Una recientísima
encuesta ha revelado que en Estados Unidos, el 23 por ciento de los hombres
casados, y el 19 por ciento de mujeres en idéntica situación civil, engañan a
sus cónyuges.
Pero tal vez engañar,
no sea el verbo más adecuado en todos los casos.
Engañar significa
pergeñar de ex profeso, con deliberada
intención y premeditadamente, una conducta y una actitud respecto del esposo o
la esposa.
Y no dudo que haya
quienes sientan satisfacción en el hecho mismo del engaño, del “estoy haciendo
cosas a tus espaldas que ni te imaginas”. Y no dudo de que en algunas personas
ese aspecto mismo les provoque un derrame de adrenalina que les satisfaga.
Pero esa es la forma más
retorcida de una situación.
En la mayoría de los
casos, se me ocurre que lo que realmente existe no es infidelidad, por la
infidelidad en sí, sino insatisfacción.
O sea, --quiero ser
claro en esto—no es una satisfacción obtenida mediante el propósito deliberado
y la búsqueda por ser “infiel”, por “traicionar”, sino la búsqueda después de todo genuina y
legítima de una felicidad, de un goce y un placer que el otro integrante de la
pareja no es capaz de proveer.
Las causas pueden ser
múltiples, psicológicas, orgánicas, etarias,
pero el hecho concreto es que hay un ser humano (hombre o mujer) que no
encuentra en su pareja aquello que necesita.
Y no lo necesita meramente del
punto de vista físico o fisiológico. Lo necesita anímicamente, espiritualmente.
Sólo haciendo el amor
de la manera en que le satisface va a encontrar también la paz y el
remanso que necesita espiritualmente. Un
encuentro consigo mismo/a. Con su esencia, con quien es, en tanto es
correspondido/a.
Claro que se podrá
argumentar, ¿y por qué la persona no se divorcia y se une a su nueva pareja?. Este es un meollo no tan fácil de resolver. Especialmente porque hay todo un
entorno familiar que comprime, que aprieta, que cierra brechas, que constriñe a
seguir el camino que se empezó equis años ha.
También por una
cuestión de status social. Especialmente para la mujer. Ser señora….ser la
esposa de…puede darle un nivel, o concederle una barrera de respeto en su
entorno, como para disuadir a más de uno de meterse con ella, excepto quien
ella elija y a quien ella le abra un crédito de permisibilidad.
Pero el tema se hace
más difícil cuando hay hijos de por medio. Ahí tanto el hombre como la mujer se
ven más sometidos a continuar con su matrimonio aunque el mismo “haga agua” en
muchos aspectos, que se cuidarán en que no trasciendan.
Sus discusiones, sus
enfrentamientos, sus desentendimientos, sus verdaderos fracasos, su escasa vida
sexual, todo eso quedará celosamente guardado en la intimidad de la pareja,
que, de las puertas para afuera de su hogar, lucirá como bien avenida, normal,
sin problemas, etc.
La realidad de
cualquier manera, puede ser bien otra. Y la insatisfacción es su resultancia
más natural.
También natural
entonces, es la búsqueda de un paliativo. Tal vez no pueda ser una situación
permanente, sino esporádica, sino de a veces, pero paliativo al fin, que le
sirve a alguno de los dos (el marido o la mujer) para seguir adelante con la cotidianidad, con
la compensación de haber vivido momentos muy felices que hace tiempo ya no
tiene en su pareja.
Claro está también
que, la situación de insatisfacción dentro de la pareja se agrava si el hombre
o la mujer terminan por enamorarse de quien es la alternativa. Porque entonces
la insatisfacción dentro de la misma pareja se ahonda.
Hay quienes viendo
ese peligro, deciden de pronto, abandonar toda relación extra-matrimonial para
dedicarse con ahínco a afianzar su relación de pareja.
En teoría parece una
decisión, digna, responsable, inteligente.
Pero…aunque el esfuerzo es encomiable, y el intento es meritorio, a la
postre, a menos que su pareja cambie de actitud y conducta en el
relacionamiento que tiene como parte del matrimonio, el intento va al fracaso
final.
Si tiene éxito, hay
que reconocer el empeño, el valor, el esfuerzo puestos de por medio, y
felicitar a quien así lo logre.
Si fracasa, será la
hora de pensar en el divorcio como la solución más digna, para tener la
libertad de vivir el amor, sin ya sentir el remordimiento de engañar a nadie ni
tener que llevar una doble vida, y tampoco vivir con un corazón partido en dos,
y una permanente insatisfacción.
enigma
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