Queridos amigas y amigos, ustedes ya saben que soy hombre de fe.
De fe en el Ser en Si, en esa inteligencia inabarcable e inconcebible, a nivel cósmico, total, que nos envuelve, nos incluye y nos supera, pero que tiene la virtud de que mediante la oración, la meditación, podemos conectarnos con ella, y podemos entonces sentir su presencia en nosotros.
Sentir cómo actúa en nuestras vidas, cómo es capaz de obrar milagros, el mayor de todos, el milagro del amor.
De un amor no fingido, no adulterado, no supuesto o pretendido, de un amor de verdad, intensísimo, profundo, auténtico.
Porque además, escritó está, el Ser en Sí es Amor. Y si amamos, nos consustanciamos con su esencia. Somos más en Él y Él en nosotros.
¡Oh maravilla a nuestro alcance!
Hoy he sentido con una fuerza increíble la potencia de ese amor, la bendición de ese amor, la riqueza de ese amor.
Hoy he tenido una dulce y suave felicidad, llena de cariño, de ternura, de entendimiento mutuo, de reafirmación del sentimiento que me une con una persona muy especial. Y es algo maravilloso.
Hoy ha sido –como hace un tiempo que se me ha ocurrido en llamarlo así— “un día Dios”.
Todo funcionó armoniosamente, perfecto, a las mil maravillas.
Y yo he tenido en mi una alegría silenciosa pero enorme, y eso se proyecta y se refleja en el entorno, y vuelve a uno multiplicado.
Es una experiencia magnífica.
Hoy más que nunca antes, he sentido que sí, que hay un futuro posible, y que a su tiempo llegará.
Y he sentido la guía y la bendición del Ser en Si.
La conexión con el Ser trascendente e inmanente a la vez, nos da fortaleza para vivir toda instancia, nos permite discernir con inteligencia, nos abre puertas de cuya existencia ni sabíamos, opera por sobre nosotros y más allá de nosotros, para que encontremos soluciones, y nos da gozo y paz.
Esa es mi experiencia, y sentí que debía compartirla con ustedes.
enigma
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