En un mundo tan materialista como el que vivimos, el cultivo del espíritu, parece casi olvidado.
Se mira a una persona como objeto de explotación sutil (el empleo en una empresa privada), o nada sutil: la esclavitud. ¿Cuál es su capacidad de producción, de qué manera me puede aumentar mis riquezas?.
O se mira a una persona como objeto sexual: ¿qué satisfacción puede darme, por cuánto tiempo? ¿cuánto placer puedo buscar o sentir en ella?
Pero no se mira al ser humano como tal. Como semejante. Con todos sus valores, talentos, méritos, y el mínimo pero más que suficiente hecho de que es un congénere.
Algunos humanos mismos se encargan de reducirse a objetos.
Recuerdo siempre la frase de un a actriz estadounidense muy atractiva en su tiempo, quien denigrándose declaró "me gusta ser un objeto sexual". ¡Lamentable!
Y doblemente lamentable porque su estándar de valores es tan bajo, pero su influencia social en jóvenes puede ser tan alta, que propende a que las chicas quieran ser o se vean como tales, y nada más.
Otros humanos se alcoholizan y drogan, terminando por ser meras piltrafas, restos humanos vivientes, especie de resaca de una sociedad que hasta el día de hoy no se ha planteado el auténtico desafío de hacer de cada quien un auténtico hombre o mujer. Una sociedad cínica e hipócrita, que calladamente, permite, tolera y hasta prohija que haya gente que se denigre a tal extremo.
En tal sentido, la legalización de la marihuana no hace sino sumarse a la busqueda deliberada por parte de un sector social, de explotar a la parte más débil y menos influyente, anulándola, abajándola más, hundiéndola en un submundo del que no podrá salir.
Una sociedad conducida por ciegos hace que todos caigan en el pozo.
Entre tanto, el ser humano considerado como objeto, lleva a situaciones intolerables, aceptadas sin embargo por la sociedad, y especialmente por sectores sociales que aún sostienen el machismo, como un valor, como algo importante y a ejercer.
Es de ese mismo machismo, que surge la violencia doméstica en todas sus formas. Desde la más brutal, del trato a golpes, hasta las más siniestras, del dominio psicológico, de la amenaza latente --te mato, me voy y te quito a tus hijos, te dejo sin techo, o estás conmigo o no puedes vivir...etc. etc.
Hay quienes aún hoy toman el matrimonio como ejercicio de propiedad sobre la mujer.
Y tristemente hay mujeres débiles, pusilánimes o temerosas, que no saben defender sus derechos legítimos y que se dejan tratar como objetos.
Y tristemente hay mujeres débiles, pusilánimes o temerosas, que no saben defender sus derechos legítimos y que se dejan tratar como objetos.
El matrimonio --consagrado por ley-- no habilita en manera alguna a ninguno de los cónyuges, a ejercer un derecho de propiedad sobre el otro. Esto debería quedar muy en claro.
La propiedad es un derecho aplicable a cosas, o a productos (propiedad intelectual, por ejemplo), pero jamás a personas.
La palabra "propiedad" viene del latín propietas.
La propiedad suele definirse como: “Derecho o facultad de poseer alguna cosa y disponer
de ella dentro de los límites de la legalidad.”
A mayor abundamiento, y yendo directamente a la base de dicho derecho, que se encuentra en Corpus Iuris Civilis, se sostiene que "el
derecho de propiedad pleno contempla tres facultades: ius utendi (uso), ius fruendi
(disfrute) e ius abutendi (disposición)."
Pero inmediatamente se advierte que las personas nunca pueden ser cosificadas (hechas cosa) como propiedad de un tercero.
Nadie pues es propiedad de nadie. Lo contrario es la esclavitud, en cualquier forma.
De modo que una esposa o un esposo, NO son propiedad de la otra parte de la pareja. Y por tanto, lo que corresponde es afianzar lo sustancial: el hecho de vivir en matrimonio es el resultado de un consentimiento libre y común de ambas partes.
Si se pierde por cualesquiera de las partes esa libertad, se está violando el contrato mismo del matrimonio.
Ciertamente que dicho contrato impone determinados deberes y otorga ciertos derechos, pero jamás el de cosificar a la otra persona, y tratarla como un objeto de propiedad.
Lo que tiene que primar siempre en cualquier relación humana, a cualquier nivel, es el respeto al semejante.
De modo pues que, a lo del título: ¡nadie es propiedad de nadie!
enigma
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excelente!!.. no ahí derecho a vivir una vida así!.. basta de manipuleos ala persona!! seré luchadora incansable sobre el derecho a la libertad!! ...
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