Thursday, April 19, 2012

No hay que cansarse o arrepentirse de ser bueno

¿Qué hay detrás de una mente criminal?

A veces algo genético. La persona nace de padres drogadictos o alcohólicos, o malnutridos, y no recibe tampoco una adecuada nutrición desde la lactancia.

Esa persona ya nace con un defecto, una minusvalía, un déficit que no le permitirá interactuar adecuadamente con la sociedad. Temor, resentimiento, furia, todo puede darse a una para que la persona cometa sus crímenes y llegue a ser hasta un homicida.

Otras, devienen en criminales por el ámbito socio-económico-cultural en el cual han nacido y crecido. El barrio, el entorno, los amigos, que luego serán compañeros de fechorías.

Pero bien sabemos también que hay un crímen menos visible, más sutil, más delicado: el de guante blanco. El crímen económico que cobra cientos o miles de víctimas con vidas arruinadas, pero de otra manera.

Y la corrupción, la falta de valores éticos, el aprovechamiento indebido de los privilegios que da ser autoridad, detentar un cargo público, manejar mucho dinero al alcance, y las prebendas y coimas que se pueden poner en juego, todo por la desmedida ambición de llenarse de dinero cuanto antes.

Nadie realmente es más, porque tiene más.

Pero hay gente buena, esencialmente buena. De buen corazón, sencilla, leal, honesta, sincera, que quiere el bien del otro o de la otra, que puede ser alguien de la familia, pero puede ser también una amistad, o hasta alguien desconocido, y por supuesto, el ser que se ama.

Y así como los padres deben a veces repreder a sus hijos, porque les importan, porque les quieren formar como personas de bien, decentes, responsables, así también a veces uno tiene que dirigirse al ser que se quiere, que nos importa, por quien tenemos una especialísima estima, y tenemos que darle un sacudón con nuestras palabras, para que reaccione de un error. No esperando recompensa por ello, sino que lo que decimos o hacemos, le haga bien a la persona misma.

Se trata de obrar con espíritu solidario, de decir y hacer cosas por el bien del otro o la otra, sin aguardar más recompensa que tener la conviccion del deber cumplido. De que se hizo lo que había que hacer.

A veces puede no entenderse nuestro propósito o nuestro ánimo. Baste a nosotros saber por qué lo hacemos.

Pero nunca hay que cansarse o arrepentirse de ser bueno. De que de repente nos hayan mentido, de que hayan jugado con nuestros sentimientos, de que se hayan reído de nosotros, o que nos repudien sin razón, simplemente porque el ser bueno lleva tal carga apabullante de rectitud y honestidad sobre otros, que no la resisten, y entonces les rechinan los dientes, hacen muecas de enojo, y se perturban hasta volverse contra nosotros con actitudes despectivas, y palabas airadas.

No importa. Allá quienes así reaccionen.

Nosotros tenemos que vivir y hacer lo que corresponde, a sabiendas de que no todos van a tener la calidad, y capacidad de apreciarlo correctamente.

No hay que cansarse o arrepentirse de ser bueno, porque a la postre eso es lo que cuenta y vale. Vale para nosotros y por nosotros mismos. Y vale para todos aquellos a quienes alcanzamos con nuestra bondad, y ésta es bien recibida, porque es bien entendida.

Amiga, amigo, nunca te canses ni arrepientas de ser bueno/a, porque eso es lo que corresponde.
Deja que otros sigan el camino equivocado. Tú sigue el tuyo. Nunca dejes de ser quien eres, y de actuar en consecuencia, que cada quien cosechará de lo que sembró.

Como dice la ilustración de este escrito: "Donde hay humanidad hay potencial para un acto de bondad".



enigma

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