Pero por sobre todas las cosas, se celebra el Amor. Ese sentimiento único, especialísimo, exclusivo, que nos define y caracteriza como humanos.
Cuando dejamos de amar, cuando ponemos en marcha el desamor, poco a poco nos des-humanizamos. No darse cuenta de ello es una grave torpeza. Eso conduce y provoca desolación.
El amor lleva a que uno se dé por entero. A que uno viva pendiente de la otra persona. A que haga por ella todo cuanto le satisfaga y la haga sentir feliz.
El amor conlleva una cuota de sacrificio propio, pero vivida voluntariamente y con gusto.
Quien ama sabe que todo eso es verdad.
No hay sentimiento más excelso y hermoso, y vivencia más agradable y gratificante que vivir el amor, que estar enamorado, que hallarse en medio de un romance.
Eso tiene toda la fuerza inmensa e inconmensurable de lo que el ser humano es capaz de desarrollar. Eso nos identifica, eso expresa lo que somos, cómo somos y quiénes somos.
¡Ay, de quienes tienen miedo a vivir el romance y a estar enamorados! ¡Ay, de quienes se arrepienten de haber amado con todo su ser! ¡Ay de quienes se piensan sin sangre!
El amor nos demanda y exige autenticidad.
El amor no se miente, no se disfraza, no es un juego.
Cuando amamos, somos verdaderamente nosotros mismos.
Sólo así somos nosotros mismos. Todo lo demás es rutina, la degastante obligación de cada día, la vida metida en un molde que se repite cotidianamente.
El amor trasciende ese molde, lo supera largamente, y nos permite reencontrarnos con nuestra más legítima personalidad.
¡¡¡Viva el amor!!!
enigma
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