Hay muchas clases de personas, por cierto.
Afortunadamente, las hay sensibles, solidarias con el dolor ajeno, que son capaces de sentir como propio. Sus almas se compungen, y obran en consecuencia.
Si están al lado de alguien que sufre, se dolerán con la persona, le abrazarán, permanecerán con ella, le asistirán en todo cuanto puedan.
Si están lejos, enviarán su pensamiento positivo, sus palabras de aliento, y elevarán sus oraciones.
Esto está pasando, y me está pasando.
Quienes saben de mi situación, y la de mi esposa, me están haciendo llegar sus palabras de aliento, de sostén, su cariño, su afecto y comprensión. Y sé que están orando por nosotros.
A veces me pregunto si escribo este blog en vano, o si alguien lo lee.
Pero sé que hay personas por allí en el mundo que lo leen, y por eso me atrevo a pensar que cada vez que escribo en él, no es en vano.
Porque me llegan mensajes personales de apoyo, y eso tiene para mí un valor enorme en estas horas.
Amigas y amigos en diferentes países, un día sí y otro también, preguntan cómo estoy, cómo está mi esposa, inquieren por su enfermedad y tratamientos, y por cómo me siento en medio de todo esto.
Para todos aquellos/as que así lo hacen, nuestra eterna gratitud.
enigma
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