Con el debido respeto a mis hermanas y hermanos católicorromanos, estoy seguro que quienes son cristianos conscientes y asumen su fé muy en serio, estarán de acuerdo conmigo en el titulo de esta reflexión.
Hay gente que se dice cristiana, y a quien menos conoce es a Emmanuel (Jesús) mismo.
Son personas que no leen nunca o casi nunca la Biblia, que no saben cómo entenderla o interpretarla, que no van casi nunca a la Iglesia o participan de estudios bíblicos que les abrirían el entendimientos a las cosas que pertenecen al área de lo divino.
Viven una vida rudimentaria, en que se afanan trabajando, se agotan en atender las cosas del hogar, no tienen una escala de valores clara para distanciarse de las ofertas mundanales con las cuales la sociedad les hace meros/as consumidores/as, y traspasan toda esa confusión a sus descendientes, sin brindarles un claro perfil de lo que está bien y lo que está mal, o lo que es o no conveniente para ellos.
Y hay personas que proclaman ser cristianas y apelan o rezan al santo cual y al santo tal, y están como aquella canción popular dominicana que decía:
“Virgen de Altagracia, compañera mía, tú para tu casa, yo para la mía.
Tengo a San Antonio puesto de cabeza si no me da novia, nadie lo endereza.”
Donde los santos y las imágenes de la virgen son idolatrados, lo cual es un pecado, y hay como una especie de sentido de propiedad o dominio sobre ellos. Te pido tal cosa, quiero que me concedas tal otra. Si lo pedido ocurre, el santo es formidable, si en cambio no ocurre….hummm ¿qué le pasó esta vez al santo?
Eso es realmente superficial, poco serio, y nada que esté centrado en Emmanuel.
Porque los santos siguieron y fueron inspirados en sus vidas por un sólo y único ser: Emmanuel (Jesús), y siguieron sus enseñanzas mejor y más que el resto de los humanos.
Son sin duda hermanos en la fe que nos inspiran, alientan y acompañan. Pero nuestro modelo tiene que ser Emmanuel, y entender muy bien lo que Emmanuel enseñó, predicó y vivió.
Estoy sugiriendo, no dando consejos.
Yo soy pecador, sé mis propios defectos, los errores cometidos, conozco mis puntos flojos. Pero…también sé que el Ser en Si me ama y cuida de mi. Que me guía, me saca de situaciones difíciles, me despeja el camino, me abre nuevas perspectivas. Sé por experiencia y por formación en qué consiste tener fé, y cómo esta obra. Sé el poder de la oración, y tengo el debido respeto a la vez que procuro vivir los valores que Emmanuel nos enseñó.
No se trata de haber alcanzado la perfección, pero se trata de querer llegar a ella y ubicarse en el camino que conduce a ella de la mejor manera posible.
A veces puedo confundirme, y a veces me confunden otras personas. Pero el Ser en Sí me saca de la confusión, y me deja ver claro.
Yo quisiera de corazón que esta experiencia fuera la de todos y todas ustedes.
No digo que es facil, pero comienza con un sentido de reverencia ante lo Divino y de humildad personal.
Entonces quedan de lado las rebeldías sin sentido. Entonces no se puede decir “yo no preciso la ayuda o el consejo de ningún sacerdote o de ningún pastor”. Entonces no se puede proclamar con absurdo orgullo “yo no perdono”, entonces no se puede ver la paja en el ojo ajeno y dejar de ver la viga en el propio.
Entonces amar, amar profundamente, con un amor sacrificial, con un amor que nos quebranta por dentro, con un amor que confía y se entrega, es ubicarse más cerca del Ser en Sí –que es amor por excelencia—y de Emmanuel, que encarnó ese amor tremendo.
Y de eso se aprende, cada día un poquito más, con paciencia, con humildad, perdonándonos a nosotros mismos, y perdonando a quien nos ha dañado o herido, sin odio, sin rencor, sin resentimiento, sin guardar dentro nuestro cada dia una amargura que nos esclaviza, sino liberándonos de ese yugo, haciendo las paces, reconstituyendo relaciones, amando al prójimo.
No, no somos más cristianos porque oremos o recemos (como se quiera decir) cantidades de veces al día, o porque lo hagamos a cuatro o cinco santos, y a la virgen, y….nos olvidemos que nuestro primer diálogo importante es con Dios Padre (el Ser en Sí), en el Nombre del Hijo (Emmanuel).
¡Si tan siquiera esas personas repasaran lentamente las palabras del Padrenuestro, y analizaran su contenido y alcance, y se dieran cuenta del compromiso que pronunciar esa oración significa para quien la hace!
Pienso que es el mejor ejercicio de autoexamen.
Y luego, nunca dejar de amar, amar, amar, porque sólo amando somos humanos, porque sólo amando nos humanizamos.
enigma
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