Cuando venimos al mundo, nuestro vagido es un llanto.
De niños lloramos cuando tenemos hambre o sentimos un dolor.
Ya de grandes, el llanto nos proporciona un desahogo muy particular. Muchas veces, intentando consolar a una persona y que ésta logre paz interior, le instamos a llorar, y las lágrimas le traen alivio.
Reprimir las lágrimas resulta no ser provechoso, porque hay una enorme carga emotiva que estamos impidiendo expresarse.
Por otra parte, las lágrimas no sólo son el resultado de situaciones dolorosas, ya sean físicas o anímicas.
También las lágrimas pueden expresar una profunda emoción de gozo, de alegría, de un sentido de gratitud por lo que nos está aconteciendo, que en muchos casos, está también lleno de una carga emocional que no podemos contener, pues es una felicidad que sobrepasa nuestra capacidad de absorción.
La ciencia nos dice que las lágrimas tienen un efecto transformador de nuestro ser.
Jack Barbalet, del Departamento de Sociología de la Universidad de Leicester, en el Reino Unido, escribió una ponencia científica titulada “El llanto y las transformaciones de uno mismo” (Weeping and Transformations of Self”).
En un extracto del mismo se señala lo siguiente:
“Todas las fuentes relevantes están de acuerdo que el llanto es un universal humano……Se argumenta aquí que el llorar del adulto no expresa exclusivamente sufrimiento sino que más bien es un registro emocional y físico de cambios en uno mismo, tanto positivos como negativos. Al subrayar el argumento concerniente al llanto la ponencia también presenta un relato del registro y consolidación de cambios en la propia identidad y en los sentimientos propios, y por lo tanto provee un relato del proceso interno de transformación de uno mismo.”
Me parece muy importante subrayar este valor transformacional del llanto, este hecho de que el llanto puede estar indicando un proceso de transformación de uno mismo, una reacción ante lo trascendente, una mayor valoracion de personas, hechos y situaciones, una mayor capacidad de sentir.
En el plano místico-religioso, hallamos dentro de la corriente de la kabbalah, otro aporte que vale la pena tener en cuenta.
Bajo el título “Jewish myth, magic and mysticism”, encontramos los siguientes conceptos:
“Llorar, nos dicen ahora los biólogos, es un mecanismo util para mantener nuestro cuerpo en equilibrio. (“The Mystery of Tears”, de William Frey). La tradición judía siempre ha considerado el llanto como una gran herramienta para mantener el equilibrio. Como lo dice un proverbio Yiddish “Las lágrimas son al alma lo que el jabón es al cuerpo”. Hay ramas del pensamiento judío que toman muy en serio la idea de las lágrimas limpiando el alma (Talmud A.V. 17a).
El concepto más importante aquí es el factor emocional, y el llanto como vehiculador de un equilibrio y una limpieza de nuestra alma.
No sólo por una conciencia de culpa o de pecaminosidad podemos llorar, y las lágrimas limpian el alma que estuvo sucia, sino que en el gozo, en la felicidad suprema, las lágrimas perfeccionan y refinan nuestra alma. Las lágrimas vehiculan nuestra conexión con la divinidad.
Yo les confieso que no soy un llorón, pero sí que he llorado.
He llorado cuando me ha abatido un dolor desgarrante del alma.
Pero también he llorado de alegría, de un gozo inmenso e indescriptible que me resulta más fuerte que yo mismo, y sólo logro equilibrarme, asimilarlo, cuando derramo generosamente lágrimas.
Ya lo decía poéticamente la letra de la canción “Ansiedad” que las lágrimas “son perlas que caen al mar”.
Sí, son perlas salidas del fondo mismo de nuestro ser.
Pero si se les añade ese poder transformador de nosotros mismos, pues, bienvenidas sean, en la medida en que nos pulen, en que nos perfeccionan, en que nos conducen a más.
El llanto se transforma entonces, en una bendición.
enigma
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