Y como hombre reconozco que la mujer que trabaja fuera del hogar, está doblemente recargada, respecto del hombre.
De ahí que una primera premisa es que los roles en el matrimonio tienen que ser complementarios. Se terminó aquello de que tales cosas corresponden a la mujer y tales al hombre. Hay que hacer de todo un poco y lo hace el que puede, según horarios, etc.
La segunda cosa, es que cuando hay hijos, esa recarga, ese estrés, esa responsabilidad, es aún mayor. Los hijos demandan educarles, enseñarles buenos modales y valores morales, y atender a sus necesidades básicas, alimentación vestimenta, salud, el colegio al que vayan.
No es poca cosa entonces, contraer matrimonio con toda esa andanada de cosas que le vienen añadidas.
Al principio la pareja está sola y puede disfrutar a pleno. Pero cuando llegan las criaturas (que deben ser planificadas y sobre todo queridas) se acabó el idilio de los dos. Ahora el factor dominante en el hogar, va a ser esa cosita chiquita pero tremendamente demandante.
Por eso que tanto o más importante que llegar al matrimonio, es el noviazgo, que hay que aprovecharlo al máximo para conocerse bien. Sin prestar atención a las presiones de familia o amistades, de quienes primero nos preguntan: ¿no tienes novio/a?, cuando le tenemos nos preguntan: ¿cuándo te casas?, y cuando se está casado inquieren: ¿cuándo van a tener hijos?. Como si esos preguntones fuesen a hacer algo por uno, en cada una de esas instancias.
El noviazgo está hecho justamente para permanecer y culminar en el matrimonio, o para romperse. Y es preferible que hayan muchos noviazgos, a uno solo, y de ahi derechito al matrimonio, para empezar realmente a conocerse después, y descubrir (tardíamente) que no eran el uno para el otro.
Son varias las mujeres que se me han acercado para decirme que se equivocaron con su marido. Que no es lo que esperaron.
Cuando se llega al matrimonio, con el correr del tiempo, mucho del romance inicial, del "glamour" de la pareja sola, se va perdiendo. Lo que se va acumulando es una rutina desgastante al punto de convertirse en un lastre. Es ahí cuando empiezan los problemas de pareja. Ahí las discusiones, los planteos diversos, los enojos. No deberían ocurrir, pero seamos realistas, ocurren.
El tema es cómo los resolvemos. Si con amor, no debe quedar resquemor, rencor, nada. Como viene, el mal momento se va. Si por el contrario eso va formando un sedimento y va quedando dentro de alguno o de ambos integrantes de la pareja, a la postre estalla.
Pero este estallido puede ser ruidoso, o sordo. Si es ruidoso, habrá una gran discusión y una ruptura. Uno de los dos opta por dejar al otro, irse a la casa de sus padres, de un amigo, o a un hotel. Puede que pasados unos días, se busque una reconciliación, y quien se fue, retorne al hogar. Pero puede que no.
Si la situación no se arregla en una conversación que puede durar horas, pero calma, tranquila, respetuosa, sobre todo analítica, entonces la pareja puede recurrir a psicólogos de familia que pueden orientarles y ayudarles a superar los problemas que enfrentan.
Si la situación no tiene solución, si el grado de saturación mutua o de uno de los dos es tal que "no aguanta más", entonces el camino más expedito es la separación y el divorcio.
Y luego, cada quien podrá en libertad buscar y encontrar una nueva pareja, o no adherirse a nadie en forma permanente, sino ir probando o teniendo encuentros pasajeros, hasta dar con la persona que es capaz de "flechar" el corazón, y entonces se inicia una nueva etapa.
Lo que no puede ser es poner el carro delante de los caballos. O sea, lo que no puede ser es andar por ahí buscando pareja cuando aún se está casado. Lo que no puede ser es jugar con los sentimientos de terceros, para luego volver o seguirse quedando con la pareja que se tenía.
Porque, una de dos: o el matrimonio andaba tan mal que se sintió el hambre y sed de amar y ser amado, o el matrimonio tenía condiciones de rescate, y por tanto no había que salirse de sus marcos para andar por ahí de aventurillas.
Y esto que digo es válido para el hombre cuanto para la mujer.
Porque no hay derecho a dejar corazones destrozados, por el egoísmo de disfrutar un tiempo de dulzura,enamoramiento y placer, y sobre todo, no es ético cometer infidelidad conyugal.
Si el matrimonio, como dije ya, no da para más, lo mejor es dejarlo. Y luego, en libertad, hacer lo que mejor parezca. Pero no antes.
Una última cosa muy importante: en el matrimonio no se puede perder el diálogo, la capacidad de ser mutuamente interlocutores válidos. Porque si el diálogo no se da, si una de las partes ni habla ni escucha, entonces se ha roto algo fundamental que es la comunicación.
Y a falta de comunicación, verificamos tristemente, que cada vez más se da la violencia doméstica. Cuando de la discrepancia sorda o de palabras encendidas, la mente se obnubila, y entra el ataque físico, generalmente del hombre contra la mujer.
Hay una forma más sutil de violencia doméstica: la psicológica. Es cuando una de las partes le dice a la otra --a la que quiere someter-- que o acepta tales condiciones, o se va con los hijos. Eso lisa y llanamente configura un chantaje.
Y generalmente cuando el hombre dice eso a su mujer, las condiciones son gravosas. Ella ha hipotecado su libertad como ser humano. Y eso es intolerable e injusto.
En la armonia de la pareja, mucho tiene que ver a veces el tipo de intimidad que la pareja vive, o no. En la confianza y la entrega total de ambos, uno al otro, no puede haber cosa que no sea posible hacer o vivir. Para eso se aman, gustan y gozan. Si se ponen límites, se están creando condiciones para que uno de los dos busque fuera del hogar, lo que no encuentra en su pareja.
También esto conlleva un desafío para el hombre. Tiene que realmente satisfacer a su mujer, y eso significa no sólo el tipo de relacionamiento en la intimidad, sino cuánto tiempo dura cada vez que lo hacen, y cuántas veces a la semana lo hacen.
No puede haber ni días fijos ni horas fijas. Pero tampoco puede haber relaciones contra reloj, breves, donde el hombre quedó satisfecho y la mujer con deseo de más, para decirlo muy claro.
Así que amigas y amigos, a "ponerse las pilas", a pensar si hay problemas o no en el matrimonio. Cuáles son las causas y las posibles soluciones. Cuánto han dialogado calmadamente y razonablemente sobre los mismos, si han llegado o no a un acuerdo, si buscarán ayuda psicológica, o si decidirán terminar la relación y quedar en libertad.
"Ah! es muy fácil decirlo así, pero cuando hay hijos, la cosa se complica", me podría recriminar alguien. Sí y no. Se complica si la queremos complicar. Normalmente los chicos quedan con la madre. Salvo que se trate de una mala persona o se demuestre que su conducta no le hace merecedora a la custodia de sus niños.
Entra claro el problema económico. Con el sueldo de ambos era posible cubrir los gastos que los chicos demandan, pero al divorciarse, el hombre debe pasar una determinada cantidad de dinero fijada por un juez, justamente para el sostén de los niños. Por otro lado, está la familia de ella, que la va a ayudar y respaldar, tal vez primero que nada, dándole un lugar donde vivir.
Y una vez libre, ella verá de encontrar a un hombre con el cual se sienta a gusto, plena, feliz, comprendida, del cual podrá enamorarse, y formar nueva pareja.
A pensar bien cada etapa de la vida, y cada decisión a tomar.