SABER ESPERAR

No todo en la vida se nos da instantáneamente.

Hay cosas que hemos anhelado por años, y de golpe, cuando menos las esperamos, se nos hacen realidad.

Y de la misma manera, debemos reconocer que nos ocurren y suceden tantas otras, que llegan a formar parte de nuestras vidas, sin que las hubiésemos siquiera imaginado o soñado antes.

Nos vienen dadas, desde dónde, cómo, es lo que no sabemos y nos es difícil de entender. Bástanos aceptarlas, para bien o para mal.

Es por ejemplo, la enfermedad que no imaginamos.

El hijo que no esperábamos, la llegada de un familiar lejano que ni siquiera conocíamos, o el empleo que nos salió de golpe, casi como una tremenda sorpresa.

Pero a veces acariciamos una idea, un sueño que queremos hacer realidad. Puede ser un encuentro con alguien, un viaje, una circunstancia especial en que saludar a una persona famosa, fotografiarnos con esa persona, o tener su autógrafo.

Puede ser resultar electos, o ganar una carrera o un partido de algún juego.

Y es allí cuando debemos ejercer al máximo nuestra paciencia, y saber esperar.

Esperar el momento justo, la circunstancia adecuada, y oportuna.

Eso no quiere decir que esperemos de brazos cruzados, de forma totalmente pasiva.

Cuando acariciamos una idea, cuando queremos hacer realidad un sueño, debemos procurar por todos los medios posibles concretarlo.

No nos será de pronto fácil, habrá piedras en el camino, habrá imposibilidades prácticas de pronto, pero si le tenemos firme y fijo en nuestra mente y nuestro corazón, moveremos las piezas en ese invisible tablero de ajedrez que es el universo de otras dimensiones, y de alguna manera -tal vez la menos pensada-aquello que procuramos, se hará realidad.

Será también, si así ocurre, una forma honesta de merecerla.

Entre tanto, hay que perseverar, con un objetivo claro de lo qué queremos lograr.

Eso es, después de todo, saber esperar.



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