Pero dejando de lado muchos estereotipos (el hombre lleva la inciativa, el hombre da protección, el hombre es el más fuerte, el hombre está al frente de la familia, es el que más se sacrifica, etc.etc) los hombres tenemos que reconocer con humildad, que nos cuesta entender a las mujeres.
Nos cuesta entenderlas por una razón básica, que está en los genes: simplemente ellas son diferentes. Piensan diferente, resuelven diferente, sienten diferente, gozan diferente.
El estereotipo de la mujer como débil, desprotegida, temerosa, sumisa, siempre detrás del hombre, se ha derrumbado hace rato. Pero hay hombres muy machistas, o más bien, ignorantes y poco razonadores, que no quieren en el fondo aceptar que la mujer les puede disputar y ganar un puesto en un empleo, que la mujer puede tener mejor salario que ellos, que la mujer se puede valer a sí misma, que la mujer sale adelante, y que tiene una capacidad de resistir el dolor, como no la conoce el hombre.
La mujer está hecha para ser madre. Para soportar el dolor del parto. Para darle vida 9 meses a quien va a nacer, y para sostenerlo luego con su propio ser al amamantar.
Es por todo ello, un ser especial, maravilloso, que merece nuestros cuidados y nuestra máxima atención y reconocimiento.
Pero esa misma mujer estudia, se gradúa, ejerce su profesión, triunfa, viaja, suscribe contratos, inicia un negocio, conduce su vehículo, trata con clientes, maneja las cuentas del hogar, y toma decisiones.
Un hombre que no la reconoce en su totalidad, que no la entiende, finalmente deviene en un lastre al lado suyo, en un contrapeso, hasta que ella llega a convencerse de que no le necesita.
El sexo lo va a vivir libremente con quien ella quiera, con quien se sienta halagada, feliz, segura. Con quien le de una satisfacción acorde a la atracción que ella ha sentido. Y si todo va bien, por ahí seguirá la relación. No necesita para ello atarse de por vida. Hoy eso se vive así. Cada vez son más las parejas que si se casaron, se divorcian, y cada vez son menos las parejas que se casan.
Pero los hombres debemos entender que la mujer, con ser nuestro complemento humano, y precisamente por ello, tiene necesariamente que ser diferente a nosotros.
Chistes se han hecho a montones respecto de la desinteligencia del hombre con la mujer.
A la mujer debemos analizarla, estudiar sus reacciones. Apreciar su sentir por el tono de su voz, y especialmente por su mirar.
No siempre estará de buen humor (sus razones fisiológicas tienen esos cambios de talante), debemos aceptarlos y comprenderlos.
La mujer no nos lo va a decir, pero quiere ser atendida, escuchada, considerada con importancia en lo que nos dice porque --aunque para nosotros no lo fuera-- para ella es importante, y debemos darle el lugar que le corresponde.
Tampoco nos va a decir cuándo quiere una caricia, un mimo, un regalo, salir a cenar, o tener una escapada romántica un fin de semana. Somos nosotros los que tenemos que estar atentos a todo ello, y proveerlo de forma adecuada. Si es necesario, que los chicos queden con los abuelos, y la pareja tenga la libertad para disfrutarla en la intimidad.
La mujer necesita ser respetada y que le seamos fieles. No podemos considerarla un adorno de la casa, una acompañante que nos sirve cuando nos viene bien. Por otro lado, ella tiene que poder confiar en nosotros. Y si algo falla, hay que hablarlo a tiempo, conversarlo o buscar la ayuda de un psicólogo para parejas. Y de última, como siempre lo digo, está el divorcio.
La mujer necesita que le hagamos sentir que ella es importante, y que es el centro de nuestras vidas. Que por ella nos damos enteros.
Y cuando nos vinculamos con una mujer de esa manera, veremos en ella darse en raudales de amor, de pasión, de cuidado del hogar y de nosotros mismos. La veremos orgullosa de que seamos su pareja. La encontraremos sonriente, de buen humor, feliz de todo lo que está viviendo con nosotros. De lo que vivimos juntos.
En el sexo, los hombres solemos ser egoístas. Buscamos nuestra satisfacción, casi usando a la mujer como objeto de placer. Y cuando lo hemos obtenido, nos damos por satisfechos.
¿Nunca se nos ocurre preguntar si la hemos dejado satisfecha a ella?
Los hay que hasta viven la relación sexual como una forma de someter a la mujer, y hasta con cierta violencia. Nada más lejos que lo que una mujer precisa y quiere.
Suavidad, delicadeza en el trato, manifestarle ternura, muchas caricias, muchos besos, tanto como para provocarle un placer enorme. El sexo con la mujer hay que vivirlo lentamente, con paciencia, disfrutando de ver cómo ella goza, porque además, la mujer es capaz de muchos orgasmos, mientras nosotros los hombres de sólo uno, en el mismo tiempo. ¡Vaya diferencia!
Pero cuando hay un ajuste sexual en que la pareja goza plenamente, de seguro ese hombre no va a pensar en tener relaciones con otras mujeres, ni esa mujer en tenerlas con otros hombres. Son el uno para el otro, y ambos están plenamente satisfechos.
Por supuesto que también esa intimidad requiere imaginación. Ser acompañada de palabras que entusiasman, y cada vez que se vive, tiene que tener algo de particular y distinta de la anterior. No se puede caer en la rutina. La mujer debe encontrar en su compañero, creatividad.
Verdaderamente, hay muchas cosas de la mujer que los hombres tenemos que entender. Debemos reconocer que su manera de pensar y sentir son diferentes de la nuestra.
Cosas que para nosotros no tienen importancia, para ellas la tienen. Cosas que a nosotros no nos significan nada, a ellas pueden significarles, y mucho. Una mirada, un gesto, un tono de voz...le llegan y repercuten en la mujer, como no ocurre con nosotros.
Por tanto, señores: pónganse los pantalones. Aprendan a convivir con las mujeres. Aprendan a ser felices con ellas.
Yo he aprendido --con dificultad-- esta lección. La he internalizado. Ahora comprendo muchas cosas que en su momento no supe entender.
Pero cuando aplicamos estos criterios y los manejamos sabiamente, podemos ser los individuos más felices del mundo. Y ellas, por supuesto, también.
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