Saturday, February 28, 2009

EL JEFE VOLVIÓ A LLAMAR

Después de publicar "El llamado del Jefe" (un cuento de tecno-ficción) tuve excelentes comentarios de alguna gente, que incluso me instó a escribir una zaga del mismo. No lo tenía pensado siquiera. Ese cuento, como la poesía, surgen, brotan de la inspiración momentánea, no de un largo devaneo cerebral.

Hasta una llamada telefónica de un amigo felicitándome, me invitó a pensar en escribir otro cuento. Una especie de continuación y final.

Luego de meditarlo bastante, lo que salió es lo que publico hoy. No sé si es mejor o peor que el anterior, pero humildemente, aquí está.

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La llamada sonó a las 8:30, cuando ya me disponía a salir de casa.

--Hola! –dije. “Hola Frank”, me respondió la conocida voz de mi Jefe. “Hey, Bob, ¿qué pasa?” respondí, y el Jefe prosiguió: “Oye Frank, no hay apuro, pero si pudieras venir a verme esta mañana te lo agradecería, hay algunas cosas que quiero conversar contigo y mostrarte”.

--Pues yo ya estaba por salir, así que voy directamente para allí.


--O.K. te espero, dijo Bob, y cortó.

Yo había cumplido al pie de la letra con el protocolo que me entregara desde la última vez en que nos reunimos. Como el clima había quedado un poco tenso, y a pesar de nuestra amistad personal, creo que ambos decidimos cada uno por su lado, que deberíamos dejar para otro momento una reunión en su casa o en la mía.

Me dirigí entonces directamente a la oficina de la organización. Como siempre, el tráfico de la mañana estaba lento, y algo más que de costumbre, pues había nevado la noche anterior y no todas las calles estaban despejadas.

Llegué, cumplí el ritual de permitir que mi ojo fuese escaneado y se abrió la puerta de cristal.

Esta vez no había operativos de custodia aguardándome. Había podido entrar como siempre.

Fui directamente al ascensor, y en mi camino, me saludaron muy amablemente dos colegas.

Bajé los cinco pisos, seguí el corredor hacia la izquierda, y allí, casi al final, oprimí el botón del intercomunicador.

--“¿Quién?” dijo Bob, le repondí con mi nombre y añadió mientras accionaba la puerta electrónicamente, “¡Adelante!”.

Noté que su tono había vuelto a ser el cordial de siempre. Mayor aún fue mi sorpresa cuando salió detrás de su escritorio para venir a alcanzarme, y darme un abrazo. En ese momento, supe que nuestra amistad probada, pero cierta, estaba incólume. Confieso que fue como si me recompusieran por dentro.

--“Siéntate por favor”, me dijo señalándome uno de sus apoltronados sofás, frente a una pequeña mesita. “¿Quieres tomar un café?”, a lo que acepté. Casi enseguida sonó el botón de la conexión electrónica, y Bob abrió para que un ujier depositara la jarra con café y dos mugs, retirándose inmediatamente.
Bob mismo se encargó de servirme, y me preguntó cuánta azúcar quería, echándola dentro del mug.

Luego hizo lo propio con el suyo. El humeante café llenó pronto el lugar con su delicioso aroma.

Fue entonces cuando el Jefe comezó su tema.

“Frank, desde que tuvimos la última conversación, sé –porque te hemos controlado—que has cumplido estrictamente con las pautas contenidas en el protocolo que te entregué. Te felicito, pues lo has hecho excelentemente bien.
Has aplicado la táctica del abrazo, has manejado los datos sabiamente, entre desinformación sobre cosas sustanciales, e información sobre cosas nimias
El cuadro que les has proporcionado es confuso, o en el mejor de los casos, no te representa en absoluto. ¡Brillante!”

No pude menos que esbozar una sonrisa. Ví que el Jefe estaba satisfecho.

“Hay más cosas que tengo que decirte. Como te había adelantado, le habíamos iniciado un expediente al objetivo MX. No sólo la seguimos con el beacon, sino que además logramos introducir dos “moles”.
Una es una mujer que está colaborando muy bien.
Te apuesto que pronto nuestro objetivo va a estar jugando básquetbol nuevamente, ¿y sabes por qué? Porque está preocupada por su silueta.
Pero hay más, ahora te puedo decir con certeza algo que nuestro objetivo no sabe del todo: su matrimonio fue arreglado, fue pactado exteriormente.”

--¿Quieres decir que “la casaron”?

--Efectivamente, así fue. A su marido se lo pusieron delante de las narices, y como casi la única opción en ese momento. Y ella era muy jóven, e inexperiente.Pero agárrate fuerte, ¿sabes por qué se armó ese matrimonio? Por decisión del FZLN.

--¿Qué?, no, ¡no puede ser!, eso sería contrario a los propios principios de los zapatistas….

--Sí, prosiguió Bob, sería, porque ellos proclaman la libertad de la mujer para unirse con quien quiera sin tener que casarse. Pero no te olvides que hay un principio fundamental “el fin justifica los medios”, y en este caso los justificó.

--Sinceramente Bob, me cuesta creerlo.

--Te digo más –prosiguió el Jefe— el día del casamiento estuvo “el mero mero”, como dicen ellos.

--¡No me digas que Marcos…bueno, Guillén, se hizo presente!

--Sí –prosiguó Bob—pero casi imperceptiblemente. Se acercó al flamante marido, le dio un abrazo, y quienes estaban cerca oyeron que le dijo: “te felicito, ahora comienza una nueva misión para ti”, y muy discretamente abandonó el lugar.
Y tú me dirás ¿pero qué significa todo eso?
Te diré: tenemos documentación abundante para sustentarlo. A él –el marido—le conocen en el movimiento por “el profeta”, o simplemente “profeta”, en obvia alusión a su nombre.

A ella –nuestro objetivo—la conocen como “cascabel”.

No pude menos que interrumpir a mi Jefe y le dije: “Pero Bob, ella no estaba en el movimiento cuando se casó, si respeto tu historia.”

--No, no estaba, pero ese fue el trabajo fino de “profeta”, quien de a poco la metió en la cosa. Ella cumple funciones de relaciones públicas, contactos con gentes, nada que sospechar bajo la cobertura de su función periodística. Por esa vía entra y sale información. La tuya por ejemplo. ¿qué te piensas que a dónde fueron a parar esos largos y meditados cuestionarios?.

--¿Por qué a mi?, ¿qué tengo yo que les pueda ser realmente de valor? ¿acaso pretenden chantajear a la organización?

--Tranquilízate, dijo Bob mientras daba otro sorbo prolongado a su café. La organización está firme. La cosa viene de más lejos. De los años setentas, cuando tú estudiabas. Tú sabes lo qué pasó allí, tu enfrentamiento con ciertos elementos, etc. Esa no te la perdonaron nunca. Has seguido siendo “un sujeto de sospecha”. Y lo que ellos de tanto en tanto han procurado de tí, es tener una ficha al día con tu foto, más de una si es posible, para que su gente te identifique cuando quiera y donde sea en América Latina, y hasta puedas ser objeto de un ataque.

--¡Ah desdichados!!, ¡nunca entenderán! Si supieran que yo fui el que….

--¡Cálmate, Frank!, me interrumpió Bob. No sólo tenían que tener fotos tuyas, lo cual no es muy difícil debido a tu actividad pública. Pero necesitaban un perfil psicológico de tu persona, y no lo tenían. Tus puntos fuertes y los débiles. Necesitaban que te abrieras de par en par, y con “cascabel” creyeron lograrlo. Por eso, me parece brillante la forma en que con apariencia de gran espontaneidad contestaste cada una y todas las preguntas.

--¿Y ahora qué? Dije en medio de mi perplejidad.

--De momento nada. Pero te presionarán a través de “cascabel” para que vayas a su país. Y ahí es donde quiero decirte algo esencial, no sólo como Jefe –que podría ordenarte— sino como amigo tuyo que te quiero y valoro mucho: no vayas, no cedas a la tentación de ir, porque en la más reciente Feria del Libro en el Distrito Federal, “cascabel” recibió las últimas órdenes, de uno de los “vendedores”. La orden para ella es hacerte ir….

Bob culminó su café y prosiguió: una vez que estés allá, ella te iría a esperar al aeropuerto y se asegurarían del hotel en que te estés alojando. Del resto se encargarían ellos, y creo que te despacharían. Es sencillamente asqueroso pensarlo. Tú no eres su enemigo, pero te temen, no te quieren, y el brazo de la venganza quiere llegar a tí 36 años más tarde. ¿Te das cuenta?

Yo no salía de mi asombro. Todo ello finalmente me parecía tremendamente descabellado.

Ahora, mira estas fotos, me dijo Bob, acercándome un manojo. Éste es “profeta”…aquí tienes a “cascabel” entregando tus respuestas y recibiendo instrucciones…aquí “cascabel” escribiéndote…y…

---¡Basta! Por favor. Bob, que el casamiento fuera arreglado, que “profeta” fuese de la gente de Marcos, todo eso lo puedo aceptar. Pero ¿”cascabel?”, ¿de qué me estás hablando? Ella es sentimiento puro, pasión arrolladora, alma llena de amor que quiere darse y recibir….yo la he llegado a entender muy bien….

Hubo un silencio que se me hizo muy grande….

El Jefe se echó contra el respaldo del sofá, y con voz queda y muy lentamente me dijo: Frank, creo que gustas demasiado de "cascabel", no lo niegues. Yo temía que eso pasara….Déjame que te explique: “Cascabel” es buena, es una persona muy sensible, tiene un corazón muy especial por los desvalidos, los enfermos, los pobres. Por ahí fue el flanco por el cual entró “profeta” para convencerla de unirse a la causa. En los planes del movimiento, ellos tenian que operar en la ciudad como una típica familia “pequeño burguesa”, como el movimiento la define. Por tanto, casados, con hijos, con sus empleos. Todo parece muy normal. Paralelamente funciona lo otro. Él con su empresa y sus trabajos, ella con sus contactos. ¿Entiendes ahora?”

--Pues mira Bob, aunque fuera tal cual como tú lo dices. ¿Qué tengo que ver yo en todo eso?, ¿qué tan “peligrosa” o importante puede ser mi existencia para ese movimiento con el cual jamás tuve contacto alguno? Además, te diré, hay cierto personaje que llegó a conocer mi libro, y está muy interesado en encontrarse conmigo. Quiere un diálogo exclusivo, pero no le voy a dar esa oportunidad. Asi que ya ves…

--No sabemos qué más puede haber detrás. A lo mejor hay algún individuo muy poderoso que está ejerciendo presión sobre ellos. Yo creo que lo que me acabas de decir, si es que estás hablando de “oro negro” cerraría la ecuación. Eso aún no lo hemos podido determinar. No te olvides que toda esta gente está interconectada internacionalmente. Hemos seguido de cerca al “Movimiento al Socialismo”, que tú sabes bien a quiénes nuclea….¿qué puedes esperar?... Pero yo tenía que poner en tu conocimiento todo esto y advertirte. No todo es tan inocente como parece. No todo es tan romántico y hermoso como te lo pintan. Ten cuidado. ¡Tu vida misma puede correr peligro!

--¿Entonces no podré volver allí como estuve antes?

--Podrás, si es necesario. Si los trámites de tu libro te obligan. Pero en ese caso necesitaremos saberlo con anticipación. Nosotros te reservaremos habitación en uno de nuestros hoteles. Tu habitación estará cableada. Contiguo a tu habitación habrá un operativo nuestro, y muy discretamente varios otros que te custodiarán 24/7. ¡No permitiremos que te hagan daño!.

--¡Pero tampoco tendré intimidad!, repliqué.

--Querido Frank, --contestó Bob-- es el precio que hay que pagar por la seguridad personal. Si lo comparas, es muy poco. Pero para nosotros eres una pieza muy valiosa. No vamos a permitir perderte así nomás. Es lo que quería conversar contigo.

Bob se puso de pie, me dio un abrazo, a la par que me decía, ¡cuídate Frank!.

Sali del edificio de cristal como atolondrado. Me fui a un bar que está a dos cuadras, me senté, le pedí a la mesera un cognac, y me lo fui tomando lentamente, pensando, pensando…..

Finalmente, me dije, mientras repasaba toda la conversación con Bob, o más bien su monólogo sobre lo que la organización sabía o había averiguado, que todas eran palabras….y nada más que palabras. Bob no me había presentado ninguna evidencia y ningún documento irrefutable que sustentara nada de cuanto me había dicho.

La historia del casamiento hecho, la visita de Marcos, todo eso podía ser perfectamente inventado. Más aún, me parecía totalmente ridículo. Carente de todo sentido, y fundamentalmenet, no ajustado a los procedimientos de los rebeldes.

Las fotos en la Feria del Libro eran nada más que eso, fotos. El intercambio de unos papeles entre un vendedor y “cascabel”, como él la llamó, no podía ser más que un inocente pedido de información y promesa de conseguirla, y el darse teléfonos para establecer un contacto posterior. Todo lo demás es supuesto. ¿Dónde estuvo la calidad de la organización para hacerse de alguno de esos supuestos mensajes, o conocer al menos en generalidad su texto?

Todo era un formidable argumento que de pronto se desmoronaba, pero…que justificaría una custodia permanente 24/7 si yo viajara para allá. Sinceramente, ya desde tiempo la organización me viene cansando con sus intrigas estúpidas, sus “datos” que nadie puede corroborar, y sus escenarios ficticios para hacer que uno viva en una especie de limbo, sin saber a qué atenerse.

Yo sé que la organización es muy dada a plantear situaciones imaginarias y hacerlas pasar como reales, abonándolas con algunos “documentos” que no son en verdad tales y no prueban nada, pero que tienen la apariencia de refrendar palabras. Y es muy dada a ponerlo a prueba a uno, a ver cómo uno reacciona. Yo mismo hice esas cosas a otros operativos de la organización, así que ¡si lo sabré!

En el fondo, yo sé que la organización es muy celosa, y eso creo que es lo que está pasando. En último término la organización teme perder a uno de sus agentes, y más aún, no confía en el fondo, en la capacidad de guardar secretos que nosotros podemos tener.

De pronto, no pude evitar sonreirme. Mientras tomaba otro sorbo de cognac, vino a mi mente aquella hermosa canción de José Luis Perales, que decía “yo sé que tienes celos de mi guitarra”. Pues si mi “guitarra” es “cascabel” ¡que estén celosos!, yo no voy a dejar de tocar mi melodía, me dije.

Está bien que la organización obligue, tenga su disciplina y normas. Pero no pueden pretender interferir en mis asuntos personales so pretexto de cosas apenas dichas, y en nada probadas, pensé.

Y con esa convicción, fui hasta mi coche, volví a casa. Me dirigí directamente a mi laptop, y comencé a escribirle de nuevo a “cascabel”, porque nuestro diálogo es hermoso, único.

Bueno eso creí hasta ese momento. Pero de pronto, justamente luego de tener todas mis respuestas –no antes—“cascabel” me envió un mensaje donde hizo un giro de 180 grados, modificó totalmente la relación, al punto de acusarme de pensar que de alguna manera la traicionaría con "profeta"... Yo, que en el fondo me la estaba jugando ¡nada menos que con la organización!

Pero luego me aclaró que fue algo circunstancial, una reacción que reconoció desmesurada frente a lo que llegó a saber que estaba haciendo la organización para poner distancia entre nosotros. Sólo que enfocó mal sus “cañones”. No era conmigo sino con la organización con la que debería haberse sentido enfadada.

Cuando me comuniqué con ella, lo comprendió perfectamente, y su alma hermosa me escribió un delicioso poema, y tuvo el coraje de pedir perdón. Y de alma que se lo dí, y más me volví contra la maledicencia de la organización.

Fui hasta mi equipo de audio y puse un CD de Ernesto Cortázar. Necesitaba de su remanso, de su calma, de su paz, de su inspiración. En cada nota, él me traía a ella, a la mal llamada “cascabel”.

Contemplé una foto suya, y la sentí tan cerca mío que le escribí un mensaje tal vez inspirado como nunca, y tomé una decisión.

Podía hacerlo, quería hacerlo.

Mañana iré a la organización, pero pasaré primero por Oficina de Recursos Humanos y solicitaré un formulario para que me den de baja. No tengo inconveniente en cumplir los requisitos de mantener en secreto todo cuanto he podido conocer mientras estuve en la organización. Pero ¡basta! Me dije.

Y así lo hice. Al día siguiente muy temprano, apenas se abriera la puerta del edificio de cristal penetraría a esa especie de “santuario” de la inteligencia, y pediría mi baja. No quería ni imaginarme la cara que pondría Bob, pero no tendría en el fondo argumento que presentar. El único era decir que la organización tenía reservadas grandes cosas para mí, que había una misión muy especial que sólo yo podía cumplirla, etc. etc. Ya me sabía casi de memoria esas parrafadas que escuché pronunciar en otros casos.

Firmé decididamente la baja, y entonces encaré a Bob, y le dije, quiero que me firmes esto, sin preguntas y sin apelaciones. Es mi decisión definitiva.

Bob se sorprendió –creo que le tomé con la guardia baja, no se lo esperaba— y por un momento estuvo en silencio, luego me miró y me dijo: Frank, no te voy a echar un discurso. Tú sabes lo que haces. Te recuerdo tu responsabilidad para con nosotros, pero sé que cumplirás. Lo lamento en el corazón, pero respeto tu decisión aunque no estoy de acuerdo con ella. Y firmó!

Con el papel firmado volví a Recursos Humanos, y en una semana el trámite estaba completo.

Entre tanto me daba tiempo de comunicarme con Claudia Lara Orozco, --que así se llama “cascabel”—y decirle que ya estaba tramitando mi pasaje para encontarme con ella. Que estuviera atenta a próximos mensajes míos, pues no irían por correo electrónico. Que me diera una dirección especial, en lo posible de un amigo, y le enviaría a él correo postal, pero con una clave indicando que era para ella.

No habría forma de que la organización pudiera captar esos mensajes pues tampoco iban a tener mi nombre como remitente.
Entre tanto, nos pusimos de acuerdo, y saqué mi pasaje. Partiría directamente desde Forth Worth, Texas, hacia su ciudad.

Claudia me esperaba preciosa en el aeropuerto de nombre ilustre. Cuando finalmente terminé de hacer la larga fila para inmigración, y pasé la inspección de mi única valija, salí y la sonrisa de Claudia lo decía todo. Era un mar de felicidad.

Allí nos dimos un abrazo de amigos. Claudia me había ayudado a elegir un hotel en la zona del Paseo de la Reforma. Algo sencillo pero bueno y confortable. Suficientemente discreto por otra parte.

Como llegué al atardecer, le pedí a Claudia que me agurdara en el lobby y el maletero me condujo hasta mi habitación. El número no podría haber sido elegido mejor, era la 707.

Regresé al lobby, e invité a Claudia a ir juntos al bar. Ella pidió su consabido tequila, y yo mi consabido whisky. Chocamos nuestas copas, nos miramos a los ojos después de tantos meses, y sentí como si estuviese flotando en el aire. Era una sensación extraña, casi mística. ¡Tenían que pellizcarme! Finalmente era realidad, Claudia y yo, frente a frente, mirándonos con deleite a los ojos, con una sonrisa pintada en nuestros rostros, la sonrisa de una inmensa felicidad.

Allí tuvimos una plática de casi una hora y media. Fue un saltar de un tema a otro. Claudia tenía muchas preguntas, quería horadarme con sus interrogantes, era casi como una máquina de rayos equis. Quería conocer tanto de mi, mucho más por cierto que yo de ella.

En un momento no pude menos que preguntarle:Claudia, ¿no crees en mi, no confías, por qué tantas preguntas? Estoy aquí, ¿acaso no es eso la respuesta a todas tus dudas?

Claudia asintió, y me dijo: es que también a mi me parece un sueño, y de pronto veo que estás aquí en carne y hueso. Siento tus ojos clavados en los míos, siento la tibieza de tu piel, el aroma de tu perfume, y Frank, ¡me arrebatas!, ¡caray, por qué negarlo!.

Nuestras copas estaban vacías, y la cuenta se iba a cargar a mi habitación, así que me puse de pie y le dije a Claudia, ¿qué te parece si seguimos esta conversación más privadamente? Claudia cerró sus ojos, y asintió con su cabeza. La tomé de su brazo y nos dirigimos al ascensor.

Llegamos a la 707. Yo había ordenado que trajeran un ramillete de rosas, y una botella de un espumante italiano bien helado y dos copas.

Allí destapé la botella, llené las copas, y le dije, ¡por nuestro encuentro! Bebimos un sorbo, dejamos las copas, y Claudia se me abalanzó con un abrazo apretadísimo, como si quisiera que su cuerpo traspasara el mío. Mis labios buscaron los suyos, suaves, carnosos, y lentamente comenzamos a darnos un beso que fue seguido por otros, crecientemente ardientes. Con cada uno de ellos nos despojábamos de la capa del qué dirán, de la capa de la hipocresía, de la capa de la chatura cotidiana, de la frialdad, de la incomprensión, y sabíamos que en ese momento crucial, éramos los dos, uno.

Claudia se despoljó de su chal, y su vestido atrevidamente escotado dejó ante mis ojos sus senos que eran como los de una vestal desafiante, pidiendo caricias y besos.

A esa altura, ya no quedaban casi palabras, estaban de más. El verbo se hizo carne, y ésta entró en acción.

Jadeantes, mojados, sudorosos, pero con una inmensa, imposible de describir paz interior, nos reconocimos desnudos, nuestros cuerpos entrelazados, juntos, y sentimos y supimos que habíamos consagrado nuestra unión.

Una unión sin ceremonias, una unión esencial de dos seres que se aman con locura, y sienten la hermosa locura de amar.

enigma

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