Estas son palabras de Jesús:
"No den lo santo a los perros, ni echen sus perlas delante de los cerdos, no sea que las huellen con sus patas, y volviéndose los despedacen a ustedes."
Tomado de: La Nueva Biblia de los Hispanos (© 2005 Lockman)
Amamos.
Ah! el amor.
El auténtico, el verdadero, el que nos sacude y conmueve.
El que no tiene días ni horas. Prejuicios ni excepciones.
El amor que se da, y que se recibe de buena gana y a primeras.
El amor que no se jacta de quiénes somos, ni echa pullas arrebatadas, de un chauvinismo ridículo, que no hace sino enfatizar un estereotipo que lo asimilan sólo los que acaso piensan que tiene sentido.
El amor es sencillo y humilde. Todo lo cree. Todo lo espera.
Pero por sobre todo, el amor es sublime.
El amor construye, no destruye.
El amor aporta paz, no se encoleriza.
El amor abraza, besa, acaricia, está lleno de dulzura y ternura.
El amor no busca lo suyo, no es egoísta.
Cuando verdaderamente se ama, todo eso está presente.
Cuando es una especie de capricho del alma, una especie de deporte sofisticado, entonces es fácil borrar con el codo lo que se escribió con la mano.
Entonces es simple hallar cualquier presunto motivo, para tomarlo como excusa, y querer de golpe decir "aquí no hubo nada, no pasó nada, y si algo pasó ahora ya no más, porque yo...¡yo tengo orgullo!!"
Ah! de los orgullos mal entendidos, y peor aplicados.
¿Cuánto más fácil sería actuar con sensatez?
Me pregunto por qué hay personas que se confinan a un ámbito muy restringido y pequeño, se reducen a su mínima expresión, y entonces es una pena, una pena enorme, porque tienen todo, todo para ser realmente grandes.
Es cierto que como dijo Ortega y Gasset, "yo soy yo y mi circunstancia".
Y hay quien en circunstancias aciagas y adversas, agotado/a físicamente, y extenuado/a mentalmente, rebervera en equivocada pasión, en una especie de amargura interior que le brota como un geiser, simplemente porque en el fondo, muy en el fondo, sabe que es víctima de su circunstancia.
Una circunstancia que le limita, que le exige cada día más trabajo, sin siquiera retribuirle monetariamente como debería ser.
Una circunstancias que le discrimina. Que de pronto le paga menos ¡por razones de género!
Una circunstancia en la cual una enfermedad puede hacer estragos por ignorancia, también pagando un caro precio por una pobreza que si hubiera justicia, no tendría que existir.
Una circunstancia que pone de relieve imperfecciones de un sistema y gente corrupta, imperfecciones de una realidad que sí debe cambiar, pero que por tanto, no se puede afirmar a pretexto de "somos así y aguántennos".
Una realidad ante la cual habría que saber tomar distancia, sentirse ajeno a ella, y enfrente de ella, una realidad que demanda una severa aproximación crítica, desde un futuro mejor a construir.
Cuando nuestro amor llega incluso al ámbito de lo social, ¿cómo pensar en que alguien puede discriminar a quien ama?
Toda discriminacion --reitero TODA-- es injusta.
Pero la cuestión no consiste en hacerse la victima, y aparentemente querer solidarizarse con toda la circunstancia tal cual está dada, porque esa circunstancia es injusta en sí misma.
Porque esa circunstancia propicia precisamente que --lo que podría ser un pequeño brote de una enfermedad que casi no mata, o no tiene por qué matar-- se convierta en un drama nacional de proporciones catastróficas.
Entonces, hay que saber ubicarse con sensatez, con racionalidad, no con ánimo de "barra brava" de cuadro de fútbol.
Yo sé que muchas veces hay personas que por sí mismas nunca harían o dirían ciertas cosas, pero las vence el entorno, o algún "amigo" o "amiga" de esos que dan consejos aviesos.
Es como a veces han dicho de algún presidente: él no es malo, pero es su entorno. O sea los ministros, todos los que tiene al lado, quienes supuestamente le aconsejan y le orientan para mejor.
El entorno para cualquier persona, puede ser el de los compañeros de trabajo. El ambiente que se crea y fomenta en torno a algo, los juicios sobre actitudes, los prejuicios contra otros, y --nunca falta-- la "consejera" o "consejero" que de pronto, como el diablo, sopla al oído: "¿por qué no haces tal cosa a ver cómo reacciona?".
Muchas veces son personas que dándoselas de amigos, en realidad lo que tienen es una tremenda envidia, y muy en su interior, gozan de ver que alguien --por culpa de sus "consejos"-- pierde a un auténtico amigo/a, o a alguien que es hasta ese momento muy querido/a.
Hay pues que bajar decibeles, hay que bajar la pelota al piso.
Hay que levantar la cabeza, y cuando en lugar de ver enfrente a un enemigo, se ve a aquel ser humano que con libertad no ofende ni teme, que dice lo suyo con respeto, con buen ánimo --aunque pueda cometer un error-- y que por sobre todo, está amando, amando sí, entonces: entonces hay que saber tener la grandeza de la humildad.
Hay que saber tener la grandeza de decir: me equivoqué, ven, abrázame, porque toda esta angustia que llevo dentro me hace mucho daño, y en realidad, quien me faltas, ¡eres tú!.
enigma
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