Un terrorismo religiosamente fanático (uno de los peores fanatismos que puedan existir) conmueve, amedrenta, y enluta al mundo.
¿Cuándo puede atacar?, ¿de qué manera?, ¿nos puede tocar? Interrogantes existenciales básicas.
Ya he vivido esas contingencias, y no en Estados Unidos, sino en mi natal Uruguay, cuando el grupo terrorista urbano que adoptó el nombre de "Tupamaros", asoló el país con asaltos, robos, bombas, y asesinatos a sangre fría. Y vivir en ese tiempo era allí tan incierto como puede ser hoy estar en Estados Unidos.
Nunca se sabía cuándo podíamos vernos en medio de un enfrentamiento entre terroristas y la policía o las fuerzas armadas. Nunca, cuando estábamos en un lugar y podía estallar una bomba. Nunca, cuando en una redada policial podíamos caer detenidos e incomunicados, por una confusión de identidad, sin tener absolutamente nada que ver con los terroristas.
Pero haber vivido todo eso, y haberlo dejado atrás --y doy gracias al Ser en Sí por ello-- no significa que hoy ese estrés, esa angustia existencial, no se vuelva a reavivar.
Hay aún un peligro mayor: el virus del Ébola. Porque estoy
persuadido de que no se han tomado ni se tomarán las medidas necesarias para evitar su expansión, dentro de Estados Unidos mismos, cediendo así a las presiones de los mezquinos intereses económicos de las compañías aéreas transportistas y de los operadores turísticos.
Al parecer, importan más 4.500 personas llegadas mensualmente de países extremadamente afectados por el virus, que la salud y protección de una población que en Julio de este año llegó a los 316:148.990 habitantes, según datos del Censo.
Sólo si no se otorgan más visas a ningún pasajero procedente Guinea, Sierra Leona y Liberia, y se mantienen vuelos exclusivamente con propósitos sanitarios para el traslado de personal que está luchando contra la epidemia del virus Ébola en esos países, se podrá asegurar que el virus no se expanda.
En caso contrario, puede ir para cualquier lado, y nadie está a salvo.
¿Quién me asegura que el avión que puedo tomar para ir a América Latina, no fue usado antes para trasladar personas desde África Occidental?
¿Quién le asegura al personal del mostrador de una empresa aérea que toca los pasaportes entregados en mano propia por potenciales portadores del virus, que ellos están a salvo del contagio? Y lo mismo es válido para el personal de inmigración que sella esos pasaportes. Y para los pasajeros, que a su entrada en EE.UU. tienen que poner sus dedos en un aparato electrónico que capta las huellas digitales.
Realmente, tenemos un sistema normal que asegura el estupendo contagio y diseminación de este virus.
¿Quién le da seguridad firmada a los maleteros que tienen que tocar las valijas de alguien que puede ser portador aún no detectable del virus? ¿y cómo se aísla el equipaje de uno de esos portadores, del equipaje de personas sanas?
Francamente, cuando se toma una adecuada dimensión del peligro al cual estamos enfrentados, hay que extremar los cuidados al máximo.
Y es desde esta coyuntura existencial desagradable, no imaginada, pero que hoy nos golpea como una durísima realidad, que quiero desearles desde los más profundo de mi corazón a todos y todas, que el mal -en la forma que sea- no les llegue, no les toque, no les mate.
Quiero pedirles que extremen los cuidados.
Que denuncien a las autoridades toda actividad o situación sospechosa. Personas sacando fotos de ciertos lugares como por ejemplo una estación de subterráneo. Bultos dejados abandonados dentro de un tren, o bien en una estación, sin aparente dueño/a que se haga responsable del mismo, etc.
Que lleven consigo permanentemente gel de alcohol para higienizarse las manos, eviten tocar picaportes, barandas, pasamanos, o bien usen guantes descartables para protección.
Extremen más los cuidados si visitan un hospital. No sólo usen guantes descartables, sino máscara que les proteja del aire que respiren.
Las frutas, verduras y todo artículo comestible expuesto a ser tocado y elegido por las personas, lávenlo con una solución clorada o cloro puro, antes de utilizarlos como alimentos.
Apenas tengan síntomas de debilidad corporal, y especialmente fiebre, acudan inmediatamente a un médico.
Y por encima de todo esto, quiero expresarles a mis lectores, mi gratitud y reconocimiento. A mis amigas y amigos, todo mi cariño.
A quienes tienen fe, les exhorto a que oremos los unos por los otros.
Y hablando de fe: mucho cuidado con la Eucaristía, también llamada Comunión, o Santa Cena. Las formas en que generalmente suele practicarse este sacramento, ya sea en la Iglesia Católica Romana, como en las iglesias protestantes, constituye un grave peligro. En África, las iglesias tuvieron que suspender el sacramento
Para los católicorromanos, beber de una misma copa es del más alto riesgo. Para los protestantes, tomar un trozo de pan que otros han tocado al hacer lo mismo, es también del más alto riesgo.
Las iglesias se verán precisadas a modificar la forma de cumplir este importante ritual, para asegurar la salud de sus feligreses.
Toda medida precautoria, es poca. Está en juego nuestra vida misma. Si no tomamos conciencia de esto, podemos ser víctimas.
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