Esta especie de lema, o de principio ético que refleja un claro sentido de responsabilidad personal, ha sido algo que siempre he tenido en cuenta en mi existencia.
Recuerdo cuando en la época de estudios pre-universitarios, había un período de exámenes en Febrero, en pleno carnaval.
Apenas a unos 100 metros de mi casa, pasaba un desfile de carrozas, y la gente disfrutaba ruidosamente la fiesta en las calles.
Un amigo de entonces y compañero de estudios, en tanto, estaba reunido conmigo, para preparar un examen de Historia Universal.
No nos distrajo la fiesta callejera, no nos atrajeron la música y la algarabía de vecinos.
Nosotros estábamos empeñados y concentrados en lo que era nuestra obligación: estudiar y salvar el examen.
Y eso justamente ocurrió. Luego, tuvimos tiempo de festejarlo legítimamente.
Muchos años después, y aquí en Estados Unidos, me ha tocado en el ámbito de mi labor, poder participar de diversos festejos: cumpleaños, reuniones de bienvenida o despedida de alguien, y por supuesto Navidad y Fin de Año.
Esas reuniones siempre tienen lugar durante horas de trabajo, cuando hay que preparar material para boletines informativos cada hora, y grabaciones para programas que se transmitirán más tarde, etc. porque estoy en ámbito del periodismo radial y de televisión.
Así las cosas, es cuando a veces he compartido con los compañeros lo que he acuñado como una especie de lema, que aplico primero que nada a mi mismo: “primero la obligación, después la diversión”.
Si me integro totalmente a la fiesta, entonces ¿quién va a realizar la tarea que me corresponde?, y ¿cómo justificar luego que algo no se hizo?
No, la responsabilidad indica claramente que hay que cumplir con aquello con lo que uno está comprometido, y hay que hacerlo a cabalidad.
Una vez que eso se ha hecho, entonces sí, pueden abordarse actividades más placenteras y que son como una recompensa a nuestro esfuerzo.
Pero no antes.
Y esto obviamente se aplica a todos los órdenes de la vida.
Las responsabilidades y compromisos que hemos asumido los debemos cumplir totalmente, hasta el final.
Luego hay tiempo para disfrutar, para ocuparnos de otros menesteres, para abordar otros temas, asuntos, actividades que nos gusten, atraigan o llamen la atención.
Pero no antes.
enigma
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