Cuando éramos jóvenes, y aún unas décadas menos, podíamos hacer planes a largo plazo.
Plantearnos un objetivo a ver totalmene realizado en 15 o 20 años. Una carrera universitaria, la edificación de una vivienda, el establecer una red comercial, un plan de viajes internacionales, etc.
Pero al llegar a la edad madura, ya no es posible tener la misma visión prospectiva.
Es necesario acotar los márgenes del tiempo, porque incluso no sabemos dentro de qué lapso podremos seguir estando sobre la faz de la Tierra.
Se nos plantea entonces una opción no muy fácil de resolver: ¿qué es lo que queremos hacer y de cuánto tiempo disponemos para ello?
Hay evidentemente una urgencia a la que no podemos escapar.
Tenemos entonces que ser muy selectivos. Tal vez confeccionar una lista se prioridades e irlas cumpliendo metódicamente, hasta agotarlas.
Si aún nos queda tiempo disponible, seguiremos trazándonos metas a corto plazo, y tener la satisfaccion de hacerlas realidad.
Ahí entran en juego factores humanos muy importantes: la familia, los amigos, nuestra lealtad a instituciones, y los relacionamientos humanos que disfrutar, y aquellos con los que --de ser posible-- haya que reparar.
Viene entonces a desempeñar un papel muy importante, en medio de todo eso, el tener paz interior.
No le debemos nada a nadie. Nuestra conciencia está tranquila.
Si hay alguna situación pendiente que de alguna manera pudiera solucionarse, hay que intentarlo, en aras de esa misma paz.
Y si la hora final se hace presente, y estemos lúcidos para verla venir, esperémosla con la tranquilidad de saber que la vida es frágil, sintiéndonos felices por todo el tiempo que tuvimos para disfrutarla, para crearla, para edificar nuestro ser.
También por haber vencido dificultades, y por habernos dado cuenta que Alguien estaba velando por sobre nosotros, porque muchos acontecimientos no habrían ocurrido tal cual lo fueron de no haber mediado una intervención por sobre nosotros, nuestras capacidades o nuestra voluntad.
Darnos cuenta de ello es esencial a nosotros mismos.
Sí, es una pena que no podamos hacer planes a largo plazo, de aquí a 30 años, porque muy posiblemente para entonces ya no estaremos.
Pero hagamos planes y cumplámonos dentro de plazos más cortos y realizables. Porque eso forma parte de vivir.
Y en todo momento tengamos presente algo: el amor es lo más importante de todo.
Amemos cuanto podamos. No nos cansemos de amar. Y vivamos el amor cuanto podamos, a todos los niveles posibles.
Que cuando se nos recuerde, pueda decirse de nosotros: vivió el amor y sembró amor.
Milton W. Hourcade
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