La interrelación
humana a veces es difícil de manejar. Hay situaciones especiales,
malentendidos, cosas a aclarar, actitudes, cosas dichas y escritas, propósitos
y realidades, planes, proyectos y perspectivas, que muchas veces tienen que ser
platicados.
El diálogo es la
forma en que los seres humanos tenemos la comunicación más directa, aquella
cara a cara, aquella mirándonos a los ojos. Aquella en que el sinceramiento
tiene que ser total.
Honestamente, pienso
que cuando dos personas se consideran, se estiman, se quieren bien, cuando no
tienen malos pensamientos respecto de la otra, cuando no se anticipan a juzgar
cosas que no conocen a fondo, lo que necesitan es platicar.
Muchas veces lo he
dicho y lo seguiré diciendo: si hubiese una forma en que –mediante conexiones
electrónicas o las que fueren—se pudiesen transferir los sentimientos y
pensamientos que hay en una persona, hacia otra, habría un entendimiento cabal,
sin sombra de ninguna duda.
Como ello aún no es
posible, no tenemos otro recurso que usar el diálogo. Claro, un diálogo
honesto, sincero, sin mentiras ni tapujes. Nada de “sobre eso prefiero no
hablar”, o “no quiero referirme a ese tema”. Todo, absolutamente todo tiene que
ser puesto a consideración.
¿Por qué esa plática
sincera, a fondo? Porque es la manera de
entenderse, de llegar a comprenderse, de realizar lo mejor de una amistad: la
empatía. Es lograr que cada quien se ponga en el lugar del otro, y entienda
desde su personal perspectiva, cómo ve las cosas, y por qué ha adoptado tal o
cual postura, por qué persigue un determinado propósito, etc. etc.
Pero la plática tiene
además otro valor inconmensurable. Y es aportar una perspectiva diferente y
distinta. La de quien mira nuestra peripecia humana desde fuera. Porque puede
darnos signos y señales reveladoras de cosas que no tuvimos en cuenta, en las
que de pronto ni siquiera pensamos, ideas que no se nos ocurrieron, caminos a
recorrer que ni imaginamos, y al final de la plática, nos vemos distintos, nos
sentimos reconfortados, y visualizamos con claridad nuestra situación, como
nunca antes.
Es entonces –y sólo
entonces-- cuando estaremos en
condiciones de tomar decisiones, algunas de las cuales pueden cambiar de forma
sustancial el curso de nuestras vidas. O de pronto, no es necesario que todo
llegue a semejante nivel, pero el diálogo tiene la virtud de ofrecernos ideas,
opiniones, sugerencias, que no se nos ocurrieron. Por lo menos, nos ayuda a
tener un panorama abierto y más completo de nuestra propia situación.
Lo importante de esa
plática, es que sea con quien es posible entablar o existe ya una empatía. Un
interlocutor válido. Alguien que verdaderamente nos presta atención, está
dispuesto a dedicarnos su tiempo, a escucharnos, a analizar lo que decimos, y
que nos da la importancia que nos merecemos. Alguien que nos valora, alguien
para quien somos importantes. Alguien para quien de pronto, gravitamos en su
propia vida.
La gente que hace
oídos sordos, que simula que escucha pero en el fondo no le interesa nada o no
está dispuesta a un verdadero diálogo; la gente incapaz de desarrollar empatía,
de ubicarse en el lugar de la otra persona, la gente indolente, encerrada en lo
suyo, para quien todo y todos los demás son meros aditamentos a su propia vida
que egocéntricamente consideran lo más importante, ese tipo de personas no
sirve para una verdadera plática, para un diálogo fecundo.
Lamentablemente hay
personas así, a las que uno les habla y es como que “les entra por un oído y
les sale por el otro”. Nos dan la razón, como quien da la razón a un
desequilibrado mental, y luego terminan haciendo lo que se les viene en gana,
sin tomarnos para nada en cuenta.
Eso lleva a
desencanto, decepción, y sufrimiento. Porque es horrible tratar con alguien
así, y menos, a diario.
Por eso, platicar,
compartir las cuitas más personales con quien es nuestro interlocutor válido,
con quien tenemos confianza, con quien sabemos que no va a traicionar nuestros
secretos, con quien sabemos tiene la capacidad y la sensibilidad para
escucharnos y entendernos, y el talento como para sernos útil en el diálogo,
de quien podemos recibir sugerencias, es
el mejor camino a seguir.
Sí, sin dudas, hay
muchas situaciones de la vida, en las que es necesario platicar.
¡Que tengan una buena
plática con la persona que ustedes saben pueden elegir para ello! Y que el Ser en Sí les bendiga.
enigma
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