Así es como me siento: vacío.
Hoy no tengo ánimo de escribir. Hoy me falta la inspiración, o tal vez me sobra, pero es tanto lo que tendría que decir, que por abrumador, elijo callar.
El silencio tal vez, sea más elocuente que mil palabras.
Hoy estoy llamado a silencio.
No es el silencio fecundo de la reflexión. Esa ya está hecha.
Es el silencio ante un presente que es como un tembladeral, y un futuro que es como una bruma a través de la cual no se atisba nada.
Son horas aciagas. Son horas terribles.
Las comparto con Uds. de corazón a corazón.
Discúlpenme.
Hoy no tengo nada para poderles decir, que no es lo mismo que no tener nada para decirles.
He elegido el ostracismo de este silencio.
Tal vez sea el mejor, tal vez, lo mejor.
Sólo quisiera agregar algo: si en alguna medida o manera, a alguien he ofendido, pido mi sincero perdón.
Como humano, estoy expuesto a errar, y a veces los errores que uno comete pueden ser relativamente grandes o significativos.
A veces, escuchar al corazón antes que al cerebro resulta riesgoso.
Y de pronto, uno corre el riesgo de un desbalance.
Cuando las aguas vuelvan a su nivel normal, terminen de agitarse, y todo quede en calma, tal vez, pueda volver a compartir con Uds. las cosas que me caracterizan.
Pero por favor, no deseo ser pensado o recordado por nadie, con rencor, con ira, con desprecio.
Todos, absolutamente todos, cometemos errores. Y debemos sabernos tolerar, entender, y aún sin entender, perdonarnos los unos a los otros.
Porque ese es el único fundamento de la reconciliación, de la concordia y la paz.
enigma
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