A mi me gusta la gente abierta. La gente que no se esconde, que no vive reconcentrada en sí misma, en el pequeño mundillo de su casa, su trabajo, sus muy contadas amistades y la familia directa.
La gente que sabe hacer y aceptar la amistad. La gente que amplía los horizontes de su vida, la gente capaz de arriesgarse, de asumir la vida como un confiar, y a la vez un compartir.
Compartir de penas y alegrías. De problemas y de soluciones. Del presente y de un futuro posible.
Abrirse, significa abrir el corazón a lo que otros nos pueden decir, comentar, sugerir, aconsejar, orientarnos y hasta ayudar económicamente.
Abrirse, significa ampliar el número y calidad de nuestras relaciones, y no rechazarlas cuando se nos ofrecen.
Quedar enquistado en lo de uno, como si fuese una especie de invisible fortaleza inexpugnable, es ridículo.
Y me duele cuando personas que pueden abrirse a tener una amistad, la rechazan, sin siquiera conocernos, sin habernos tratado jamás en persona, sin saber de qué fibra estamos hechos. Y más me duele, cuando --como en un caso específico que no voy a mencionar-- tenía la posibilidad concreta de ayudar a alguien.
Alguien que a la edad en que está, y en el país en que habita, le es seguramente muy difícil encontrar un empleo que le permita sustituir el que perdió. Alguien que por amor propio, por una legítima autoestima, debería exigirse darse una nueva oportunidad.
A veces para ello se necesita el capital que no se posee, y algún otro tipo de ayuda. Yo estaba dispuesto a ello, si la persona hubiese sido abierta. Pero esta persona en particular, se cerró bajo su caparazón, como un caracol.
¡Lo lamento! No me olvido del mandamiento de amar a mi prójimo, y éste era el caso.
Tal vez, si la persona de marras hubiese sido abierta, y hubiese aceptado iniciar una amistad sincera, pues me hubiera ido conociendo, y hubiésemos seguramente terminado como grandes compadres.
En fin. Cada quien elige en parte su destino, su derrotero, a dónde quiere llegar, cuánto puede ascender, qué seguridades económicas le puede dar a su familia.
Yo, sigo siendo el mismo, ayer, hoy, y mañana. Si alguien quiere decirme algo, sabe dónde encontrarme. Soy buen oidor, y soy buen interlocutor.
Vengo de una de las más grandes decepciones de mi vida.
Aparte de eso, me importa que quien rechazó ser mi amigo, se dé cuenta que se equivocó fiero conmigo. Tenía algo importante para sugerirle, y estaba listo a ayudarle. Ahora no lo haré. Sólo le diré que tenga cuidado, que no se deje confundir.
Si me lee (y espero que lo haga) ¡le deseo lo mejor!.
enigma
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