En la política, uno a veces tiene que hacer opciones, y adopta a un candidato, y vota por él. En el voto va depositada una cierta confianza, y sobre todo, la esperanza de que su gestión sea buena, mejore una situación, y por sobre todo, que cumpla con sus promesas electorales.
Pero ¡cuidado!, no se puede hacer del candidato un ídolo ante el cual se rinde una a-crítica o irracional aprobación y dedicación.
Seguramente que llegado a su cargo de gobierno, va a cometer errores.
Seguramente también que quedarán atrás incumplidas, unas cuantas promesas electorales. El político siempre tiene su suficiente habilidad mental y locuacidad como para excusarse, o querer convencer de por qué ciertas cosas quedaron por el camino.
Por eso, jamás, jamás, se puede hacer de un ser humano, un ídolo, un intocable, un no criticable, alguien al que hay que seguir ciegamente, se equivoque o no, haga cosas deliberadamente fuera de lo que se pensaba iba a hacer, tenga actitudes reñidas con la imagen que proyectó, etc.
Hay que tener en cuenta que detrás de todo político, y especialmente cuanto mayor es el cargo a que aspira, hay toda una tremenda maquinaria de publicidad que va a usar todas las tácticas, todos los subterfugios y a valerse de todos los medios, para crear una imagen sanitizada, perfecta, del candidato. Desde la presencia, a su simpatía, su sonrisa, su vestimenta, etc.
Los discursos son preparados por expertos, y ensayados en los gestos hasta los mínimos detalles. Por eso tanto actor resulta ser un buen político. En el fondo, mucho de los profesionales de la política podrían estar en el teatro o en el cine. ¡Tal vez fueran de más provecho e hicieran menos daño a millones!.
De modo que hay que precaverse de la elaboración profesional, de la fabricación de una imagen y de un candidato/a. Porque es eso: no algo auténtico, sino un producto elaborado.
En otro nivel, sin la importancia ni la trascendencia que tiene el área polítca, están las admiraciones por un artista, o un deportista.
Ahí la maquinaria publicitaria también funciona, y ¡vaya si luego hay decepciones enormes! ¿Acaso habrá que citar a tantos “héroes” con los pies de barro, que han terminado declarando que usaron esteroides para mejorar sus performances?
¿Qué pasó con el sonado caso del extraordinario toletero Mark McGuire?, ¿y cuál no fue sino el desmayo de sorpresa cuando el campeonísimo André Agassi admitió haber usado cristales de metanfetamina para mejorar su rendimiento en tennis? Y ¿qué podemos decir del multimedallista olímpico de natación Michael Phelps, a quien encontraron fumando marihuana?
Y en otro orden, ¿qué decir de los amoríos extra-maritales de Tiger Woods?
¡Cómo se caen a pedazos aquellos que tenemos por “héroes”, aquellos por los cuales hinchamos, y victoreamos con ganas, y les creemos fantásticos!
Sí. Este es el verdadero rostro del ser humano: imperfecto, pobre, limitado, y –cuando exigido-- llevado a usar sustancias que amplifican de momento la capacidad física, para lucimiento ante las tribunas. Trágico drama, tras bambalinas.
Lo mismo podríamos decir de actores y actrices o cantantes, cuyas vidas son un verdadero desastre.
Lindsay Lohan y su drogadicción, otros con sus borracheras consuetudinarias, Elvis Presley, pasado de un cóctel de medicamentos, al igual que Marilyn Monroe, y tantas y tantos otros, de los cuales no sabemos, pero que están en situaciones similares.
Un mundo de claudicación a la autenticidad.
Las personas no son lo que aparentan, ni tienen realmente las capacidades que lucen. Es todo logrado artificiosamente. No es algo genuino, honesto, decente.
Un mundo de inmoralidad, finalmente, donde al parecer lo que cuenta es ganar (ganar la elección, la carrera, el partido, los Grammy, el Globo de Oro o el Oscar) no importa cómo, a qué costo personal, o qué cuota de muerte se ha pagado ya por ello.
Un mundo de deslealtad, donde la competencia no es sincera y honesta, sino totalmente tramposa.
Por eso, amigas, amigos, jamás hay que hacer un ídolo de ningún ser humano.
De ninguno. Porque todos tenemos defectos, todos somos imperfectos, todos tenemos limitaciones, confusiones y desvíos.
Pero especialmente aquellas y aquellos que pretenden conquistar nuestra adhesión, en el campo que sea, han de resultar más dificiles de transformar en ídolos, si tenemos en cuenta la realidad.
Las adhesiones son posibles, pero limitadas a un momento, a un tiempo, o a la verificación, andado el camino, de que efectivamente la persona merece nuestra confianza. Y eso tiene que estar bien probado.
Si no, hay que considerar a cada quien como lo que es, un ser humano, pero nada más.
Y alguien me dirá: ¡pero hay seres humanos extraordinarios!, --o los ha habido--.
Y no lo niego. He conocido personalmente a algunos, y así y todo, han tenido sus defectos, y por supuesto, han cometido errores.
La única diferencia es que han sido auténticos, es que han tenido la honestidad de admitir que se equivocaron, y por sobre todo, han sido humildes. Ahí empieza la primera auténtica grandeza humana.
enigma
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