Cuando se utilizan
las llamadas “redes sociales” pienso que el secretismo es una antítesis de la
existencia de las mismas, y que –por tanto—no corresponde.
Si alguien se expresa
por cualesquiera de esas redes, pero sólo lo limita a un reducido número de
asociados o adláteres, negando la posibilidad al resto de los mortales de
beneficiarse o al menos curiosear su página web, sus aportes en Facebook, en
Pinterest, en Instagram, o en Twitter, pierde su tiempo, llega a muy pocos, no
se beneficia del “feedback” que puede tener, y esencialmente utiliza mal esos
formidables medios de comunicación.
Pero,
lamentablemente, hay personas que aman el secretismo. El compartir sus
pensamientos, sentimientos o inclinaciones con un reducido número de personas,
porque saben que si se exponen a que todos sepan cómo opinan o cómo piensan, es
probable que tengan reacciones o comentarios que les sean desfavorables.
Se trata –se me
ocurre—de gente acomplejada, que vive del misterio, del ocultamiento, del jugar
a las escondidas. Gente esencialmente miedosa. Y se sabe que el miedo no es
racional, aunque en circunstancias determinadas (por ejemplo, el avance del crimen)
hay razones sobradas para temer.
Son personas que
prácticamente no tienen amistades, amistades firmes, permanentes, en número
significativo. La excusa puede ser no tener tiempo, pero en el fondo, no
quieren que se sepa ni cómo viven, ni cuál es su familia, ni cuáles son sus
gustos, cuáles sus problemas, cuáles sus dudas, etc.
Personalmente,
utilizo las redes sociales y los medios de comunicación como corresponde, como
merecen ser utilizados porque para eso están.
El ejemplo más claro es este blog.
Tengo 4 direcciones
de correo electrónico. Tengo este blog que está abierto a todos para
comentarlo, aportar ideas, sugerir temas, etc.
Tengo mi periódica
contribución en YouTube, que he titulado “Compartiendo en Video”, y que cada
quien que lo desee y le interese puede ver, porque ahí trato los temas que
importan.
Tengo dos direcciones
en Twitter, y también aporto para Pinterest.
Ninguno de esos
aportes está cerrado a nadie. Cualquier persona los puede ver, compartir,
discutir, comentar.
Así entiendo se tejen
amistades, así se es gregario (que es la esencia del ser humano), así se
intercambian ideas, puntos de vista, gustos, visitas, paseos, viajes, etc.
Operar bajo el
precepto del secretismo es deliberadamente cerrarse a todo eso, y resulta
mezquino, o de última, cobarde y malintencionado inclusive.
Digo malintencionado porque se tiene el
propósito definido de hacer que otros no sepan, no se enteren, no puedan
comentar, dar un “like”, una sonrisa, o un dedito para abajo.
Usar correctamente
las redes sociales implica exponerse y ejercer el uso de esos medios con un
acendrado espíritu de apertura.
Así debe ser.
Quien en cambio opera
bajo la égida del secretismo, se traiciona a sí mismo/a, y está despreciando a
todos los demás.
Milton W. Hourcade
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