uruguay hay
dos telescopios debido a mi decisión de donarlos.
Pero en el caso de la
ciudad de Dolores, sabiendo que las instituciones educacionales usarán el
telescopio para enseñar a los jovencitos lo básico de la Astronomía, me dio una
motivación extra para llevar el segundo instrumento de este tipo.
Y ahora quiero
compartir con ustedes cuán feliz me siento por lo que he hecho. Cuán compensado
estoy por el reconocimiento de la gente de Dolores y por el uso que harán del
telescopio allí.
Estas son pequeñas
cosas que enriquecen nuestras propias vidas, que nos muestran cuán bueno es ser
generoso, y cuán agradable es tener el sentimiento de que hemos sido útiles
para otros.
Y al final, puedo
pensar que el día que no estaré más sobre la faz de la Tierra, sin embargo,
esos telescopios continuarán sirviendo por generaciones y –en cierta
forma-- continuarán diciéndoles algo de
mi.
Milton W. Hourcade
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