Fue un día diferente para mi. Eran las 3 de la tarde cuando recién me iba a disponer a almorzar, cosa que hice a las 3:30.
Y ello me hizo de pronto recordar fuertemente a México.
Mi llegada al Aeropuerto Benito Juárez, a eso de las 2:50, el pasaje por inmigración, luego aduana, y después, a tomar un taxi de sitio, y dirigirme --porque he llegado de un viaje que comenzó temprano en la mañana-- a VIPS, un lugar donde se come variado y bien, y no es caro.
En México se almuerza entre las 3 y 4 de la tarde. Una conversación cordial, y luego sí, al hotel, a registrarme, llegar a mi habitación, abrir la valija, ordenar mis cosas, darme una ducha, y descansar un tanto.
Después, prepararme para salir a andar por las calles de la ciudad, y visitar una vez más la Plaza de la Independencia, más conocida por El Zócalo, con su antiquísima Catedral, y su inmensa bandera.
Y más tarde el encuentro con amigos, las citas previstas, el diálogo que se extiende casi hasta la noche mientras se saborea un café.
México me ha atrapado, lo confieso. Y lo extraño. Extraño su gente, su dinamismo, los estupendos edificios, el cuidado de sus calles, plazas y monumentos.
Sus sonidos típicos, como el de los organilleros frente a la Catedral. La calesita en La Alameda, los murales enormes en el Palacio de Bellas Artes, el nuevo edificio del Senado Federal, y los artesanos exponiendo sus realizaciones sobre la vereda y vendiéndole a los turistas.
Los nombres diferentes para las cosas, como camote para el boniato, cajeta para el dulce de leche, jitomate para el tomate, popote para la bombilla, y jícara para el mate.
Sus platos típicos como las carnecitas, y el cochinillo pibil.
Sus bebidas como un buen atole de chocolate, y ni qué hablar de un tequila reposado de calidad.
Pero culminando todo eso, su música. La música romántica de los boleros e intérpretes estupendos como Ernesto Cortázar al piano, autores inspiradísimos como Armando Manzanero, cantantes como Luis Miguel, la música de mariachi en la voz de un charro como Vicente Fernández. El sonido rítmico y pulsante del Huapango de Moncayo, y el maravilloso espectáculo del Ballet Folklórico Nacional.
Las montañas que circundan el panorama y que cortan la visual no tan a lo lejos, y el imponente volcán Popocatepetl.
Sí, fue un impacto, un momento en que México pasó por mi mente y mi corazón como una película acelerada.
Fue hoy, a las 3 de la tarde...
enigma
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