Monday, April 15, 2013

CUANDO ES NECESARIO PLATICAR

Un viejo refrán dice: “Hablando se entiende la gente”.

La interrelación humana a veces es difícil de manejar. Hay situaciones especiales, malentendidos, cosas a aclarar, actitudes, cosas dichas y escritas, propósitos y realidades, planes, proyectos y perspectivas, que muchas veces tienen que ser platicados.

El diálogo es la forma en que los seres humanos tenemos la comunicación más directa, aquella cara a cara, aquella mirándonos a los ojos. Aquella en que el sinceramiento tiene que ser total.

Honestamente, pienso que cuando dos personas se consideran, se estiman, se quieren bien, cuando no tienen malos pensamientos respecto de la otra, cuando no se anticipan a juzgar cosas que no conocen a fondo, lo que necesitan es platicar.

Muchas veces lo he dicho y lo seguiré diciendo: si hubiese una forma en que –mediante conexiones electrónicas o las que fueren—se pudiesen transferir los sentimientos y pensamientos que hay en una persona, hacia otra, habría un entendimiento cabal, sin sombra de ninguna duda.

Como ello aún no es posible, no tenemos otro recurso que usar el diálogo. Claro, un diálogo honesto, sincero, sin mentiras ni tapujes. Nada de “sobre eso prefiero no hablar”, o “no quiero referirme a ese tema”. Todo, absolutamente todo tiene que ser puesto a consideración. 

¿Por qué esa plática sincera, a fondo?  Porque es la manera de entenderse, de llegar a comprenderse, de realizar lo mejor de una amistad: la empatía. Es lograr que cada quien se ponga en el lugar del otro, y entienda desde su personal perspectiva, cómo ve las cosas, y por qué ha adoptado tal o cual postura, por qué persigue un determinado propósito, etc. etc.

Pero la plática tiene además otro valor inconmensurable. Y es aportar una perspectiva diferente y distinta. La de quien mira nuestra peripecia humana desde fuera. Porque puede darnos signos y señales reveladoras de cosas que no tuvimos en cuenta, en las que de pronto ni siquiera pensamos, ideas que no se nos ocurrieron, caminos a recorrer que ni imaginamos, y al final de la plática, nos vemos distintos, nos sentimos reconfortados, y visualizamos con claridad nuestra situación, como nunca antes.

Es entonces –y sólo entonces--  cuando estaremos en condiciones de tomar decisiones, algunas de las cuales pueden cambiar de forma sustancial el curso de nuestras vidas. O de pronto, no es necesario que todo llegue a semejante nivel, pero el diálogo tiene la virtud de ofrecernos ideas, opiniones, sugerencias, que no se nos ocurrieron. Por lo menos, nos ayuda a tener un panorama abierto y más completo de nuestra propia situación.

Lo importante de esa plática, es que sea con quien es posible entablar o existe ya una empatía. Un interlocutor válido. Alguien que verdaderamente nos presta atención, está dispuesto a dedicarnos su tiempo, a escucharnos, a analizar lo que decimos, y que nos da la importancia que nos merecemos. Alguien que nos valora, alguien para quien somos importantes. Alguien para quien de pronto, gravitamos en su propia vida.

La gente que hace oídos sordos, que simula que escucha pero en el fondo no le interesa nada o no está dispuesta a un verdadero diálogo; la gente incapaz de desarrollar empatía, de ubicarse en el lugar de la otra persona, la gente indolente, encerrada en lo suyo, para quien todo y todos los demás son meros aditamentos a su propia vida que egocéntricamente consideran lo más importante, ese tipo de personas no sirve para una verdadera plática, para un diálogo fecundo.

Lamentablemente hay personas así, a las que uno les habla y es como que “les entra por un oído y les sale por el otro”. Nos dan la razón, como quien da la razón a un desequilibrado mental, y luego terminan haciendo lo que se les viene en gana, sin tomarnos para nada en cuenta.

Eso lleva a desencanto, decepción, y sufrimiento. Porque es horrible tratar con alguien así, y menos, a diario.

Por eso, platicar, compartir las cuitas más personales con quien es nuestro interlocutor válido, con quien tenemos confianza, con quien sabemos que no va a traicionar nuestros secretos, con quien sabemos tiene la capacidad y la sensibilidad para escucharnos y entendernos, y el talento como para sernos útil en el diálogo, de  quien podemos recibir sugerencias, es el mejor camino a seguir.

Sí, sin dudas, hay muchas situaciones de la vida, en las que es necesario platicar.

¡Que tengan una buena plática con la persona que ustedes saben pueden elegir para ello!  Y que el Ser en Sí les bendiga.


enigma
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