Me gusta volar, y aunque esas horas son cansadoras, da gusto llegar a destino para encontrarse con familiares y amigos.
Emprender mi viaje anual a Montevideo, Uruguay, significa reunirme nuevamente con mi madre, con sus 100 años y medio de edad.
Tener gratisimos encuentros con gente amiga, ya sea individualmente, en grupo o con familias muy queridas.
Implica encontrarse con quienes compartimos temáticas afines para buenas reuniones de análisis y discusión de aspectos específicos.
Y de pronto, se da la oportunidad de viajar a Punta del Este, y poder dar un par de conferencias ilustradas con imágenes en Power Point, con finalidad educativa.
Y otras actividades que pueden surgir, sin descartar un cruce del Río de la Plata, para visitar a la familia de mi hermano en la Argentina, y encontrarme en Buenos Aires también con amigos.
Todo eso supone para mi un viaje al país que me vio nacer y donde viví hasta mis 49 años.
Y por supuesto, conocer gente nueva, trabar nuevas amistades.
Por sobre toda esa actividad y durante el tiempo que esté, cubriéndolo todo como un gan manto existencial, está el verano. Sol, playa, calor.
Voy --también es honesto decirlo-- escapando al invierno de Virginia, donde las nevadas son frecuentes, y las temperaturas bajo cero,lo normal.
El conjunto de todos los elementos a los que me he referido, más los que puedan surgir, hacen del viaje una pequeña aventura, y una ocasión para expectativas, y nuevas experiencias.
Espero aprovechar este viaje al máximo. Estando allá, ya tendré oportunidad de ir compartiendo cosas con ustedes.
Este blog no va a ser un libro de bitácora, pero tendrá apuntes sobre cosas diferentes que pauten mi estadía en el Sur.
enigma
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