LA FUERZA DEL SILENCIO

Circunstancias hay en que el silencio es más elocuente que las palabras.

Es la respuesta que un diplomático puede dar a una pregunta atrevida, capciosa, o inconveniente.

Es la actitud que se puede asumir cuando estamos de luto y nos embarga la más profunda tristeza.

Es la conducta que corresponde en una biblioteca o en un hospital.

Es la expresión más fuerte con la que podemos responder a la injusticia, a un interrogatorio en que no podemos traicionar principios o a los nuestros.

Es la manifestación concreta de nuestra capacidad para guardar algo confidencial o secreto.

Es la respuesta que nos damos cuando verificamos que hemos sido estafados, burlados, engañados, que se ha jugado con nosotros.

Es lo que nos queda por hacer, cuando la emoción supera largamente nuestra capacidad de verbalizar nuestros sentimientos.

Es fecundo cuando en lugar de ocupar nuestra mente en pensar, y en decir, hacemos lugar para escuchar lo que otros tienen que decirnos.

Es maravilloso, cuando forma parte de un ejercicio de meditación, o una práctica de oración, en que ausentes de nosotros mismos, sólo anhelamos recibir el mensaje proveniente del orden divino.

Amiga, amigo: no aturdas tu cabeza con la música que sale de tus auriculares, o la que estalla en decibeles en un ámbito sonoramente contaminado

Aprende a respetar el silencio, búscalo, acarícialo, disfrútalo, hazlo un aliado inseparable de ti, como tu misma sombra.

Aprende a andar con él. ¡Verás la diferencia!

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