Estoy pasando familiarmente momentos muy difíciles, donde a veces me invade una gran tristeza y desazón.
Estoy esforzándome por mantenerme activo, saludable, y haciendo cosas que nunca hice, para darle todo mi apoyo a mi esposa, enferma gravemente de cáncer.
Pero entre tanto, es no sólo un consuelo, sino una verdadera alegría para el espíritu, ver la reacción de los amigos y amigas, que desde distintas partes del mundo, y aquí mismo en Estados Unidos, están pensando en nosotros, atentos a lo que esté ocurriendo, y de personas y grupos que están orando por nosotros.
Sabemos que hay más de un grupo, católicos, protestantes, y personas individualmente, que están orando por nosotros, y francamente mi corazón se vuelve profundamente agradecido a todas esas personas y a todos esos amigos y amigas que de esa manera tan concreta, nos manifiestan su solidaridad, su sensibilidad, y el buen deseo para con nosotros.
Están además las llamadas telefónicas, nacionales e internacionales, los mensajes electrónicos, las tarjetas, etc. que son otras expresiones concretas de renovado afecto y cariño.
Es justamente en horas aciagas como estas, cuando esas expresiones de amor, de acompañamiento, de preocupación, de sostén, resultan reconfortantes y alentadoras.
A todos, desde el fondo de mi corazón, un gigantesco ¡gracias!
enigma
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