Un ser humano, y especialmente un ser humano bueno, tiene un valor infinito.
La Biblia nos dice que Dios sacrificó a su único hijo por la humanidad, para que ésta llegase al cúlmen de sus posibilidades.
Y cuando se vé, como me toca a mi, a un ser humano valioso, afectado por un mal que aparentemente no se puede derrotar, ante el cual la medicina no ha aplicado toda su potencia, toda su capacidad de investigación, y los laboratorios no han invertido más por dar con verdaderas curas, uno siente una enorme frustración, una sensación de impotencia que quisiera cambiar por la de una esperanza cierta.
Quisiera que llegara a mi una voz experta, amiga, solidaria, capaz de decirme tal vez, en tal lugar hay una cura, cierta, verdadera.
Quisiera que el Ser en Sí obrara un milagro de remisión, y que su piel se volviera nuvamente lisa y suave, y que no sufriera, no sintiera dolor, ni molestias.
Pero esas cosas no pasan, no sucenden tan lindas, color de rosa, como las suelen pintar esos predicadores televisivos, que venden la fe como si fuese un perfume o un jabón de moda.
La realidad de la existencia tiene sus profundos tonos dramáticos de los que pocos podemos escapar en alguna instancia. Y cuando ellos arremeten, sentimos como un gélido invierno en el alma.
Y a pesar de que tratamos de movernos en sociedad como si nada pasara, como si pudiésemos a cada instante estar superando nuestro drama personal, sin embargo no es así.
El drama está, el dolor espiritual, está.
Y en ella, el dolor físico. La tensión nerviosa. Y aún así, la búsqueda de vivir lo más normalmente posible cada día. De no darse por vencida ni derrotada.
¡Ah, qué fuerza tremenda la suya capaz de seguir con bravura adelante!
Yo la admiro, me siento sobrecogido por su actitud positiva, y por otro, superado en buena medida, porque no creo que personalmente fuese capaz de actuar como ella.
Y por todo eso, me van a perdonar si les digo que en momentos solitarios y de silencio, se me escapan lágrimas de mis ojos, y estalla una tristeza contenida durante el día.
Valiente Alicia, esposa mía, mi corazon está contigo.
enigma
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