Realmente han sido excepcionales en muchos sentidos. En primer lugar por su duración. Siempre pendiente del trabajo que tenía, nunca antes había tenido la libertad de vacacionarme sin estar constreñido por una fecha para el regreso.
En segundo lugar, fue la pimera vez desde que me radiqué en Estados Unidos, que he pasado las fiestas tradicionales en suelo uruguayo. Las pasé siempre acompañado por amigos, y realmente fue algo diferente. El clima veraniego permite celebrarlas de manera radicalmente distinta al gélido Norte.
He paseado y conocido ampliamente Punta del Este y zonas cercanas, también como nunca lo hice antes, y me llevo una idea cabal del balneario, su pujante crecimiento, la población flotante que lo habita en el pico de la temporada veraniega, como lo es el mes de Enero, sus variadas actividades, sus precios, su ritmo de vida.
Pero por sobre todo, disfruté las bonanzas de la amistad. El ser agasajado por amigas y amigos, el ser acompañado, también como nunca ocurrió antes. Estas vacaciones, a diferencia de otras mucho más cortas, no fueron un bostezo en soledad. Fueron un programar constante de actividades diversas, diferentes.
También me permitieron brindar una charla pública en el Departamento de Maldonado, y dialogar con artistas plásticos, además de disfrutar de varias exhibiciones de pintura y escultura que valieron la pena conocer. Y por si eso fuese poco, asistir a tres conciertos, uno de música internacional, otro de música uruguaya -fundamentalmente variaciones sobre temas de candombe-- y finalmente otro de jazz, en un homenaje a Miles Davis.
Pero también en Montevideo, disfruté la compañía gratísima de personas amigas, en reuniones formales e informales, y en encuentros personales.
Culmino mis vacaciones con un balance altamente positivo. Las necesitaba, me hicieron mucho bien, pero por sobre todo, me permitieron reflexionar sobre mi futuro inmediato, y me hicieron conocer otras facetas de mi mismo.
A lo largo de todas ellas, agradezco al Ser en Sí que me cuidó y sostuvo. Nada malo me ocurrió. Mantuve mi buena salud en todo el tiempo, pude visitar varias veces a mi querida madre --un privilegio muy especial, pues tiene 98 años!-- dialogar con ella, escuchar sus sentencias cuasi filosóficas sobre distintos temas, y sentir que la vida es como una barca, que nos va llevando lentamente por distintos caminos, cada quien en lo suyo, pero que hay factores fundamentales, que constituyen la esencia misma de quienes somos, y que permanecen incólumes y se acrecientan con el tiempo. Así, el valor de ser familia.
He pensado mucho en mi pequeña familia en Estados Unidos, y me he propuesto estar más cerca de ella, ahora que no tengo razones para estar lejos. Quiero vivirla y quiero disfrutarla.
Y por sobre todo, quiero ser más yo mismo. Tal vez en medio de ese propósito, encuentre a la mujer que quiera acompañarme, y ponga un punto final a mi soledad.
2012 es un año de decisiones, y ya tengo varias agendadas, se los aseguro. Pero siempre puede surgir una nueva, una inesperada, una que lo cambie todo. Porque sigue siendo absolutamente cierto aquello del dicho: "el hombre propone pero Dios dispone".
Mi próximo escrito ya será nuevamente desde Estados Unidos, mi lugar en el mundo, ese que con propiedad llamo "home".
Espero que entre este viernes 20 en que escribo estas líneas, y el domingo 22 cuando a las 10:50PM parta el avión desde el Aeropuerto Internacional de Carrasco, con destino a Miami y conexión con Washington, D.C., nada negativo me ocurra, y llegue sano y salvo a destino.
Agradezco a todas y todos quienes me han deseado un buen viaje de retorno. Les tendré al tanto de mi llegada apenas mis dedos se posen sobre el teclado de mi PC en Virginia.
Agradezco profundamente, las innúmeras y tan importantes muestras de afecto y cariño que recibí de amigas y amigos durante mi estadía uruguaya.
Lamento que --a pesar del tiempo que estuve de vacaciones-- las actividades me impidiesen ir a Buenos Aires, para reunirme allí con la familia de mi hermano y con buenos amigos argentinos. Pero afortunadamente, fue una hermosa circunstancia que mi hermano viniese a Montevideo y pudiésemos pasar un par de días juntos.
Fue un placer, luego de 21 años, volverme a reencontrar con un gran hombre y un estupendo profesional del periodismo, como lo es Emib Suárez Silvera, quien me invitó a su hogar para conversar un buen rato. Emib, siempre pujante, dinámico, emprendedor, es de los pocos periodistas con mayúscula que quedan ejerciendo la noble tarea, en el Uruguay. Hombre de vasta experiencia, dotado de una voz cálida y un decir claro, Emib sería el corresponsal ideal para cualquier radio internacional.
Volviendo a las vacaciones en sí, y en definitiva, el balance es altísimamente positivo.
enigma
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