De jóvenes, nos atrae la belleza física, somos apasionados, y si bien los sentimientos están presentes, son mayormente un complemento del gusto por la persona en sí. Su rostro, su cuerpo, sus modales.
Todo eso vivido paulatinamente, nos conduce a formar pareja y unirnos en matrimonio.
Así unidos, asumimos nuevas responsabilidades, pues tenemos que combinar y coordinar las actividades de cada uno.
Luego aparece la primera criatura, ya no son dos, sino tres. Y esa
criatura ejerce casi una dictadura sobre toda la vida hasta entonces llevada, la que se va a ver alterada en múltiples formas.Puede inclusive mellar sentimientos, crear fricción, y demandará el esfuerzo no sólo para velar, cuidar, alimentar e higienizar al nuevo ser, sino además, acondicionar todas las otras actividades del matrimonio a esa nueva etapa.
Pero no es un imposible, aunque si no se planifica y lleva bien, esa criatura con el tiempo va a sufrir las consecuencias de padres que no han sabido criarle adecuadamente.
Supongamos que todo va bien. Padres inteligentes saben adecuar sus actividades y tiempos, y la nueva etapa les permite aún, disfrutar la unión de ambos como elemento esencial.
Así, continuarán su vida, podrá venir una segunda o más criaturas, pero la experiencia vivida con la primera, jalonará de manera diferente la atención y cuidados a tener.
La pareja ya madura, se preguntará más de una vez, y hasta sonreirá, al acordarse de aquellos primeros tiempos, del noviazgo, de los secretos mantenidos y vividos, de las “locuras” hechas sin que sus padres supieran nada.
¿Había amor? Sí, pero más que amor –sentimiento profundo— era la atracción física, el goce, el gusto por estar juntos y la diversión.
Ahora, en la nueva etapa de la vida, cuando la pareja ha quedado sola como al inicio, pero suma décadas más de existencia, ambos se miran a los ojos, se abrazan con ternura, sienten un mutuo agradecimiento por lo que cada uno ha vivido con el otro, y aún sin decirlo, se prometen mutuamente un firme y leal apoyo para todo lo que sea necesario.
Cada parte siente que puede descansar en la otra. Que puede compartir sus sentimientos más hondos, sus dudas, sus temores, y el diario vivir con todas sus alternativas.
La salud comienza a ser un tema más recurrente, simplemente para no descuidar exámenes y acudir a los médicos cada vez que se necesite.
Pero también, planificar viajes, paseos, vacaciones. Un disfrute
placentero de la vida, sin apuros, sin urgencias, con la serenidad que dan los años, y con un cariño hermoso entre ambos, que les hace sentirse como entre algodones.El amor se amplifica, se agranda, abarca todas y cada una de las instancias de esta nueva etapa de vida, aumenta la sensibilidad, y no es nada extraño poderse mirar con ternura y sentir la profunda felicidad de estar juntos.
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