Y he aprendido que lo que llamamos realidad (desde nuestra limitada tercera dimensión) es apenas una parte de una realidad total mucho mayor, que no podemos siquiera imaginar.
La realidad la vamos a hallar en el ámbito de las partículas subatómicas, en la mecánica cuántica, en lo difícil de entender de que algo puede estar a la vez en dos lugares diferentes y en ninguno en particular. En comprender que en determinado momento lo que llamamos “materia” tiene conciencia y puede interactuar con nuestras neuronas.
Finalmente en aceptar que existe el factor “M” y que hay 11 dimensiones de la realidad, o mejor dicho aún, 11 universos paralelos. Y que nosotros, o una versión de nosotros, habita uno de esos universos, en tanto que otra versión de nosotros puede estar en otro de esos universos.
Hasta aquí la Física. Lo que hoy se sabe y entiende en Física.
¿Es posible tomar contacto con uno de esos otros 10 universos?, ¿es posible que alguno quienes les habitan pueda tomar contacto con nosotros? ¿es posible abrir una ventana a través de la cual trasvasar algo de un universo a otro?
Estas son desafiantes interrogantes.
Ahora, me interno en el campo siempre predilecto en mí, del amor.
Tal vez el amor sea la ventana capaz de atravesar universos, porque no está condicionado o restringido por nada. Cuando el amor se expresa en toda su dimensión, lo primero que demanda es libertad, libertad total.
Yo no concibo un amor restringido, porque está asfixiado, herido de muerte.
El señor Tomás Goldman, desde Montevideo, me escribió hace tres semanas un mensaje muy lindo, me dice que lee frecuentemente mi blog, que le agrada mucho lo que escribo, especialmente cuando toco temas que hacen a los sentimientos, porque dice que esa área nos involucra a todos los humanos, sin distinciones de ningún tipo.
En el intercambio epistolar, culminó por enviarme un mensaje electrónico que un amigo suyo recibió de una dama con la cual se estaba comenzando a vincular, y me pregunta qué comentarios me sugiere ese mensaje.
Me pareció una materia muy interesante, esa dama hace una reflexión audaz, y muestra una estupenda mente abierta hacia el infinito.
No voy a reproducir la misiva, porque no fue enviada a mí directamente por la persona que la escribió y obviamente tengo que respetar la privacidad.
Pero en esencia, ella le propone a su interlocutor tener una relación como en un “paralelo” –de ahí que me llevó a discurrir sobre los universos paralelos.
Un paralelo en el cual –escribe ella-- ninguno de ambos (ella y su interlocutor) tienen por qué destruir sus matrimonios, ni preocuparse por la suerte de sus hijos.
Un paralelo diferente, un universo sólo de ambos, diferente a todo lo común, en el cual pueden vivirlo todo.
Y ella misma dice que tiene su conciencia tranquila al abordarlo así, al punto que no le preocupa en lo más mínimo su estado civil, pues dice ella que la relación que tendría con su interlocutor, no es con cualquiera. Él es un ser muy especial, distinto al común, y eso le basta a la propia tranquilidad de su espíritu y su persona.
¡Fiú!! Cuando llegué a leer eso me dije: esta es una mujer de agallas, pero más que de agallas, una mujer de una mente abierta y esclarecida como las hay pocas en el planeta que habitamos.
Alguien que se ancla firme en el amor tal cual lo necesita y lo quiere sentir, y lo vive desde un “paralelo” que no toca ni roza nada de lo que tiene cotidianamente, pero donde esa cotidianidad tampoco le impide vivir lo otro.
¡Maravillosa armonización de situaciones!
Me pregunto cuántas mujeres serían capaces de vivir así, de sentir así, ¡de amar así!.
Por las que puedan y lo hagan, ¡felicidad, adelante! La vida es muy breve, y no hay que desperdiciar un segundo. Vivan el amor a plenitud, en libertad, sabiendo que cada instante que lo vivan, es un momento ganado a la eternidad.
enigma
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