Es ciertamente una batalla, y por momentos deviene en cruel.
Es una batalla con nosotros mismos, en cosas que nos jalan para arriba y otras que nos tiran para abajo.
Cosas que nos apelan y por momentos nos hacen casi como besar las estrellas, y cosas que nos abajan hacia una abyecta cueva.
No son cosas externas, están dentro nuestro. Es un universo de vivencias diversas y antagónicas.
Si tú no lo has vivido, amiga, amigo, aún te falta mucho por crecer.
Son vivencias que no resultan ajenas a todo ser que busca una superación fundamental. No la superación en mejorar el empleo, o sus ingresos, sino una superación interior, del ser mismo de uno.
Emmanuel la vivió cuando se nos dice que durante 40 días luchó con el diablo. Cuando fue sometido a tentaciones tremendas. Cuando se le ofrecio poder, riquezas, y lo desechó todo, por vano y pasajero, para aferrarse a lo fundamental.
Lo testimonió Saulo de Tarso, que luego se convertiría y sería conocido como San Pablo, cuando escribió que lo que no quería eso hacía, y lo que quería no lo hacía.
Es parte de nuestro proceso de transformación (metanoia).
Nuestra transformación personal no se da en una sola instancia, de golpe, como quien enciende una lámpara.
Es un proceso de años. Es un proceso de vida. Es una maduración y decantación.
Pero, justo es reconocer, si la volición personal tiene algo que ver en ese proceso, mucho más lo tienen las cosas que nos son dadas, que “se nos vienen” sin nosotros siquiera imaginarlas.
Voy a citar un par de ejemplos para ver si se comprende a qué me refiero.
¿Cuántas veces ustedes han estado pergeñando un proyecto sobre algo, un tema en redor del cual han estado meditando, en fin, algo que les tenía concentrados, y de pronto, ¡eureka!, les surge la idea brillante, la solución no inferida, en la cual nunca habían pensado antes.
Y en ese momento, íntimamente, ustedes saben que esa idea no fue en realidad fruto de vuestra mente, sino que les vino dada.
Luego lo traducimos en expresiones como “de golpe se me iluminó la mente”, o “de repente me vino esta idea en la cabeza”. Sí, fue un relámpago de iluminación, repentinamente aquello que por días u horas nos tenía como caballo dando vuelta a la noria, halla una solución.
Pero si estamos alertas, hemos de reconocer que ese pensamiento, esa solución, esa perspectiva, nos fueron dados. Se nos envió como un mensaje y lo captamos.
Les cito otro ejemplo aún mucho más claro, harto evidente por sí mismo, y para el cual no tenemos explicación posible.
¿Cuántas veces de pronto se nos abren puertas, llegamos a conocer instituciones, gente, posibilidades de cuya existencia ni siquiera sabíamos antes? Y todo se nos da de tal manera que obtenemos logros impensados, inimaginados, y por cierto no planeados por nosotros.
Luego lo traducimos con expresiones como: “tuve un golpe de suerte”, o “se dio la casualidad”, o “se ve que estaba bien aspectado”… Pero ninguna de esas frases puede explicar verdaderamente lo ocurrido. Nos ocurrió, no lo “ocurrimos”, nos sucedió, otra vez, se nos vino, se nos dio.
Si nos damos cuenta de que nos han sucedido esas cosas en nuestra existencia, en algún momento tenemos que preguntarnos qué significan, por qué nos han estado ocurriendo, por qué se nos han estado dando.
¿Qué hilo conductor hay detrás?, ¿hacia qué nos llevan?
Ahi es cuando podemos sospechar, si no intuir, que hemos sido elegidos para un proceso en el cual se nos ha preparado desde tiempo. No sólo llegamos al mismo a través de la educación formal que hemos recibido, y de los valores que nuestros mayores nos han transmitido.
Son además las diversas experiencias de vida que hemos tenido, aún aquellas de momento aciagas, tristes o desgraciadas, las que miradas en perspectiva integran una unidad de enseñanza para el ser nuestro. Una “escuela superior de aprendizaje”, que reclama de nosotros estar atentos, ser capaces de percibir sus resultados, y especialmente de comprender que ellos han ido modelando quienes somos.
Y llegamos a un punto de nuestra vida en que ya eso ha adquirido un peso tal, que nos lleva ahora sí aun paso más trascendente: el de nuestra transformación conciente, el de la búsqueda voluntaria de anhelar y poder hallar una modificación de nuestro ser que nos lleve mucho más cerca de una comunicación (común unión) con el Ser en Sí que está en todo, y por supuesto en nosotros también.
Es un despertar a lo trascendente en medio de lo inmanente de cada día.
Es sentir un llamado (vocación) por ser humanamente mejores, más perfeccionados, superiores.
Superiores no para mirar a quienes nos rodean con desdén o por arriba del hombro –como suele decirse— sino superiores en el sentido de que nos coloca al servicio de los demás para ayudarles en sus respectivas experiencias a alcanzar lo que nosotros hemos logrado: una plenitud de nuestro ser, que adecuadamente se llama en griego “pleroma”.
Es en último término, una plenitud de carácter espiritual.
Pero, no caigamos en el dualismo antagónico, en el maniqueísmo de los griegos, en que separamos espíritu de materia, alma de nuestra carne, sangre y huesos, y sacrificamos la carne (flagelación) por supuestamente crecer en espíritu.
Nosotros somos como humanos una unidad integral, y en tanto que nuestro cuerpo físico es el equipo con el cual podemos habitar y existir en este ecosistema y esta tercera dimensión, ser significa ser con todo. De modo que el camino de superación, el camino de un perfeccionamiento espiritual, el camino hacia una unión conciente e iluminada con el Ser en Sí, nos involucra en nuestra integralidad.
Y entonces no despreciamos nuestro cuerpo. No le castigamos porque él es parte inseparable de nuestra existencia (si bien no de nuestra esencia).
En ese camino de superación pues, no dejamos de respirar, o de comer, o de tener sexo, porque son cosas propias a nuestra existencia, a nosotros mismos.
Pero así como no atentamos contra esa existencia suicidándonos, o dejamos de comer, o de tener sexo, nuestro cuerpo y sus apetitos, no ocupan sino un lugar secundario respecto de aquello que es lo fundamental.
Y lo fundamental es saber que se nos ha elegido para un propósito superior, que se nos cuida, se nos ama, y se nos han ido dando herramientas para llegar a ese punto óptimo, ese pleroma, esa plenitud.
Si lo descubres en ti, permite que eso se procese sin obstáculos. Deja ser llevado a ser más, a trascender esta tercera dimensión, a hermanarte con el universo todo.
Es posible, y ¡es gratis!
Inténtalo.
enigma
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