Somos ciertamente responsables de la formación y los valores que les hemos dado a nuestro hijo, y esos valores sin duda, más lo que él por su parte ha adquirido, conforman su personalidad.
Y entonces, ya no es el encuentro de padre adulto, y niño en crecimiento. Es el encuentro de dos adultos con sus propias experiencas de vida detrás, que tratan de mantener lo fundamental, el amor que les une, a pesar de discrepancias que puedan surgir en el camino.
Como padre, he sido bendecido con el hijo que tengo, me enorgullezco de él, he dicho que por él daría mi vida a cambio, porque sinceramente considero que es un ser humano extraordinario en muchos sentidos.
Y eso no necesariamente --como adultos-- significa que coincidamos en todo.
Cuando se trata de ciertos aspectos de mi vida, esta vida solitaria que ahora llevo al haber quedado viudo, mi hijo es o quiere ser un celoso custodio de lo que hago o no hago. Y francamente mi vida es de una inocencia casi increíble a mi edad.
Yo no frecuento boliches, ni lugares nocturnos, aunque tengo toda la libertad de hacerlo, y hasta de que él ni se enterara. Pero no es así mi personalidad. Yo estoy para otras cosas.
Claro que tampoco mi hijo va a dictar la agenda de mi vida. Especialmente con quién me voy a encontrar o no, por quién puede o no latir mi corazón. Esos son temas privadísimos y reservados.
Puede estar informado, porque no me gusta tenerle en la ignorancia, pero no puede marcar mis pasos.
Sin embargo, aún sin ponernos de acuerdo en algunas cosas, yo agradezco la paciencia con que me escucha, su tolerancia con cosas con las que no está de acuerdo, y su respeto a mis sentimientos. Y esta es la parte que más valoro de él.
Sé cuanto me quiere, sé cuánto me valora, yo espero que él tambíén pueda decir: "me siento orgulloso de mi padre".
Éste su padre tiene una vida sencilla y honorable. No le ha dado ni le dará nunca motivos de seria preocupación, excepto si se tratara de temas de salud.
Y aunque hay cosas que a él le cuesta entender o aceptar, tal vez porque aún le falta vivir más años, yo me siento feliz aún con sus objeciones, porque tras ellas veo su genuina preocupación por mi bien, porque me vaya bien, porque no cometa errores de vida que puedan traerme luego problemas, y algunos, muy serios.
Pero una cosa tiene que tener por cierta: su padre no pierde la cabeza, por más enamorado que esté.
También para eso, se es maduro.
La música no sé de quién es. Los textos pertenecen al Paulo Coelho, un preferido de mi difunta esposa.
enigma
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