Me confieso un hombre de fe.
Sé positivamente que los seres humanos estamos tremendamente limitados para comprender muchas cosas, para entender las leyes que rigen los acontecimientos, y porque no las podemos siquiera intuir, y menos expresar matemáticamente, hablamos de casualidades, de coincidencias.
A veces la fe nos concede el privilegio de descubrir un sentido en las cosas que nos ocurren, el algo que es para algo, y entenderlo, ver su propósito y la finalidad que lleva, y sentir que sabemos dónde estamos parados.
Esa certidumbre, cuando se tiene, es hermosa, porque nos da una enorme paz interior, y la tranquilidad de que sabemos dónde estamos y hacia dónde vamos, qué somos y qué llegaremos a ser.
Pero otras veces nos invade la ceguera total. No vemos aunque intentamos ver. No escuchamos aunque prestamos atención. No nos viene dado ningún mensaje, ni ninguna luz ilumina nuestro camino como para discernir claramente el presente, y ver suficientemente el futuro.
Y ahí es cuando muchas cosas que giran en torno nuestro, y que a veces tendemos a dar por seguras, a contar con ellas, se nos transforman en un verdadero acertijo. ¿son tal y cual las percibimos, o nosotros las percibimos de una manera que no se corresponde con la realidad?, ¿nos estamos engañando, estamos sin querer haciéndonos una trampa al solitario, o qué?
Si quienes se vinculan con nosotros son sinceros a cabalidad, no nos mienten, son transparentes, y son coherentes, pareciera que uno tiene ciertas bases para saber dónde se está y qué se puede esperar.
Pero a veces el terreno no es tan cierto como nos puede parecer. A veces se parece más a un tembladeral, o a un pantano que nos puede ir tragando de a poco. Creímos pisar tierra firme, y caímos en un peligroso lodazal.
La existencia del ser humano no es fácil. Está llena de posibilidades complicadas, de caminos tortuosos, de cosas que nos resultan difíciles de asimilar o de aceptar.
Pero es cierto que nuestro espíritu nos conduce a no conformarnos, a luchar, a derrotar uno a uno los obstáculos y a vencer.
Por eso tal vez, para no sólo querer creer, sino poder efectivamente creer, es necesario estar frente a frente, mirarse a los ojos, y dejar que de los labios sólo surja la verdad.
Entonces podemos decir: "Quisiera creer...quisiera creer que los sentimientos que me proclamas son verdad, quisiera creer que es cierto cuando me dices "te quiero", quisiera creer que me añoras, anhelas y deseas cuanto yo a ti, quisiera creer que estás pendiente de mi tus 24 horas diarias, quisiera creer que extrañas si no me comunico, quisiera creer que soy una parte absolutamente inseparable de tu vida, quisiera creer que ya no te concibes si no es conmigo. Quisiera creer que los dos hemos trascendido y superado muchas barreras y estamos alistándonos para unirnos, quisiera creer que eres capaz de luchar a brazo partido por tu libertad para conquistar tu vida misma, quisiera creer que estás dispuesta a buscar con ahinco un futuro mejor".
Si a todo eso me respondes SI, entonces la paz inunda mi corazón, sé dónde estoy parado, sé cuál es mi futuro cierto, y creo, creo porque tengo la tranquilidad y seguridad de saber hacia dónde voy.
enigma
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