Una vasta parte de la población mundial ha enfrentado la pandemia procurando salvar su vida viviendo en confinamiento.
La llamada “cuarentena” se ha prolongado por meses –en mi caso por casi 11 de ellos— y aún estoy esperando recibir mi primera dosis, siendo que estoy dentro del grupo considerado de “alto riesgo”.
Al parecer el cuello de botella ha sido una pésima distribución, y la inexistencia de un plan bien desarrollado que permitiese el fluir rápido y eficiente de las vacunas elaboradas hacia sus destinatarios.
Ahora esa distribución no dependerá más de cada Estado sino que será hecha federalmente en EE.UU. y se piensa que con ello se acelerará el proceso por el cual las vacunas se apliquen en cantidades considerables.
Mientras tanto, la firma Johnson & Johnson ha anunciado que en cuestión de un par de semanas más estará en condiciones de entregar su vacuna.
Se habla de miles de millones de dosis, con la ventaja de que esta vacuna no demandará condiciones especiales de refrigeración para su mantenimiento, y se dará en una sola dosis.
Puede pues asegurarse que habrá vacunas en enorme cantidad y que no hay razón para que nadie quede sin vacunarse.
Pero lo más importante, no es sólo el efecto personal de inmunización de la vacuna, sino el efecto social.
Cuando suficiente cantidad de personas se haya vacunado, eso permitirá una vuelta a la vida normal que todos deseamos y extrañamos.
Y esa vuelta a la vida normal significa una vuelta al trabajo, al estudio, al funcionamiento de los comercios de toda índole, y por tanto a un fortalecimiento de la economía en general.
Aumentarán los vuelos internacionales, el turismo volverá a reactivarse, el deporte verá nuevamente estadios llenos.
Todo como consecuencia de la vacunación.
La vacuna será una fuerza liberadora en el sentido concreto de la expresión, romperá las cadenas de todo tipo que nos impuso el Coronavirus.
La vida volverá a ser feliz sobre el planeta.
Por eso, la actitud ética y socialmente responsable y consciente, es darse la vacuna. No sólo por el bien personal, sino por el bien de todos.
Milton W. Hourcade
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