Respetarse significa ser sinceros, transparentes, realistas y pragmáticos.
¿Qué sientes? Actúa de acuerdo a lo que sientes. Deja que tu corazón te inspire. No temas hacer lo que tu corazón te dicta. Sé auténtico/a. Sé tumismo/a.
Tira por la borda los socio-convencionalismos, las hipocresías, ¡vive!, el momento, el encuentro, la hora, los días, los meses, lo que puedas, cuanto puedas. Pero vívelos intensamente, vívelos con autenticidad, sin miedos, sin rubores, sin remilgos.
Sé maduro/a, sé adulto/a, si es que lo eres cronológicamente hablando.
No pierdas tu tiempo ni le hagas perder tiempo a nadie, deshojando la margarita.
Pero no digas A para hacer B.
No digas por ejemplo: “quiero sentir todo tu cuerpo junto al mío, quiero abrazarte fuertemente, quiero morder tus labios, quiero deslizar mis manos por tu pecho, quiero….(irreproducible)”, estimulando el legítimo deseo de quien te lee o escucha, abriendo un horizonte de lo posible si estás junto a la persona a la que le dices esas cosas, porque se supone le amas, y le amas como aman los seres adultos, los seres maduros, --no los niños/as-- le amas totalmente, en espíritu, alma y cuerpo, para después arredrarte de todo ello, encogerte como un caracol arrollado en su caparazón, y desde dentro sacar un tentáculo haciendo señales de “no”.
Si te vas a temer a ti mismo/a, si te vas a echar atrás, si no te ves envuelto/a en un amor que llega a ser total, y que lógicamente tiene que llegar a totalizarse, entonces, no juegues con los sentimientos. No alientes situaciones que no te atreves a hacerlas realidad.
Y no se trata simplemente de lo afectivo-sexual, no se trata de que te ahogues en un vaso de agua, de que te hagas un mundo de lo que está ocurriendo en este mismo momento en que escribo, en todo el planeta, con millones de parejas que están viviendo su intimidad.
Se trata de que un sentimiento profundo, verdadero, un sentimiento respetuoso de la otra parte, un sentimiento que valora a la otra persona en su integridad total, en quién es y cómo es, y por eso se ha despertado el amor, es un sentimiento que se canaliza también, subrayo, también, (no exclusivamente, no preponderantemente) en la intimidad.
¿Qué se diría de dos que se enamoran sin saber siquiera sus nombres, ni dónde viven, ni qué hacen, ni cuál es su situación civil? Simplemente se enamoran, y punto.
¿Acaso todo podría ser más facil?
Pero, ¿cuán lógico es que dos personas que comienzan a tratarse no intenten conocerse más? Y acaso, en el compartir de alguna manera la cotidianidad, ¿no hay una maduración de los sentimientos, no hay un mayor realismo de lo que es la existencia, el día a día de cada uno?
Eso une más, o tiene que unir más, si realmente los sentimientos son auténticos y legítimos.
Pero eso tiene sentido, cuando es parte de un querer compartir todo.
El amor no conoce de muros. Quien pone muros, no ama. Está confundido/a.
El amor no conoce el “no”, conoce el “sí”.
El amor es darse, no reconcentrarse en uno mismo y huir.
Si amas, ama hasta el final. Ama todo el tiempo, por todo el recorrido. No te detengas a mitad de camino.
El destacado teólogo alemán Dietrich Bonhöffer, plantó una pauta ética básica, y realista, en una frase que no admite malas interpretaciones, sino una sola, una interpretación unívoca, clara, precisa, justa. Él escribió: “Ama, y haz lo que quieras”.
El “haz lo que quieras” presupone la base del amor.
En el amor, hay libertad.
El amor es una fuerza liberadora, no encarceladora.
En el amor somos.
Pero…con esos sentimientos tan sublimes, tan hermosos, tan extraordinarios, tan superiores, --cuando se les tiene y se les vivencia así— no se juega.
No se engatusa a nadie, no se le hace creer o confiar, o esperar, o anhelar, o soñar a nadie, para después decir “no”, “no voy a llegar hasta allí”, “no más”. Porque entonces destruye todo lo anterior. Es una antítesis. Destruye al ser que confió. Y cuando eso sucede, el respeto –al que me refiero al inicio de esta nota— se disolvió como aspirina en el agua. No existe más.
De modo que con los sentimientos no se juega. Tenemos que ser responsables de lo que hacemos, de lo que decimos, de lo que transmitimos, de lo que alentamos, de lo que queremos, de lo que buscamos.
Tenemos que ser sinceros con nosotros mismos.
Y tenemos que desterrar definitivamente el miedo.
El miedo paraliza, el miedo no deja ser. (¡vaya si lo sabrán los terroristas!)
Pero, ¿vas a ser tu propio/a terrorista? ¿Acaso tu “otro yo” te amenaza, te planta dudas como se plantan minas antipersonales, te ametralla con futuras incertidumbres, te pone la bomba de un fin a todo lo conocido y dado por seguro?
Usa tu inteligencia y aprende a ser feliz viviendo una realidad que nunca es simple, siempre es compleja, pero está llena de momentos hermosos y de potencialidad. ¡Vívelos!
enigma
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