Las palabras son herramientas que nos permiten comunicarnos, expresarnos, compartir nuestros pensamientos y sentimientos.
Las palabras son un vehículo socio-cultural.
Nos basamos permanentemente en ellas para vivir.
Aún los mudos, por señas, se comunican con el mundo y el mundo con ellos.
El lenguaje es parte de nuestro ser.
Pero hay momentos y circunstancias en la vida, en que las palabras huelgan, en que no es menester decir nada, pues todo resulta demasiado explícito.
Mas hay otros momentos y circunstancias, tan conmovedores, tan profundos, o tan maravillosos, que las palabras no alcanzan, no son suficientes, o más bien, no hallamos palabras que puedan adecuadamente permitir expresarnos.
La fuerza de cuanto sentimos rebasa totalmente nuestra capacidad de decir, y se abre entonces un silencio, un silencio que no es vacío, sino un silencio pletórico de significado, un silencio lleno, tan lleno que revienta y nos supera.
Quisiéramos poder conectar electrónicamente nuestro cerebro al de otra persona a quien queremos hacer saber qué sentimos y pensamos, para que su cerebro le permitiera captar en su completa dimensión cuánto llevamos dentro.
¡Ah, si ello fuese posible!
Entre tanto, son también esas veces cuando quedamos apabullados por los pensamientos y sentimientos de otros/as hacia nosotros.
Es tanto lo que nos dan, lo que nos brindan a raudales, hermosamente, que no atinamos siquiera a poder de alguna manera corresponderles.
Pero sí tenemos claro, bien claro y nítido, cómo y quién es cada quién.
Entonces agradecemos sus expresiones. Sus prosas y poesías, sus canciones dedicadas expresamente, sus chats, y sus búsquedas, y los encuentros.
Es en medio de estas estupendas experiencias que siento el gozo de vivir, de estar aquí, de saberme en este planeta azul, y siento también un agradecimiento que con humildad declaro “urbi et orbi”, por todas y todos quienes me proporcionan tanto.
enigma
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