He dicho muchas veces que los amigos/as son como flores que perfuman la vida.
Los amigos además son frutos de nuestra cosecha, porque no nos vienen dados, como la familia.
Y es gracias a los amigos que podemos encontrar el apoyo, la comprensión, el consuelo, el aliento, y el sano consejo cuando lo precisamos. Es también gracias a los amigos que a veces conseguimos una tarea a realizar, o nos solucionan un problema que nos estaba perturbando.
Los amigos son un punto de apoyo fundamental, a lo largo de nuestra existencia. Sin ellos, creo que realmente la vida sería imposible.
Y la amistad demanda y exige reciprocidad. Es mi corazón, mi ser todo el que tiene que estar abierto para los auténticos amigos/as, el que tiene que estar dispuesto a jugarse si llega la ocasión, el que va a arrimar el hombro cuanto pueda, y el que no va a flaquear en los momentos difíciles, cuando más se pone a prueba la verdadera amistad.
Pero no ha de extrañar, que a lo largo del tiempo, así como surgen amigos/as, otros, se van, se pierden en el silencio. Se deja de saber de ellos/as por años, de pronto para nunca más obtener un contacto. O se apartan y desconectan porque tienen otros intereses, porque cambió su ámbito de trabajo, de estudio, o el ambiente que frecuentaban. O porque se fueron de un país a otro. O…porque fallecieron.
El caso peor es el de quienes luego de ser amigos, de compartir cosas importantes en la vida, de pronto se llaman a silencio, pero a un silencio deliberado. Es un envío de un mensaje que nos dice: “no quiero relacionarme más contigo”.
A mi me duele que amigos/as me dejen. Porque a mis amigos/as los quiero de verdad y mucho, y los valoro inmensamente.
A veces, surgen incomprensiones circunstanciales, a veces en todos los años de amistad no nos han llegado a conocer suficientemente y malentienden algo que hemos dicho, una actitud personal, o una actividad que hayamos desarrollado. Y nos juzgan sin darnos siquiera el beneficio de la duda y la capacidad de argumentar a nuestro favor.
Y entonces, como demostración de su encono hacia uno, o desprecio, o lo que fuere, cortan las relaciones.
Es en esas circunstancias cuando me pregunto, ¿qué clase de amigos/as han sido?, ¿lo fueron en algún momento, o como me dijo uno, “ya no tengo intereses que me lleven a ser amigo tuyo”?. Entonces me quedé preguntando: ¿era amigo por interés y cuando el interés desapareció ya no es más amigo? Bueno…eso ¡no es ser amigo!
Pero, hay de todo en la viña del Señor, y uno tiene que estar hecho para que sucedan esas cosas.
Debo inmediatamente acotar que son excepciones. Afortunadamente, tengo amistades de décadas, con las que seguimos siendo fielmente amigos en forma recíproca y hermosa. Eso es lo que vale y lo que cuenta.
Por otra parte, yo no le debo nada a nadie, y no vivo del saludo, ni de la atención que me preste, o de la simpatía o no que me quiera brindar alguien. No obligo a nadie a ser mi amigo/a. La amistad es algo que surge espontáneamente, y se da o no se da. Y uno de los fundamentos esenciales de la amistad, es la confianza. Una confianza mutua.
Por eso, cuando surge alguna diferencia, algo que no podemos entender, como amigos debemos poner las cosas en claro, pero no juzgar nunca, antes de preguntar, de averiguar, de tratar de conocer la verdad total de algo.
De cualquier manera, también el ámbito de la amistad tiene siempre una puerta abierta en mi, para quien quiera entrar o quien quiera salir. Que alguien deje de ser amigo/a me duele, pero es su opción.
Yo sigo siendo invariablemente quien soy. Y quienes me conocen bien, realmente me valoran. Con eso me basta y me sobra.
Guardo pues una gratitud eterna para todos mis buenos/as y auténticos/as amigos/as.
enigma
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