La lista de proyectos resultó en una desenfrenada danza de "billones de dólares", así mal escritos y pronunciados, cuando debió decirse miles de millones, que es el equivalente al inglés "billion".
Miles de millones para construir complejos donde habrá negocios, teatros, museos, y...¡casinos!.
Dos famosos arquitectos internacionales, nacidos en Uruguay, están vinculados a tan ambicioso proyecto.
Me quedé mudo....apabullado...pensando muchas cosas.
Pensando por un lado en lo meritorio de esos profesionales que han tenido tanto éxito y llegado tan lejos. Sin quitarles nada de su talento, me siento en el derecho de pregutar: ¿cómo lo han logrado?
Tengo amigos arquitectos allá en Uruguay, que apenas si pueden lograr algún proyecto, y que tienen que vivir haciendo otra cosa, porque no lo pueden hacer simplemente pretendiendo ejercer su profesión a la que dedicaron los mejores años de su juventud para capacitarse.
Y me pregunto: ¿por qué?
¿Qué les falta a estos amigos arquitectos, que los sé además meritorios, dedicados, serios profesionales, para llegar al nivel de esos dos que brillan en el estrellato internacional?
Me miro a mi mismo, periodista profesional con 48 años de experiencia en la materia. Es cierto, he entrevistado a grandes personalidades en muy diferentes ámbitos de actividades. Y también es cierto que haber logrado un puesto de trabajo en Estados Unidos me permitió acceder a esas personalidades, que de otra manera, prácticamente habría conocido sólo de nombre. A ello debo agregar una riquísima experiencia en el armado y conducción de programas, viajes internacionales, etc. Y sé que algunos colegas ven eso como un triunfo profesional.
Pero...de ahí a hacer millones o miles de millones, hay una distancia sideral.
Y refiriéndome al ámbito periodístico, ni siquiera mis colegas hispanos que han accedido a CNN han llegado a la fama internacional que pueden tener hoy día Anderson Cooper, Wolf Blitzer, o Brooke Baldwin. Porque el CNN que llega a todas partes es el que se emite en inglés, y no el de idioma español, que además, --basta ver su puesta al aire-- carece de recursos.
Pero retorno al tema fundamental que motivó este escrito de hoy.
Esa publicidad de Miami 2020 y esa desenfranada danza de miles de millones de dólares para el edificio tal, y para el complejo cual, me lleva a pensar lo mismo que pienso cuando veo una mansión: ¿de qué vive el que la habita? y sobre todo: ¿cómo ha conseguido hacer sus millones?
Y veo además cómo se desperdicia toda esa multimillonada, porque no es para hacer crecer la calidad de vida del ser humano, para fomentar valores (más allá de que haya un museo de ciencia y alguna otra actividad a ese nivel), sino para hacer más millones, para alentar el consumo, el gastar en lo que menos importa, y para fomentar el vicio del juego de azar, con los infaltables casinos.
Los grandes deportistas, los cantantes que llegan a la fama, y algunos actores y actrices, son millonario por méritos propios en función de lo que se paga en esos ámbitos, pero habrá que convenir en que el dinero del mundo está mal distribuido.
No puede ser que una prostituta mediocre en Estados Unidos, cobre por 15 minutos de atención a su cliente tanto como un médico especializado que dé una consulta en América Latina, por ejemplo. Es un absurdo total, pero ocurre.
Gente que se ha "quemado las pestañas" para hacer una carrera universitaria, y que llega a destacarse en el ejercicio de su profesión, sin embargo muy difícilmente puda llegar a ser millonaria en dólares o multimillonaria.
Ni qué hablar de quien tiene una empresa, un comercio. No. Con trabajo honesto, con capacidad personal, con dedicación extrema, se puede llegar a tener un buen pasar, a disfrutar de algunas cosas de la vida, pero jamás a amasar fortunas.
Siempre tengo la sospecha que detrás de esos grandes emprendimientos, de ese brotar de edificios uno tras otro como en el llamado "boom" de Punta del Este, y lo que puede ser la explosión edilicia en cualquier otro lado, hay dinero mal habido. Tal vez, lavado de dinero del narcotráfico. Dinero que circula, que se invierte, que sí, da trabajo momentáneamente, pero no es dinero dignamente ganado, honradamente adquirido.
Excepción pueden ser algunos países árabes, donde el petróleo da para que las arcas de algunas familias de la realeza se diviertan haciendo grandes inversiones. Dubai es un ejemplo claro de ello.
Pero después de todo, ¡cuánto mejor sería dedicar ese dinero, no a erigir una torre de 800 metros de altura, sino a combatir la hambruna crónica que sufren algunos países del África sub-sahariana!
¿No sería mejor dedicar esos miles de millones que se van a volcar en aumentar el cemento de una ciudad populosa como Miami, a eliminar los bolsones de pobreza y miseria que subsisten en los propios Estados Unidos?
Francamente, toda esa alharaca de miles de millones en lujosas y fastuosas inversiones, me desmoraliza.
Me hace ver a un ser humano dedicando talento y capacidad a lo que es superfluo, a lo que un acto de la naturaleza o una bomba potente puede un día aniquilar en segundos.
Nunca he pretendido llegar a ser un millonario. Jamás he tenido ese tipo de ambición. No me interesa tener una mansión en una isla de mi propiedad, una flotilla de aviones jet privados, varios botes de gran porte, un ejército de sirvientes, y múltiples sucursales de una empresa internacional.
Me quedo con mi sencillez ciudadana honorable, sensata, modesta, pero sana en pensamiento y en acción.
Prefiero ser más, a tener más.
Prefiero crecer en aquello que importa: el amor, los sentimientos, la solidaridad, la sensibilidad, lo espiritual, el conocimiento, la ciencia, la verdad.
En todos estos valores, Miami NO va a crecer en 2020. La inversión de miles de millones de dólares no sirve y no apunta a eso.
Tampoco sirven para un auténtico crecimiento individual.
Esta es mi reflexión.
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enigma
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