Todos cometemos errores. Y cuando realmente se trata de un error, es involuntario, no persigue el fin de hacer daño a nadie. Simplemente es fruto de nuestra torpeza o de nuestro cálculo fallido en las consecuencias de lo que hacemos.
Suele ser eso cuando decimos: "¡metí la pata!".
Luego nos sonrojamos, nos damos golpes en la cabeza, y nos decimos "tonto, estúpido, grandísimo tonto ¿qué has hecho?"....pero ya es tarde, el error está cometido.
¿Podemos hacer algo cuando se nos presenta una situación así?
Sí podemos:
1) Reconocer que nos equivocamos, que cometimos un error.
2) Pedir sincero perdón a la persona que hubiese sido afectada por nuestro error, y
3) Prometernos solemnemente que jamás lo volveremos a cometer.
Sólo así es posible reparar un daño hecho involuntariamente. Sólo así se redime el error cometido.
La conciencia de haberlo hecho, es el peor acusador que podemos tener.
Las consecuencias del error cometido, constituye nuestro peor castigo, por el cual sufrimos.
La cuestión entonces no es condenar, la cuestión es levantar al caído, es darle otra oportunidad, es restablecer su esencia de ser humano, su mismísima dignidad. O sea: ¡perdonar!
En una palabra, dar otra oportunidad.
Cuando se ama se comprende, cuando se ama no se toman en cuenta los errores, cuando se ama se perdona.
Pero debemos todos, todos, ser conscientes no sólo de los errores que hemos cometido, sino de que todos cometemos errores, y que todos debemos disculparnos mutuamente.
Porque es bueno que en el relacionamiento entre los seres humanos impere la armonía y la paz.
enigma
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