Sunday, October 5, 2014

MALDAD Y EQUIVOCACIONES


Lo que se hace con maldad, está cargado de intenciones aviesas.

Si yo hago daño a mi prójimo, si deliberadamente le hago sufrir, si le maltrato ya sea de palabra o de hecho, son actitudes y acciones que conllevan una carga de maldad.

Lo que busco es lastimar a la otra persona, herirla, enfermarla de ser posible, y de pronto, hasta matarla. Para eso no se necesita mucho: aumentar la tensión y lograr un punto en que el corazón no resiste.

Hay personas que han fallecido de un ataque al corazón en medio de una discusión, hay otras que han fallecido en un estadio al ver perder a su cuadro.

Lo que comporta la maldad --y quiero ser claro en esto-- es el propósito deliberado de hacer daño al otro u otra. 

Si alguien se enoja, y en el enojo se exaspera y profiere palabras hirientes, tal vez es producto de la pasión del momento, y no de una premeditación, no de un plan según el cual "voy a decir" determinadas cosas a sabiendas de que van a ofender, herir y dañar a la otra persona.

Pero, hay que saber contenerse y autocontrolarse. Desbocarse, perder los estribos, no es aconsejable para nadie, y hacerlos perder es peor aún.

A veces un entredicho, una desinteligencia entre personas de bien, surge del simple hecho de un malentendido. O de que una de las personas le atribuye y supone intenciones o ideas que la otra no tiene.

Y bajo esa suposición, ya se apresura a juzgarle y a condenarle. Es ahí cuando impetuosamente surgen epítetos hirientes, y adjetivos nada agradables.

Por otra parte, están las equivocaciones, los errores. Como humanos, ninguno de nosotros escapa a ellos. Todos nos equivocamos, y tal vez, todos los días.

A veces se puede actuar equivocadamente en forma deliberada, y otras, por falta de experiencia. Y para la experiencia no importa la edad, lo que importa es haber pasado o no por ciertas circunstancias.

A vía de simplísimo ejemplo: un hombre puede tener una edad mediana a alta, y de pronto se le pide que juegue un deporte. Pero si ese hombre no ha adquirido experiencia en jugarlo, de nada valen los años que tenga. No podrá jugar y punto, o será un mal jugador.

Y a veces, en la vida, nosotros somos malos jugadores, cuando nos enfrentamos a circunstancias, o vivimos situaciones que son totalmente nuevas, y que nos llevan sin duda a cometer errores, equivocaciones. 

Lo triste del caso es que esos errores sean tenidos en cuenta en una lista pronta para ser enrostrada en cualquier momento, especialmente si hay el propósito de dañar a la otra persona.

No se enrostran los errores, mas se miran los aciertos. Y de seguro que la persona va a tener más aciertos que errores, pero es aquello de que unos ven la mitad del vaso vacía, y otros ven la mitad llena. Si nuestra perspectiva es de ánimo positivo, vamos a ver la mitad llena, y vamos a reconocer el valor de lo que vemos.

Si en cambio nuestra perspectiva está plena de un ánimo negativo, nos olvidaremos de la mitad llena y sólo machacaremos sobre la mitad que está vacía. Sin darnos cuenta además, que esa mitad, en tanto esté vacía, ¡tiene el potencial de seguir llenándose!.

Diría, como colofón, que entre personas de bien, no hay maldad, sino equivocaciones. Y si de eso se trata, hay que saberlas superar, y por sobre todo, hay que saberlas perdonar.

Buena voluntad, afecto sincero, respeto mutuo, búsqueda de entendimiento, no pre-juzgar, confiar, y sobre todo no pensar mal del otro o la otra, antes de analizar con calma situaciones y hechos.

Todos tenemos que perdonarnos mutuamente. Esa es una de las hermosuras que tiene la existencia. 

Poder perdonarse, entenderse, superar discrepancias, habla muy bien de las personas que así lo practican.

Esto último, suele ser un realidad entre amigos/as. De ahí también la belleza de la relación de amistad.


 enigma 
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