¡Qué dificil se hace encontrar en este mundo tan materialista y brutal, expresiones excelsas de lo sublime!
Lo sublime de un alma plena de buenos sentimientos.
Lo sublime de un corazón que ama, y porque ama, perdona, y porque perdona, redime, y porque redime, restaura la paz esencial que debería reinar siempre entre seres humanos razonables, que se respetan y sinceramente se quieren.
Lo sublime de una música de Beethoven, lo sublime en algunas de las interpetaciones más sentidas de Ernesto Cortázar, ese formidable pianista mexicano que para mi fue todo un descubrimiento.
Encontrar esa exquisitez de sonidos que nos transportan, y que nos hacen vibrar de emoción, es realmente una dicha y un deleite que cada vez menos personas en el mundo conocen.
Es también la belleza de una foto o un cuadro, que de pronto nos impactan en la galería o el museo que visitamos.
Y por sobre todo, es la buena fibra humana, de gente noble, sencilla, leal, que quiere bien, y que –en mi caso personal-- cuento con que me conocen bien, y por tanto me honran con su incondicional amistad.
Pero estamos en un mundo que nos abaja. Que del amor sólo nos da la versión de pasión y sexo, dejando de lado todo cuanto es más importante.
Que de una buena performance deportiva o artística, nos deja la sospecha confirmada en muchos casos, de que el logro estuvo empañado por el uso de drogas.
Que de héroes o heroínas intelectuales o políticos, venimos a descubrir que tienen sus pies de barro, pues no son inmunes a la corrupción, al acomodo, a venderse a los cabildantes que trabajan para poderosos consorcios, o a la conquista de alguna mujer que termina por aniqulilarles su carrera.
Que de la música capaz de elevarnos y transportarnos, nos ofrece en cambio la música-basura del rap, de la cumbia-villera y otras expresiones de baja estofa, mientras paralelamente funciona toda la cadena de explotación de artistas “populares” y de ganancias de los que manejan los sellos de grabación, etc. para acumular sonidos cacofónicos, guitarras desmañadas, gritos –que no voces potentes—y esas especies de catarsis públicas que son los conciertos al aire libre, donde corre mucho alcohol, y la juventud se anula en masa.
Que de obras de verdadero séptimo arte, nos ofrece sólo entretenimiento estúpido, y una cada vez más creciente, carente totalmente de sentido y profundamente deplorable violencia, con películas llenas de asesinatos, de balas por todos lados, de vehículos y casas que estallan, etc. ¿Ideas? ¿Sensibilidad?, ¡todo lo contrario!, cine para embrutecer y una larga, tediosa, aburrida y ya sabida ceremonia de premios, que no hace sino echar más aceite a la bien montada maquinaria publicitaria.
Violencia en las “barras bravas” del fútbol, violencia entre los jugadores, en el básquetbol, en el beisbol, y ni qué hablar en el hockey sobre hielo, --un deporte que por ahora es sólo jugado por caucásicos.
En fin, la lista sería larga, pero esta es más que suficiente para demostrar que quienes controlan el mundo se dedican con especial y bien planificada fruición, a hacer que todo se masifique, que se pierda la individualidad, que se pierda el buen gusto, que se pierdan los auténticos valores humanos, para que los llamados “humanos” sean apenas algo más que los animales irracionales.
La clave es darles a las masas todo lo que pueda embrutecerlas, y evitar por todos los medios que la gente piense. Porque la gente que piensa por sí misma, suele terminar siendo peligrosa.
Por eso decía que cada vez somos menos quienes somos capaces de apreciar y cultivar lo sublime.
Pero brindo por los que quedamos, los que podemos tener ese disfrute tan especial y particular.
Tal vez, cuando podemos comunicar pensamientos como los que yo desgrano aqui, sea posible que algunas otras personas se den cuenta de que están siendo manipuladas, abajadas, estropeadas, y reaccionen en tiempo, para recuperar lo mejor que los humanos tenemos y podemos dar y compartir.
¡Salud, amigas y amigos de lo sublime!
enigma
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