No es el caso de decir: "Parece que fue ayer"...
Ese ayer se ha ido haciendo cada vez más lejano, y quizás por eso también, más doloroso e importante.
Alicia fue mi esposa por 39 años, y ciertamente, hoy sería una estupenda compañera de vida, si estuviese conmigo.
Con motivo de su cumpleaños, he publicado cada año una reseña de aspectos de su personalidad, de su vida, de su amor por los niños, de su dedicación al magisterio, de su enorme experiencia como educacionista.
Sensible, de buen corazón, fue una madre ideal para nuestro hijo Juan Pablo, que creció dedicándose al estudio, a jugar, y a aprender computación en los primeros inicios, cuando en Uruguay se vendían unos aparatos de procedencia británica, que funcionaban con cassettes.
Muchos de esos casettes contenían juegos, pero nuestro hijo, tomando clases de computación, fue capaz de crear su propio juego.
Todo eso alentado por Alicia y que le hiciera tanto bien a Juan Pablo, culminaría al obtener su Doctorado en Ciencias de la Computación aquí en Estados Unidos.
Pero hay algo en Alicia que nunca destaqué, y que esta vez quiero hacerlo: su belleza.
Cuando ella tenía 25 años, la conocí en una playa. Era el verano de 1969.
Poco después iniciamos nuestro noviazgo, y la foto que sigue es de un claro en un parque, ya de novios, en 1970. Nótese el anillo en su mano izquierda.
Contrajimos matrimonio el 10 de Diciembre de 1970 por Civil, según consta en Acta No. 448, y el 12 por Iglesia.
La Luna de Miel la pasamos en Brasil, con estancias en Porto Alegre, San Pablo y Río de Janeiro.
Por motivos de mis estudios de post-grado pasamos a vivir dos años (1974 y 1975) en Buenos Aires, donde naciera nuestro hijo.
Alicia avanzó en sus estudios magisteriales y ejerció la Dirección de Escuela, culminándola en la Escuela Colombia.
La obtención de mi trabajo en la Voz de América, al haber obtenido uno de los cuatro cargos de locutor internacional luego de concursar para el mismo, hizo que la familia que había quedado en Montevideo en Julio de 1989, pudiera afincarse en Estados Unidos a principios de 1990.
Nuestra vida transcurrió entonces en el Norte del Estado de Virginia, muy cerca de Washington D.C. donde estaba mi tarea.
Comenzamos alquilando un apartamento, luego adquirimos uno cercano, en la zona de Falls Church.
Posteriormente compramos una casa de dos plantas y subsuelo, en Annandale, y allí Alicia vivió hasta fallecer.
En Virginia hay múltiples parques y lagos, y uno de ellos que además exhibe una enorme cantidad de plantas y flores, todas clasificadas, es el Meadowlark Park, al que solíamos visitar. Fue en una de esas tantas visitas que obtuve esta foto. Era 1997.
Juntos visitamos varias veces Iowa City, donde llegaron a vivir Juan Pablo, su esposa Silvia y el hijo de ambos, Benjamin.
Aquí es donde estoy viviendo, independientemente del hogar de mi hijo. Tengo una hermosa casa propia, pero nada sustituye la ausencia que Alicia ha dejado.
Milton W. Hourcade