Texto en respuesta a la consulta que me formulaba una querida amiga.
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¿Qué es la realidad? Lo real, lo auténtico, lo verdadero, es aquello que podemos apreciar por nuestros cinco sentidos. Es ese mundo objetivo que nos rodea y envuelve a cada paso y en medio del cual desarrollamos nuestras actividades cotidianas.
Eso es la realidad.
La realidad virtual, tiene existencia en un plano paralelo, diferente, distinto. Sólo puede apreciársele por la vista y el sonido. Está compuesta de letras, imágenes, palabras y música.
Pero cuando la realidad presupone el encuentro de dos personas, de dos seres de carne y hueso, la realidad virtual se transforma casi en una ficcion, en una realidad menos que a medias. En un sucedáneo que en el fondo no hace sino fabricar una fábula, un mito, donde pueden surgir sentimientos muy genuinos y legítimos, pero totalmente inconducentes. Incapaces de modificar y cambiar situaciones cuasi congeladas.
La Internet es una herramienta maravillosa que empequeñece nuestro planeta, al punto de parecer que la otra persona está apenas detrás de nuestra pantalla. Pero cuando la realidad de kilómetros de distancia, de fronteras de por medio y de situaciones concretas ponen al tapete la verdadera faz del vínculo cibernético, entonces éste se transforma casi en un estorbo y se vuelve finalmente ineficaz.
Porque nada, absolutamente nada sustituye al encuentro personal, a la realidad de seres que se dan cita, y pueden verse y escucharse, pero también tocarse, olerse y hasta paladearse. Sí. Nada sustituye a la realidad verdadera.
Y cuando esa realidad verdadera no puede concretarse, la distancia kilométrica se acrecienta multiplicada por el factor tiempo, dando como resultado un distanciamiento creciente, donde se llega a un punto omega. O sea, al final de camino, se claudica ante el muro de circunstancias que hacen en la realidad real (valga la redundancia) imposible toda consecución de esfuerzos en pos
de una quimera.
Cierto que es hermoso soñar, cierto que es bellísimo intercambiar sentimientos que por su exquisitez, su enjundia y su sinceridad son en sí mismos dignísimos y maravillosos. Pero ellos no pueden llenar permanentemente nuestra vida, pues se agotan en nuestra PC.
La realidad demanda posibilidades ciertas de viabilizar aquello que anhelamos o queremos alcanzar.
Cuando dos personas conviven en una misma ciudad, trabajan juntas, o tienen un punto de encuentro real en una actividad social, deportiva, cultural, etc. entonces el camino está abierto a múltiples posibilidades y expectativas.
Pero cuando nada de ello es posible, la pregunta que sensatamente cada quien debe plantearse es: ¿a qué seguir?, ¿no se están haciendo más daño mutuamente quienes así proceden?, ¿acaso cada día no es una pequeña tortura, aguardando con expectativa el mensaje que termina necesitándose como una droga, para calmar la sed de sueños no realizados?
Pero la realidad es terca y dura. Nos arroja al piso y nos hace ver que debemos despertar al mundo de seres tangibles, alcanzables, en términos personales. Y no a quienes por estar lejos, o tener situaciones creadas que no están en condiciones de modificar, no pueden en manera alguna pretender forjar una relación que en sí misma resulta incongruente.
Entonces, con una gran conciencia de lo que procede como lo más conveniente, con un gran respeto de las personas entre sí, con una consideración mutua muy especial, es menester poner un punto final.
Nada de lo dicho fue falso. ¡Al contrario!, afloraron los más intensos y verdaderos sentimientos, se dijeron sin rubor las cosas más secretas, se abrieron los corazones en grado sumo, todo viajó por el espacio, llegó a un satélite y se retransmitió a tierra, y quedó vagando eternamente como realidad virtual.
Pero no más. Ya no más.
Se reforzó la autoestima, se pudo sentir que se estaba vivo y que había aún un corazón capaz de latir con una intensidad inusitada. Y todo eso tiene un valor imperecedero.
La obra fue hecha. ¡La obra fue hecha! No fue en vano. Valió intrínsecamente. Despertó la vida de dos seres. Les ayudó a conocerse mejor. Provocó una catarsis. ¡Maravillosa experiencia!
Con madurez, es hora de volver a la realidad, a la única, a la verdadera, a la que no es virtual.
enigma
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