Muchos la recuerdan por su sonrisa, su afabilidad.
Otros tantos, por su estupenda labor como maestra y luego Directora de escuela
primaria en Uruguay, y maestra de Jardín de Infantes en Estados Unidos.
Aquí en este país, dos niñas que ya deben ser
adolescentes, llevan su nombre en homenaje que los padres le hicieran cuando
nacieron, porque Alicia había sido maestra de hermanos de ellas.
Cuando la evoco, un torrente de diferentes aspectos
vienen a mi mente y a mi corazón. Su inteligencia, su forma lógica de razonar.
Su calidad para planificar.
Su extraordinaria capacidad de administradora de los
bienes del hogar.
Cómo a los 46
años, llega a aprender a conducir en Estados Unidos y a desenvolverse con total
soltura y seguridad. Su fantástica
memoria geográfica.
Pero por sobre todo, su amor. Amor para los suyos, (en
sus padres que quedaron en Uruguay, así como su hermano y sobrino, en sus
tíos/as y primos/as en Uruguay, Argentina España) amor que volcó especialmente
en nuestro hijo Juan-Pablo, y luego en su nieto, Benjamin.
Alicia profesaba un cariño muy especial por sus
amigas. Algunas que estudiaron magisterio con ella, otras que compartieron
tareas educativas en las escuelas, y otras que conoció y con las que hizo una
hermosa amistad aquí en Estados Unidos.
A lo largo de su vida, Alicia se dio sacrificialmente
con voluntad, siempre pensando en los demás, en las necesidades de los demás.
Siguió mis pasos fielmente, doquiera me tocase ir. De
Montevideo nos fuimos a su natal Buenos Aires, cuando hube de culminar mis
estudios de post-grado. De regreso en Montevideo, cambiamos tres veces de
domicilio, y luego, la venida a Estados Unidos, donde también cambiamos tres
veces de domicilio.
Siempre mantuvo su fe cristiana, desde su juventud en
la Iglesia Metodista del Cerro (en Montevideo) donde tuvo como Pastores al
misionero estadounidense Earl Smith y luego a Yamandú Rey, pastor que junto con
el Pastor Miguel Brun nos casara en la Iglesia Metodista Central, el 12 de
Diciembre de 1970.
Una voluntad firme, indomeñable, hizo que enfrentara
con gran entereza su terrible enfermedad; que trabajara durante ese tiempo todo
cuanto pudo y que nunca se lamentara por su situación.
Faltaban pocos días para el desenlace final. Yo le
proporcionaba todos los cuidados necesarios mientras estaba en casa. Y una
noche, me hizo seña con su mano para que me acercara a ella, y con voz muy
queda, --porque ya casi no podía hablar—me dejó el mensaje más hermoso que haya
recibido en mi vida, en circunstancias tan dramáticas como esas. Junto a mi
oído, me susurró en inglés (idioma que nunca usábamos entre nosotros) “I love
you!”…
Al escribir esto, mis amigos, no puedo evitar que las
lágrimas broten en mis ojos.
Es que ella ¡aún debería estar conmigo!…
No lo está físicamente, pero sí lo está y estará
siempre, en mi mente y en mi corazón.
Te beso, ¡querida Alicia!.
[En la foto, Alicia muestra la fresca hermosura de sus 27 años, en una excursión que hicimos al año y mes de casados, a Villa Carlos Paz y alrededores, en la Provincia de Córdoba, Argentina]
enigma
Textos protegidos por derechos de autor
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