La aurora es cuando el Sol despunta al alba. Es el anuncio de un nuevo día.
Una nueva jornada en nuestra vida. Una nueva página en blanco, que Dios nos abre para que la escribamos con lo mejor de nosotros.
Y lo mejor de nosotros, siempre será el darnos generosamente, el acudir en ayuda de los necesitados, el no olvidarnos de los que la sociedad margina, el tener sentimientos bien fuertes, y no tener miedo de tenerlos. Y por sobre todo, amar, amar, y amar.
Cada día tenemos que levantarnos dando gracias por la posibilidad de vivirlo. Si con salud, tanto mejor.
Cada día tenemos que comenzar perdonándonos a nosotros mismos, sabiendo que nuestra mayor fortaleza consiste en que somos débiles, e imperfectos, e impuros, sí, si nos comparamos ¿con quién?, no con otros congéneres, sino con Jesús.
Pero sabemos que Jesús es inalcanzable, de modo que debemos conformarnos con lo que nuestra estatura humana nos permite llegar, siempre intentando ir a más, y no a menos.
El apóstol Pablo lo describió muy bien en un pasaje de su Carta a los Filipenses, en el Capítulo 3, los versículos 13 y 14:
“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta….”
Perdonarnos pues a nosotros mismos, es parte del cumplimiento del segundo mandamiento: “como a ti mismo/a”, así es como debemos amar al prójimo. Si no nos amamos o nos amamos muy poco a nosotros mismos ¿cómo y cuánto podremos amar al prójimo?
Amarnos a nosotros mismos es sentirnos felices y gozosos por lo que somos.
Sentirnos felices de nuestro cuerpo. Mirarlo, y admirarlo.
Sentirnos felices de nuestra salud.
Sentirnos felices de todas las cosas que podemos hacer, y de todo el conocimiento y la experiencia que hemos podido acumular.
Sentirnos felices de tener buenos sentimientos, de amar a nuestros seres queridos, de amar a quien ocupa un lugar en nuestro corazón.
Sentirnos felices de poder vivir el romance, y también la pasión.
Sentirnos felices de ser quienes somos, un hombre, o una mujer.
Y a partir de ahí, estar abiertos a una sociedad que nos necesita, nos quiere, nos busca, nos reclama y espera de nosotros.
Y también estar abiertos a sentir al corazón que vibra y late junto al nuestro, casi como si fuera el nuestro propio.
A descubrir las sutiles coincidencias que nos hacen uno, capaces de vencer distancias y trabas o dificultades. Y no temer.
No temer ser nosotros mismos. No temer ser auténticos. ¡No temer ser humanos!
Por tanto, imperfectos sí, falibles también. Sabiendo que podemos caer, pero tenemos las fuerzas para levantarnos. Sabiendo que podemos equivocarnos y luego enmendar el error.
Sabiendo que tenemos un manojo hermoso de dulces y tibios sueños que podemos hacer realidad porque están a nuestro alcance, si queremos y nos atrevemos a vivirlos, y no sólo a soñarlos.
La aurora es el despertar de un nuevo día.
¿Cómo te tratarás hoy a ti mismo, a ti misma? ¿Cómo harás de este día, un gran día?
Perdónate y perdona. Ámate y ama.
¡Que tengas una jornada feliz!
enigma
No comments:
Post a Comment