Saturday, July 10, 2010

Abriendo las puertas a la espiritualidad

Muchas personas en la actualidad, especialmente personas de edad madura-joven (entre 40 y 50 años) se definen como “espiritual pero no religioso/a”.

Y si uno hace un relevamiento aún no sistemático, descubre que la gran mayoría reconocen haber sido católico-romanos, o protestantes, pero que han superado o trascendido la afiliación religiosa formal, y no desean volver a ella, pues han abrevado en otras fuentes (el budismo por ejemplo), y han llegado a tener una apertura mental que –quizás— les prepara mejor para la vida de cada día, para su mundo de trabajo y competitividad.

No es que tal vez hayan dejado de ser personas cristianas, por ejemplo. Pero ya no sienten la necesidad de una afiliación a una iglesia determinada, la etapa iglesia ha sido cumplida y superada. No les ha dado lo que necesitaban, lo que esperaban.

Personalmente sostengo que ni la misa católico-romana, ni el servicio religioso protestante, pueden satisfacer las demandas, necesidades espirituales, y la formación que la mujer y el hombre de hoy necesitan.

En la actualidad, hay que brindar la oportunidad de una práctica espiritual superior, que dé lugar a la lectura, la meditación y la oración, y a los ejercicios espirituales adecuados para la preparación y formación de la persona.

Por otra parte, hay que dar lugar al diálogo, a la reflexión en profundidad, y para todo eso, ni la misa católico-romana, ni el culto protestante proveen el ámbito adecuado.

Entonces se ha producido un vacío muy grande, y uno verifica como una enorme masa de personas, en edad activa, que están volcando su trabajo y talento a la sociedad cada día, se consideran a sí mismas espirituales, pero no religiosas, en el sentido de no querer ya ser consideradas como perteneciendo a una determinada denominación religiosa.

Eso es un signo de apertura.

Pero también de una apertura que sin un guia, sin una ayuda y una orientación, puede perder a la persona en un fárrago de sectas y grupos extraños que abrevan de la necesidad de espritualidad del ser humano, pero que no crean sino gran confusión y caos espiritual, a la postre.

Por otro lado, no tiene por qué haber un divorcio entre la vida espiritual y la ciencia, y sin embargo, ello ocurre con las iglesias tradicionales, así como ocurre un divorcio entre la vida real de cada día, que le toca vivir a cualquier persona en la sociedad, y los planteos desasidos de la realidad y fuera de contexto, que las iglesias proclaman.

Por otra parte se suman los escándalos eclesiásticos y las deformaciones de criterio de las iglesias en general.

Unas por extremadamente conservadoras al grado de la idolatría, un absolutismo cuasi fanático, y un consevadurismo al punto del absurdo.

Otras por un liberalismo incompatible con los principios éticos que están a la base de la fé que proclaman, y que dan como resultado que desde obispos y pastores hasta laicos, se admita a cualquier clase de persona, con cualquier estilo de vida.

Ni unas ni otras son fuentes de espiritualidad adecuada, ni lugares donde el hombre y la mujer de hoy pueden sentirse confortables, y encontrar el alimento espiritual que buscan y anhelan.

Por eso, son cada vez más las personas que se declaran como espirituales, sin pertenecer a una denominación religiosa en particular. Y de hecho, no pertenecen a ninguna.

Para pensar…

enigma

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