Saturday, January 30, 2010

MOMENTOS EN QUE QUEREMOS DECIR ¡BASTA!

¿Nos hacemos tiempo para preguntarnos “qué es vivir”?

¿Nos hacemos tiempo para contemplar nuestra propia vida, el trajinar diario, y por un momento hacer una pausa, y objetivarnos, como si estuviéramos viendo una película de nosotros?

Si lo hacemos, tal vez nos sorprenda que nuestro “vivir”, no es realmente vivir, sino morir casi a cada minuto, y a cada hora, y a cada día.

Muchas veces he dicho que “la rutina mata”. La rutina destruye la vida de pareja, la vida en familia, porque hace todo tremendamente igual cada día, horriblemente semejante, aburridamente similar….y vivir, verdaderamente vivir, es otra cosa. Es lo irregular, es lo diferente cada jornada, es lo insólito, lo no planeado, o lo planeado de manera totalmente diferente. Es hacer de cada día algo original.

Pero cuando objetivamos nuestro día a día, nos damos cuenta que ni siquiera somos dueños de nosotros mismos. Otros marcan el ritmo de nuestro levantar y nuestro acostarnos. Otros demandan de nosotros nuestro talento y absorben nuestras mejores energías, otros nos “matan” cada día, matan el yo auténtico que hay en nosotros, para moldearnos conforme sus intereses lo demandan.

Se apoderan, se adueñan de nuestro ser y nos hacen ser lo que ellos quieren o necesitan. No somos nosotros, ¡somos ajenos a nosotros mismos!

Tal vez el principal causante de todo eso es nuestro empleo.

Sí, claro, de algo hay que vivir. En la sociedad en la que estamos y tal cual estamos, no tenemos o no se nos ofrece otra alternativa que trabajar para poder vivir, para obtener un ingreso que nos permita invertir en las cosas que necesitamos, desde las más básicas, hasta aquellas que no por sofisticadas o tecnológicas, dejan de ser también una necesidad, pues no somos después de todo ni tan pedestres, ni tan simples.

Pero….¿cómo ser nosotros mismos?, ¿cómo romper la rutina?, ¿cómo aplicar nuestros talentos, nuestras energías, nuestra capacidad toda a aquello que nos gusta, que es una prolongación de nosotros mismos en la sociedad?, ¿cómo hacer que no nos marquen el despertar y el dormirnos, sino que seamos dueños de nosotros mismos, y por tanto de nuestro día a día y de nuestro destino?

¿Cómo ir sustituyendo el hacer para otros, por el ser por y para nosotros mismos?

He aquí el dilema, he aquí el problema tal vez por primera vez, claramente planteado.

Personalmente, esas crisis de identidad, determinaron que a lo largo de mi existencia cambiara de empleo cada 8 o 9 años. No, yo no puedo decir que ingresé a un tal ámbito de trabajo y ahí me he quedado. Cambié, cambié mucho, no sólo de lugares, sino de tipo de tareas, de estilo de labor.

Me ayudó, me hizo crecer internamente. Aumentó mis experiencias en ámbitos muy diferentes unos de otros.

Pero me dio algo más, me dio un sentido equilibrado y justo de mi auto-estima.

Detesto el ocio, el no hacer nada. Eso no es para mi. Soy esencialmente activo, desde mi mente, recorriendo todo mi cuerpo. No puedo hacerle lugar a la indolencia, y la improductividad.

Pero, para crecer en ser, el hacer tiene que compadecerse de uno mismo. Tiene que estar en acuerdo, en sintonía.

Por eso, tal vez, hay un momento en nuestra existencia en que debemos decidir hacer ciertos cambios fundamentales. Cambios transformacionales.

Y uno de esos cambios que hoy día cada vez más personas realizan, es crear una mini-empresa, y ser nosotros dueños completos de nuestro quehacer, de la toma de decisiones, de nuestros horarios y nuestros descansos, que son también absolutamente necesarios.

Descansos no para no hacer nada, sino descansos activos, para salir de viaje, para una escapada de un fin de semana, para el disfrute de un lugar que hemos frecuentado poco o donde nunca estuvimos. Una forma de “recargar baterías”.

Lo otro que es posible, es buscar un contrato, donde hagamos lo que mejor sabemos, lo que nos gusta, en un ambiente en que nos sintamos cómodos, y dentro de un horario que no nos cree tensiones, que no nos apremie, que lo acomodemos a nuestro diario vivir para que no entre en conflicto con otras cosas que tenemos que hacer.

Eso en primer lugar, nos da más tiempo para ser quienes somos y atender nuestros asuntos personales. En segundo lugar, termina con nuestro estrés, por lo que nos añade salud, en el presente y para el futuro, un futuro que nunca debemos olvidar.

Nos proporciona un equilibrio mental y espiritual que necesitamos, nos da tiempo para pintar, ejecutar música, hacer una lectura, ver esa película que nos interesaba, o el cantante que se presenta en el teatro o el estadio. Jugar nuestro partido de tennis o de basketbol, relacionarnos más con nuestras amistades y hacer amistades nuevas, socializar más.

Y al cabo de la jornada, sentir que hemos sido mucho más nosotros por nosotros mismos, que para otros. Que no han sido otros los que dictaron nuestra agenda. Que estamos ganando control de nuestra propia existencia.

¡Que al fin comenzamos verdaderamente a saber y saborear lo que es la libertad!

Porque nacimos para ser libres, no esclavos. Y nuestra sociedad tiene miles de formas sutiles y adornadas de mantenernos en esclavitud.

Por eso, hay momentos, o un momento en nuestra vida, en que estresados al máximo, durmiendo poco y mal, alimentándonos deficientemente, corriendo de un lado a otro para cumplir los compromisos que otros nos determinaron, sintiendo que la vida misma se nos escurre de las manos como el agua, desde lo más profundo de nuestro ser surge potente un grito que quiere proclamar “urbi et orbi”: ¡BASTA!

Y entonces ante nosotros, diáfano, claro, luminoso, se nos abre el nuevo camino a andar. Es como una amplia autopista pulida y limpia. No transitada.

Si nos decidimos a andar por ella, nunca más miraremos para atrás. Después de todo ¡ni querremos hacerlo!

enigma

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